El ROL DEL APOYO SOCIAL FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA POBLACIÓN MAYOR

The role of social support in the face of climate change in the elderly population

fecha recepción: 1 de septiembre de 2022 / fecha aceptación: 28 de octubre de 2022

Camila Navarrete Valladares1 y José Sandoval-Díaz2.

 


Cómo citar este artículo:

Navarrete Valladares , C. y Sandoval-Díaz J. (2022). El rol del apoyo social frente al cambio climático en la población mayor. Revista Pensamiento y Acción Interdisciplinaria, 8(2), 13-33. https://doi.org/10.29035/pai.8.2.13

 

 

Resumen

El incremento del envejecimiento poblacional configura nuevos escenarios de riesgo y vulnerabilidad ante la intensificación de los desastres socionaturales producto del cambio climático, por lo que la gerontología ambiental juega un papel fundamental en la generación de nuevo y mayor conocimiento de los complejos entornos del envejecimiento. A partir de esta subdisciplina, se ha otorgado mayor importancia al reconocimiento de las capacidades para prevenir, responder y luego recuperarse de los desastres socionaturales de las personas mayores, siendo el apoyo social uno de los factores que llama la atención debido a su bajo consenso académico en los estudios, tanto conceptual como de intervención. Por consiguiente, la presente revisión de literatura busca identificar el rol que cumple el apoyo social como estrategia de afrontamiento de las personas mayores ante el cambio climático. Entre los resultados se identificaron las aproximaciones conceptuales del apoyo social desde el capital social, el contacto social, los contactos sociales, las redes de apoyo y de unión; además, se logró identificar las características deseadas del apoyo social para las personas mayores a nivel (i) instrumental, (ii) informativo, (iii) cultural/personal y (iv) emocional, y, por último, se reconocieron las variables existentes de acuerdo con la literatura en los ciclos de gestión del riesgo según la presencia o ausencia de apoyo social. Finalmente, se enfatiza la importancia de la toma de conciencia sobre el fenómeno del envejecimiento y el construir entornos amigables que refuercen los lazos afectivos con la comunidad, recalcando el valor del apoyo social en la mejora de la cohesión social, la confianza y las estrategias de afrontamiento dentro de las comunidades, destacando la importancia del empoderamiento y la capacidad de agencia de las personas mayores ante los desastres socionaturales.

Palabras claves: apoyo social, cambio climático, desastres socionaturales, gerontología ambiental, personas mayores

 

Abstract

The increase in population aging configures new scenarios of risk and vulnerability in the face of the intensification of socio-natural disasters as a result of climate change, for which environmental gerontology plays a fundamental role in the generation of new and greater knowledge of the complex environments of aging. From this subdiscipline, greater importance has been given to the recognition of the capacities to prevent, respond and then recover from socio-natural disasters of older people, with social support being one of the factors that draws attention due to its low academic consensus in studies, both conceptual and interventional. Therefore, this literature review seeks to identify the role played by social support as a coping strategy for older people in the face of climate change. Among the results, the conceptual approaches of social support were identified from social capital, social contact, social contacts, support and union networks, in addition, it was possible to identify the desired characteristics of social support for older people at the (i) instrumental, (ii) informative, (iii) cultural/personal and (iv) emotional, and, finally, the existing variables were recognized according to the literature in risk management cycles according to the presence or absence of support Social. Finally, the importance of becoming aware of the phenomenon of aging and building friendly environments that strengthen affective ties with the community is emphasized, emphasizing the value of social support in improving social cohesion, trust and strategies of communication coping within communities, highlighting the importance of empowerment and agency capacity of older people in the face of socio-natural disasters.

Keywords: social support, climate change, socio-natural disasters, environmental gerontology, elderly

Introducción

El cambio climático es uno de los mayores desafíos que debemos enfrentar como sociedad; sin embargo, este riesgo se intensifica en las poblaciones que son más vulnerables, tales como niños/as, adolescentes, mujeres y personas mayores (Malak et al., 2020). Pese a estas condiciones de susceptibilidad, son estas últimas (personas mayores) las que necesitan movilizar más recursos para afrontar de modo eficaz los distintos riesgos emergentes que conlleva el cambio climático.

Actualmente son diferentes organismos internacionales, tales como HelpAge (2009), los que mencionan la importancia de conocer los riesgos ambientales bajo el contexto de cambio climático, sumado a la capacidad de adaptación de las poblaciones que envejecen. Sin embargo, existe un escaso conocimiento de los impