LA IDENTIDAD DE GÉNERO DE LA MUJER MAYOR CHILENA, REPRESENTACIONES DE CAMBIO Y CONTINUIDAD

The gender identity of elderly chilean women, representations of change and continuity

fecha recepción: 10 de julio de 2023 / fecha aceptación: 24 de noviembre de 2023

 

Libertad Fresia Figueroa Ezzatti1

 


Cómo citar este artículo:

Figueroa Ezzatti, L. F. (2023). La identidad de género de la mujer mayor chilena, representaciones de cambio y continuidad. Revista Pensamiento y Acción Interdisciplinaria, 9(2), 99-112. https://doi.org/10.29035/pai.9.2.99

 

 

Resumen

En nuestro país, el tema de la vejez en la mujer no ha sido lo suficientemente abordado por estudios que se dediquen exclusivamente a la temática, y en lo relativo a la construcción de la identidad de género en la mujer adulta mayor, hasta el momento no existen estudios que aborden la materia. Esta motivación convoca a estudiar a las mujeres mayores y específicamente conocer cómo ellas apropian las nuevas pautas de vida de la mujer actual o si continúan enfrentando la vida dentro y fuera de su hogar tal como lo hacían en su juventud. De este modo, esta investigación busca conocer las transformaciones en la identidad de género de las mujeres adultas mayores en función de las representaciones sociales de género.

Los resultados de este estudio muestran que las mujeres mayores en Chile viven un proceso de apropiación de los cambios en las representaciones sociales de género, siendo el más importante de ellos aprovechar la conquista del espacio público que lograron ellas en su juventud y continúan haciendo las mujeres en la actualidad.

Palabras clave: Identidad de género, mujer adulta mayor, representaciones sociales de género, roles de género, vejez.

 

Abstract

In our country, women’s elderhood has not been covered enough by studies that devote to the topic. This motivation convokes to analyze the selected sample in order to recognize the appropriation of these new patterns, which can be found in contemporary women’s life, or if the way of confronting life is the same as in the past. Through this, the investigation pursues to have information about the transformation in elderly women’s gender identity according to their social gender representations.

The outcomes from this study show that elderly women live a process in which they have appropriated changes in social gender representations. The most important among them is to benefit from the public space that they have achieved in their youth and also what contemporary women keep doing.

Keywords: Elderly women, gender identity, gender roles, old age, social gender representation

 

Problema y marco teórico

Abordando el significado de “vejez”, encontramos definiciones desde clásicos como Simone de Beauvoir, quien afirma que “la vejez no es un hecho estadístico; es la conclusión y la prolongación de un proceso” (Beauvoir, 1970, p. 17); es decir, es una etapa del ciclo vital. Además de esta afirmación y como crítica a cómo la sociedad aborda la temática, tenemos que, para María del Carmen Ludi (2010), el término “viejo” intenta ser atenuado mediante eufemismos como “adulto mayor”, “personas de la tercera edad” o “jóvenes de la tercera edad”. En este sentido, hay una responsabilidad que recae en que los “modos de nombrar nos posicionan en un determinado lugar ideológico-teórico” (Ludi, 2010, p. 35).

Tal como se destacó anteriormente, la vejez es comprendida de manera diferente en cada sociedad. Del mismo modo, a través de la historia, la vejez ha sido objeto de valoraciones muy diferentes. En este sentido, Dubert (1998) establece que las fases de la vida, como la vejez, forman parte de un proceso biológico que se elabora simbólicamente mediante ritos que definen fronteras entre las edades, las cuales no son necesariamente las mismas en todas las sociedades. Desde esta apreciación, podemos establecer que la sociedad chilena tendrá, por lo tanto, distintas valoraciones, las que a nivel simbólico van modelando la percepción social de la vejez, lo cual influye en cómo las mujeres adultas mayores se perciben a sí mismas en esta etapa de su ciclo de vida.

Tamer (2008) estudia la representación socio-cultural del término “ancianidad”, para lo cual observa una varianza de respuestas, dado que en las sociedades orientales el concepto de ancianidad se concibe como sinónimo de venerabilidad y sabiduría, mientras que en las sociedades occidentales modernas ser viejo equivale a vulnerabilidad, decrepitud y decadencia. Esta percepción negativa de la vejez que se vive en nuestra sociedad es definida por Butler (1969), quien establece el término “viejismo” como “el conjunto de actitudes negativas, socialmente estereotipadas, prejuicios mantenidos por la población en detrimento de la vejez, la ancianidad y el proceso de envejecimiento como un ciclo de la vida asociado a enfermedad, padecimientos y soledad” (citado en Toledo, 2010, p. 3), siendo estas percepciones causa de un miedo y rechazo al envejecimiento.

Conociendo cómo la sociedad asimila el envejecimiento desde estereotipos culturales y sociales, abordamos la conceptualización oficial por la cual se nombra la situación de vejez en Chile: “adulto mayor”. Esta denominación comprende a las “personas de 60 años y más”, criterio que ha sido decidido por las Naciones Unidas y asumido por el Gobierno de Chile establecido en la Ley 19.828 que crea el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA, 2014).

Conociendo la importancia de cómo nombrar al fenómeno, debido a sus implicancias en la práctica, reconocemos que estas son principalmente su influencia en la construcción de la identidad de los adultos mayores. La construcción de identidad como mujer adulta mayor está ampliamente vinculada a la identificación con una “edad social” y una “edad sentida”; es decir, el sentirse y saberse mayor y, desde ahí, construir redes de relaciones sociales (Osorio, 2006).

Un factor relevante en la construcción de la identidad de género es el estado relacional o estado civil en la mujer. En este sentido, son relevantes los cambios que tenga la mujer en su ciclo de vida, por ejemplo, quedar viuda, separarse o cambiar de pareja. Es así como para Wilson (1996), el estado civil es clave para cualquier descripción de las relaciones de género en la vejez avanzada. El autor considera que la característica dominante en la mayoría de las relaciones conyugales era la continuidad; insistir en mantenerla “sería la razón por la que es tan importante el mantenimiento de las distinciones de género durante toda la vida, tanto para los hombres como para las mujeres” (Wilson, 1996, p. 154).

Entre los roles asignados a cada género, el que más se destaca por su recurrencia en el caso de la mujer es el rol del cuidado. Es así como para Crawley (2013), independientemente de la edad, clase social o participación en el mercado laboral, las mujeres se encuentran rodeadas por señales estructurales y culturales que definen sus vidas. Estas señales se refieren no solo a su posición en la vida económica, política, ámbito religioso y doméstico, sino que también se asume que las mujeres son las proveedoras informales y no remuneradas de cuidado (Crawley, 2013). De este modo, retirarse del trabajo de cuidado no es una opción para ellas, lo que provoca que muchas mujeres mayores sientan que sus propias necesidades están subordinadas a las necesidades de otros (Crawley, 2013). Adicionalmente, Crawley (2013) destaca que cuando la adulta mayor enfrenta circunstancias fuera de su control que les impiden cumplir con la “obligación de cuidar”, comienzan a enfrentar emociones como ansiedad y culpa, lo cual demuestra que el rol de cuidado se ha transformado para la mujer adulta mayor en un trabajo propio de su etapa vital.

El estudio se focaliza en cómo inciden las representaciones sociales de género en la identidad de género de las mujeres adultas mayores. Para entender la problemática que convoca el tema de estudio, hay que adentrarse en la comprensión de las representaciones sociales. Las representaciones sociales fueron concebidas por Moscovici (1979) y son entendidas como conjuntos dinámicos, productores de comportamientos y de relaciones con el medio que, además, se configura en un proceso que hace que “el concepto y la percepción de algún modo sean intercambiables, porque se engendran recíprocamente” (Moscovici, 1979, p. 10). Otra característica de las representaciones sociales es que estas “constituyen sistemas cognitivos en los que es posible reconocer la presencia de estereotipos, opiniones, creencias, valores y normas que suelen tener una orientación actitudinal positiva o negativa” (Araya, 2002, p. 11), es decir, permiten abordar los estereotipos y valores que se tenían en el pasado sobre el rol de la mujer, lo cual se puede rescatar a partir de prensa escrita, historiografía y entrevistas a quienes vivieron sometidas o se impusieron ante estas representaciones de lo que era ser mujer en el pasado.

El género, o cómo se entiende ser mujer y hombre en la sociedad, está construido por las representaciones sociales. Estas representaciones en particular las llamaremos “representaciones sociales de género”, para las cuales debemos comprender la definición del término “género” y cómo éste se desarrolla según la sociedad y la cultura. Para Oyarzún (2006), el género se sitúa en un sistema que llama “Sistema Sexo-Género”, definiéndolo como el “conjunto de normas, valores y representaciones que una sociedad construye a partir de la diferencia sexual anátomo-fisiológica y que da sentido y valor al deseo, a la procreación, a las relaciones sociales, laborales, eróticas y afectivas entre las personas” (Oyarzún, 2005, p. 11). La autora da prioridad a la sociedad como constructora del género, en la cual uno de sus principales componentes modeladores son las representaciones sociales. Oyarzún posiciona a Chile en el sistema Sexo-género, aseverando que el país está atravesando un lento y tortuoso proceso de modernidad o modernidad periférica, gracias al cual se modelan las relaciones sociales de forma estamental, poco dinámica, rígida y autoritaria, lo que significa para el caso de la mujer que se la reconozca como “madre antes que persona”, lo que vendría a ser “un mandato de género aplicable al modo como se ha venido haciendo una mujer en Chile” (Oyarzún, 2006, p. 12). Si éste es el mandato de género para la mujer, sería esperable que su principal rol sea la maternidad o lo relacionado a ésta; en el caso de las mujeres que no son madres el rol sería el de cuidado de otros. Para la autora, esta es la forma de “ser mujer” que se ha perpetuado en el tiempo, por lo que se trataría de una representación social que no ha cambiado, lo cual la hace foco indispensable para este estudio.

En el estudio se toma como perspectiva el género desde una construcción socio-cultural chilena que presenta cambios y continuidades. Desde esta premisa, Pilar Errázuriz propone que la división sexual del trabajo construye una instancia moral para hombres y mujeres, dada la internalización que se da en los sujetos a partir de códigos del bien y del mal, de las normas culturales de convivencia y de los mandatos específicos de género (Errázuriz, 2006). Estos mandatos son distintos para hombres y para mujeres ya que varían en función de la construcción diferente de sus subjetividades, de los roles socio-culturales que se les asignan y del lugar simbólico que el sistema Sexo-Género o la Sociedad Patriarcal les ha asignado (Errázuriz, 2006). Bajo esta premisa se puede comprender el modo de pensar de las mujeres adultas mayores, ya que es de esperar que al haber sido criadas bajo pautas patriarcales y desarrollar gran parte de su ciclo vital en esta misma lógica, muchas puedan adoptar estas formas como propias en la práctica, reflejadas en su cotidianeidad y en su discurso.

En el sistema Sexo-Género, una de las desigualdades de género más representativa de la opresión de la mujer es lo que Carol Gilligan llama la “ética femenina”, donde la vida de la mujer considerada “buena” tiene como función principal el cuidado de otros y consagrarse al prójimo, dejando pendiente sus deseos y necesidades (Gilligan, 2013). Esta abnegación o ser para otros y descuidar el ser para sí, muestra que la ética femenina del cuidado tiene como base la responsabilidad por los demás, lo cual supone preocupación por la posibilidad de omisión, por la posibilidad de no ayudar cuando podríamos hacerlo (Errázuriz, 2006). Este es un punto clave para comprender la sujeción de la mujer al mundo privado y las escasas oportunidades de destacar en el mundo público que tenían las mujeres en el pasado, lo cual, de a poco, ha ido cambiando. El miedo a la omisión puede convertirse en culpa cuando la mujer no cumple el rol de cuidado, sobre todo en las circunstancias de vida actuales que puede tener la mujer adulta mayor, donde la salud puede fallar. Este miedo viene arraigado a la representación social donde “la figura masculina aparece con menor vitalidad que la femenina” (Oddone et al., 2003, p. 9), y por lo tanto son las mujeres las que se proyectan a futuro como las cuidadoras de los ancianos, donde “en realidad parecen tener mayor vitalidad; entonces harán lo de siempre: ocuparse del otro, en este caso su marido, más enfermo, con mayor necesidad de protección, amparo, cuidado” (Oddone et al., 2003, p. 9). A lo anterior se indica que se puede ser cuidadora en otras etapas de la vida, prestando cuidados a otros en más de una ocasión durante el ciclo de vida; de los hijos, padres y luego finalizar con el cuidado del cónyuge enfermo (Robles 2001 en Huenchuan, 2010).

Este estudio define que el género se construye por condicionantes históricas, sociales y culturales, las cuales están insertas en lo normativo respecto a qué es ser hombre y mujer, reconociendo solo estos dos sexos como legítimos y dándoles a cada uno significaciones de cómo abordar lo femenino y masculino en la práctica. Sin embargo, hoy esta situación está cambiando, por lo que se postula que estos cambios, además de ser percibidos por las mujeres adultas mayores, también están siendo asumidos por ellas como posibles nuevas formas de afrontar la vida. De este modo, “las expectativas subjetivas y de la sociedad con respecto a la madurez son una construcción cultural y dependen no solo de la edad sino también del género, como una variable diferenciadora central” (Huenchuan, 2010, p. 16). Según esta autora, lo anterior provoca que la vida de las mujeres mayores se desarrolle dentro de un marco de normas sociales que “rigen sus roles, comportamientos y funciones, parte de los cuales se encuentran arraigados en concepciones anacrónicas sobre la vejez o bien se fundamentan en estereotipos altamente negativos sobre esta etapa de la vida” (Huenchuan, 2010, p. 16). Es relevante, por lo tanto, dar cuenta de cómo estas representaciones sociales inciden en la conformación de la propia identidad de género de las mujeres mayores.

En coherencia con lo anterior, el objetivo del artículo es analizar las transformaciones en la identidad de género de las mujeres adultas mayores en función de las representaciones sociales de género. Este objetivo se basa en la pregunta de investigación que guía la elaboración del artículo: ¿Cómo los cambios en las representaciones sociales de género vivenciados por mujeres adultas mayores han incidido en su identidad de género?

Como estrategia de elaboración de los argumentos finales en la conclusión, se proponen los siguientes objetivos específicos: 1) Analizar los elementos de cambio y continuidad que se dan en las representaciones sociales de género de las mujeres adultas mayores; 2) Describir aquellos cambios en las representaciones sociales de género que fueron significativos para las mujeres adultas mayores que los vivenciaron; 3) Identificar las percepciones que las mujeres adultas mayores tienen de las representaciones sociales de género que vivenciaron en su juventud; 4) Identificar las percepciones que las mujeres adultas mayores tienen de las representaciones sociales de género que viven hoy.

Metodología

El enfoque epistemológico pertinente a este estudio es el constructivismo, que toma como premisa que el sujeto cognitivo construye el mundo que conoce (Gaete, 2013). Además de este enfoque, y a fin de lograr un análisis coherente con el estudio de las representaciones sociales, se utilizó la Teoría Fundamentada según la propuesta original de Glaser y Strauss, la cual es útil para dar cuenta de un fenómeno mediante un proceso de descripción, comparación y conceptualización de los datos (citado en Restrepo Ochoa, 2013).

Como técnica de producción de información se utilizó la entrevista individual. Para la generación de los datos se utilizó el procedimiento de codificación de la teoría fundamentada. Las categorías de análisis se construyeron inductivamente en coherencia con el enfoque de análisis mencionado, emergiendo las mismas de los discursos de las entrevistadas. Una vez conseguidas las entrevistas, se llevó a cabo una codificación abierta, para continuar con una codificación axial y finalmente una codificación selectiva.

 

Muestra

La muestra estuvo constituida por mujeres mayores activas de 75 años o más. El rango de edad fue decidido ya que se necesitaban mujeres que vivieran el proceso sufragista femenino (1913-1949), al menos desde su niñez, ya que éste marca el comienzo de los cambios en las representaciones sociales de género en el país.

En total fueron 16 entrevistas semi-estructuradas, para saturar los criterios escogidos de nivel educacional y estado relacional, estos se detallan en la Tabla 1.

 

Tabla 1

Nivel Educacional y estado relacional

NIVEL EDUCACIONAL

Total de casos: 16

Básica Incompleta

Básica Completa

Media (Completa o incompleta)

Profesional

Con pareja

2 casos

2 casos

2 casos

2 casos

Sin pareja

2 casos

2 casos

2 casos

2 casos

 

Resultados

Mediante el análisis de las categorías se busca responder a la pregunta que guía el estudio, la cual es: ¿cómo los cambios en las representaciones sociales de género vivenciados por mujeres adultas mayores han incidido en su identidad de género?

Los cambios en las representaciones sociales de género que perciben las mujeres mayores se han dado en el Espacio Público, en lo Privado y en lo Laboral/Funcional, mencionadas en mayúscula al ser ámbitos de análisis. En relación a los cambios en el Espacio Público, desde la participación se visualiza una gran brecha entre lo que sucedía en la juventud de las entrevistadas y lo que ocurre hoy, comparándolo con la actual participación de la mujer adulta joven. Antiguamente la mujer no se atrevía a participar, no contaba con espacios para participar del mundo público y carecía de oportunidades, situaciones que dificultaban avanzar por la consecución de sus propios logros, a diferencia de la actualidad, ya que hoy la mayoría de las mujeres participan y son visibles en lo público, luchan por sus derechos y buscan su independencia. Estas son todas características que las entrevistadas atribuyen a ser mujer en los dos momentos históricos, lo cual demuestra que ellas son capaces de dimensionar el cambio experimentado en la sociedad.

A fin de conocer si los cambios en las representaciones sociales han incidido en la identidad de género de las mujeres entrevistadas, fue necesario saber si estos cambios fueron apropiados por ellas. En concordancia con los resultados, las entrevistadas llevan una vejez activa, a pesar de que muchas no tuvieron la oportunidad de participar del espacio público en su juventud, lo cual vendría a demostrar un cambio en las representaciones sociales de género que se ha internalizado en ellas, ya que, a pesar de haberse criado en contextos donde la mujer no destacaba en lo público, hoy son parte de actividades en los nuevos espacios de participación que se les ha otorgado, como organizaciones vecinales, actividades municipales y del servicio estatal (SENAMA).

A pesar del cambio, muchas entrevistadas reconocen también tener limitaciones por deber asumir obligaciones propias de su género como asumir el rol de cuidado de un familiar enfermo o de un nieto. Esta limitación no ha podido ser superada a pesar del cambio en las representaciones sociales de género, ya que las entrevistadas persisten en asumir el rol de cuidado. Desde aquí las prioridades siguen estando subordinadas a lo normativo, y se asumen desde la naturalización del rol de cuidado que coincide con lo expuesto por Errázuriz (2006), sobre la abnegación para otros y descuidar el ser para sí.

Se visualiza además un cambio en lo relativo al Espacio Público y la incidencia de estas representaciones sociales de género en la identidad de género de las mujeres mayores, el que queda en evidencia con la apropiación de las nuevas pautas culturales que asume la mujer en la actualidad, las cuales son validadas y asumidas tanto para las mujeres jóvenes como por las mujeres adultas mayores. Junto con el cambio coexiste la continuidad, ya que, si bien las adultas mayores validan el cambio, algunas no lo asumen como propio e insisten en continuar con labores y roles asignados por las representaciones sociales de su juventud.

Dentro de la dimensión lo privado y lo doméstico, se analizó el cambio en los tres niveles anteriormente descritos. Las mujeres mayores reconocen que durante su juventud las restricciones hacia la mujer referían principalmente a la maternidad, ya que esta era una imposición que se veía exacerbada por la falta de métodos anticonceptivos. En este sentido aparecen restricciones concernientes al ocultamiento de la mujer, a la restricción de salir solas, experimentaban el control en sus relaciones de pareja, debían ser recatadas y cuando se casaban estaban subyugadas a la voluntad del hombre. En contraste con esta realidad, se reconoce en la mujer actual una liberación, debido a que el control de la natalidad otorga oportunidades que antes las mujeres no tenían, como estudiar y trabajar, saliendo al espacio público. Estos cambios son vistos como positivos por las entrevistadas, en el sentido de que la mujer puede acceder a aquello que estaba prohibido, siempre desde una visión instrumental, ya que lo que la mujer obtenga fuera del hogar debe ser “para los demás” y no “para sí misma”, encontrándose que no se considera la realización propia como una opción, lo cual continúa revelando que la ética del cuidado se encuentra fuertemente arraigada en el pensamiento de la mujer adulta mayor. Esto coincide con el rasgo particular de la mujer mayor, que para Osorio (2006), provoca que esta sea la principal cuidadora en la estructura familiar, a lo cual se suma que no es solo la adulta mayor la que decide cuidar, sino que se da una presión familiar y social para que ella desempeñe esta labor no remunerada.

En su discurso las entrevistadas proponen que a la mujer no se le debe asignar siempre el rol doméstico, teniendo una mirada crítica de la sociedad chilena, en la que se ha naturalizado este rol como únicamente femenino. Sin embargo, para la mujer mayor, la maternidad aparece como irreemplazable e indelegable, repitiendo la lógica de que la ética del cuidado es una marca imborrable en la vida de la mujer mayor, ya que se encuentra presente tanto en su modo de pensar como en la práctica en sus propias vidas, y las hace caer en disociaciones respecto a su propio discurso que se vuelve liberal en lo relativo a lo doméstico y ultraconservador para el caso de la maternidad.

Cuando las adultas mayores comparan su hogar actual o relaciones de pareja con las que vieron en sus propias familias u otras durante su juventud, reconocen el cambio que la sociedad ha validado para ellas; en sus propias relaciones de pareja, el hombre no es la autoridad, por lo que se da una relación de respeto mutuo en la cual, por lo general, ambos se ayudan, e incluso el hombre participa de las tareas domésticas a modo de “ayuda” (no como su obligación). Además, las mujeres mayores creen que no deben estar siempre dentro de sus casas, es decir, tienen la opción de apropiarse del espacio público si así lo desean, cuestión que estaba vetada durante su juventud y que ellas lo observan en retrospectiva como una opresión.

Esta dimensión muestra en las adultas mayores una menor apropiación del cambio de las representaciones sociales de género, debido a que se otorga un valor intransable a la maternidad y a pesar de que existen más oportunidades para la mujer, las entrevistadas sienten que éstas han derivado en abandono del hogar y los hijos, concediéndole una carga negativa al cambio. En síntesis, las mujeres mayores consideran que dejar de lado el hogar por salir al mercado laboral no es una opción, por lo que esto se convierte en la mayor crítica a la mujer actual.

Algunos cambios que sí han influido en la identidad de género de las mujeres mayores son los que se dan puertas adentro; las relaciones de pareja, los roles dentro del hogar y la dinámica familiar relacionada a tareas domésticas, las cuales comenzarían a parecerse a las que tienen las jóvenes en la actualidad.

Respecto a lo Laboral/Funcional, las percepciones relacionadas a lo que sucedía en la juventud de las entrevistadas, ellas coinciden en que, por lo general, la mujer no solía trabajar y si lo hacía era siempre con la autorización del marido. Sumado a lo anterior, las entrevistadas consideran que solamente las mujeres profesionales podían manifestar su opinión antiguamente. Bajo este contexto poco favorable para que la mujer desarrolle sus capacidades, cuatro entrevistadas alcanzaron un nivel universitario completo, participando del mercado laboral y logrando independencia económica; a pesar de ello, dos tuvieron que solicitar permiso al jefe de familia para salir al mercado laboral, con lo que se valida la existencia del autoritarismo del marido como factor común en la juventud de la mujer que hoy es mayor.

Haciendo una comparación con la actualidad, las adultas mayores consideran que hoy la mujer tiene mayores oportunidades, pero que se está sometiendo a una doble jornada, ya que debe realizar las labores domésticas y proveer de sustento a su hogar, lo que no sucede con los hombres, quienes solamente “apoyan” en tareas domésticas, no siendo estas su obligación.

Para las adultas mayores, los motivos por los cuales la mujer debe salir al espacio público mediante el trabajo o estudio son servir a su país, guiar y apoyar la educación de sus hijos y la necesidad económica. Sus perspectivas muestran un principio instrumental en el fin de trabajar, ya que la mujer debe perseguir logros por otros, es decir, la mujer es para otro, tal cual lo indica la ética del cuidado, lo que denota que para las adultas mayores este sería el motivo de realización que tiene la mujer.

Se suma a lo anterior que las entrevistadas consideran que la mujer es más capaz (en lo laboral y en el estudio) que el hombre y que, por lo tanto, no debe sentirse menos que él y en los casos en que la mujer es profesional, ella debe ejercer para no frustrarse. En estas aseveraciones se vislumbra un acercamiento a la noción de realización personal de la mujer mediante la conquista del espacio público, sin embargo, impera el principio instrumental a este aspecto, ya que para las adultas mayores el trabajo que realiza la mujer es importante mientras sea un aporte a la sociedad. Es aquí donde el discurso de las entrevistadas se vuelve contradictorio, ya que se muestra una adhesión simultánea a valores que en algunos momentos entran en contradicción.

Respecto a lo funcional, destaca que las adultas mayores que se desempeñaban laboralmente ven la jubilación como una oportunidad para desarrollar actividades que antes no podían, lo que hace que esta etapa no signifique necesariamente que vuelvan al hogar a desempeñar labores domésticas, o al menos no únicamente. De este modo se aprovechan los nuevos espacios destinados a los adultos mayores, como los clubes de adulto mayor, instancias populares donde pueden desarrollar la asociatividad (Guajardo y Hunneus, n.d). Si bien muchas entrevistadas ven como un ideal poder participar de estas instancias, ellas vislumbran dos impedimentos; la salud, que en ocasiones no les permite desplazarse al lugar de las reuniones o salir solas de sus hogares, y asumir el rol de cuidado de otros. Por tercera vez se repite la ética del cuidado, y es que, para las mujeres mayores, la imposición del cuidado de otros está profundamente arraigada en su identidad de género. A pesar de que para las entrevistadas la ética del cuidado tiene valor intransable, ellas manifiestan el deseo de realizar otras actividades, lo cual deja de manifiesto la tensión que se produce en el proceso de transformación.

A pesar de que se reconoce la imposición del rol de cuidadora como un impedimento para participar del mundo público, las adultas mayores reconocen que son valoradas socialmente por ejercer esta labor no remunerada y adicionalmente por desempeñar el rol de dueñas de casa, lo cual se condice con lo afirmado por Osorio (2006), respecto a que en los sectores urbanos populares las mujeres mayores realizan un incalculable aporte informal al mantenimiento y desarrollo de la familia y las redes sociales de base, cuando desempeñan el rol de cuidado.

Finalmente, las mujeres mayores aseguran sentirse juzgadas por la sociedad como incapaces, manifestando un rechazo a esta estigmatización generada por el deterioro natural que deviene de la vejez. Resulta interesante destacar que las mujeres que hoy son mayores fueron consideradas, según su propia apreciación, como incapaces por el hecho de ser mujeres durante su juventud, y hoy les ocurre lo mismo por su vejez. Estos dos escenarios se unen para potenciar los roles (el doméstico y el de cuidadora) que las legitiman socialmente, perpetuando una situación que finalmente aísla del mundo público a la mujer mayor, haciéndolas indispensables, sin embargo, en lo doméstico. Como indican Arber y Ginn (1996), las mujeres mayores realizan un trabajo gratuito que resulta imperceptible, del mismo modo que lo era el trabajo gratuito de la dueña de casa en lo doméstico y en el cuidado hace 20 años, cuestión que en nuestro país parece aún no ser reivindicado. Esto sumado a que la mujer mayor se siente legitimada socialmente únicamente realizando estas labores, nos enfrenta a una doble problemática: la mujer mayor no percibe que su trabajo debiese tener una retribución económica, lo cual no necesariamente debe ser así ya que encontrarse en etapa de jubilación no significa que su labor no deba ser pagada, sin embargo, esto no es reclamado por ellas, es por lo anterior que la mujer mayor está sujeta en una dinámica ya que solo se reconoce valiosa para la sociedad si realiza la función de cuidado de manera gratuita.

 

Conclusión

Luego de concluir el análisis de resultados, podemos dar respuesta a la conjetura de este estudio, la cual es que “Las mujeres mayores han modificado su identidad de género de acuerdo a los cambios que han experimentado las representaciones sociales de género”. Se evidencia que en las adultas mayores se da un doble proceso de apropiación de los cambios y continuidad de pautas adoptadas desde su juventud, proceso desde el cual se comprende que hay transformaciones en su identidad de género a razón del cambio en las representaciones sociales de género.

En relación con analizar los elementos de cambio y continuidad que se dan en las representaciones sociales de género de las mujeres adultas mayores, existe una aparente discordancia en el discurso de las adultas mayores, lo cual refleja que el proceso de cambio se da en distintos ritmos en las diferentes dimensiones que conforman la identidad de género de las entrevistadas, situación que conlleva destiempos, tensiones y contradicciones.

El segundo objetivo específico apunta a identificar las percepciones que las mujeres adultas mayores tienen de las representaciones sociales de género que vivenciaron en su juventud y las que viven hoy. A este respecto, se puede afirmar que las mujeres mayores han cambiado representaciones y, a su vez, las representaciones las han cambiado a ellas. En este sentido, el cambio en una representación social es un proceso en el que las mujeres mayores participaron a lo largo de su vida activa como trabajadoras, estudiantes, activistas sociales, dueñas de casa, actividades que se dieron en determinados momentos históricos propicios, teniendo resistencia de algunos sectores y apoyo desde otros. Asimismo, el cambio en actuales representaciones sociales de género, propiciados por las mujeres que hoy participan activamente, ha mostrado a las mujeres mayores nuevas formas de entenderse como mujeres, incidiendo en su identidad de género, formas que ellas han decidido adoptar o desestimar.

Respecto a describir aquellos cambios en las representaciones sociales de género que fueron significativos para las mujeres adultas mayores que los vivenciaron, encontramos que, si la sociedad continúa otorgando valor a la adulta mayor únicamente por su rol de cuidadoras, ellas continuarán asumiéndolo desde la doble perspectiva “ser legitimadas como útiles por este rol y continuar con valores arraigados desde su juventud”.

Referencias bibliográficas

Araya, S. (2002). Las representaciones sociales: Ejes teóricos para su discusión. FLACSO Costa Rica.

Arber, S. y Ginn, J. (1996). “Mera conexión” Relaciones de género y envejecimiento. En S. Arber, y J. Ginn (Coord.), Relaciones de género y envejecimiento. Enfoque sociológico, (pp. 17-34). Editorial Narcea.

Beauvoir, S. (1970). La vejez. Editorial Debolsillo.

Crawley, L. (2013). Affective inequalities: older women’s obligation to love and care. En S. M. Bamford y J. Watson (Eds), A compendium of Essays: Has the sisterhood forgotten older women? (pp. 62-65). ILC-UK. https://ilcuk.org.uk/has-the-sisterhood-forgotten-older-women/

Dubert, G. (1998). A antropología e o estudo dos grupos e das categorias de idade. En M. M. Lins de Barros (Org), ¿Velhice ou terceira idade? Estudos antropológicos sobre identidade (pp. 49-67). Fundação Getulio Vargas Editora.

Errázuriz, P. (2006). La subjetividad femenina. En K. Oyarzún (Comp.) Labores de Género. Modelo para Rearmar el Trabajo. Ediciones Generam. Universidad de Chile. Facultad de Filosofía y Humanidades.

Guajardo, G. y Hunneus, D. (2003). Las narrativas de la participación social entre los adultos mayores: entre la reciprocidad y la desolación. Notas de población XXIX(77), 17-33. https://repositorio.cepal.org/server/api/core/bitstreams/6d456fb1-9ca9-44b2-a614-385bc20951b4/content

Huenchuan, S. (2010). Envejecimiento y género: acercamiento a la situación específica de las mujeres en América Latina y a las recomendaciones internacionales. En Equipo Nieve (Eds.), Envejecimiento, género y políticas públicas. Coloquio regional de Expertos (pp. 15-32). Lucida Ediciones.

Ludi, M. del C. (2021). Envejecer en el actual contexto: Problemáticas y desafíos. Cátedra Paralela, (8), 33-47. https://doi.org/10.35305/cp.vi8.122

Moscovici, S. (1979). El Psicoanálisis, su imagen y su público (2a ed). Ediciones Huemul.

Oddone, J.; Vujosevich; J.; Andrés, H.; Gastron, L. (14-18 de julio de 2003). Género, representaciones sociales de la vejez y derechos humanos [Ponencia]. Simposio Viejos y viejas, participación, ciudadanía e inclusión social, 51 congreso Internacional de Americanistas. Santiago de Chile.

Oyarzún, K. (2006). Entre lo crudo y lo cocido: Sistema “Sexo-Género”. En K. Oyarzún (Comp.) Labores de Género. Modelo para Rearmar el Trabajo (pp. 9-18). Ediciones Generam. Universidad de Chile. Facultad de Filosofía y Humanidades.

Servicio Nacional del Adulto Mayor (2014). Glosario Gerontológico.

Tamer, N. L. (2008). La perspectiva de la longevidad: un tema para re-pensar y actuar. Revista Argentina de Sociología6(10), 91-110. http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1669-32482008000100007&lng=es&nrm=iso&tlng=es

Moreno Toledo, A. (2010). Viejismo (AGEISM). Percepciones de la población acerca de la tercera edad: estereotipos, actitudes e implicaciones sociales. Poiesis, (19). 1-10. https://revistas.ucatolicaluisamigo.edu.co/index.php/poiesis/article/view/101/

Wilson, G. (1996). “Yo soy los ojos y ella los brazos”: cambios en los roles de género en la vejez avanzada. En S. Arber y J. Ginn (Coord.), Relaciones de género y envejecimiento. Enfoque sociológico, (pp. 141-162). Editorial Narcea.

 

Dirección de correspondencia:

    Libertad Fresia Figueroa Ezzatti

    Contacto: libertadfigueroae@gmail.com

Esta obra se encuentra bajo una Licencia de Creative Commons

Reconocimiento-No Comercial-Compartir Igual 4.0 Internacional

 

1 Trabajadora Social, Pontificia Universidad Católica de Chile, Magíster en Trabajo Social, Pontificia Universidad Católica de Chile, Mediadora Familiar, Pontificia Universidad Católica de Chile. Diplomada en Gestión Pública e Innovación Social, USACH. Investigadora independiente, Chile. ORCID: https://orcid.org/0009-0008-5292-6661.

Correo electrónico: lrfiguer@uc.cl / libertadfigueroae@gmail.com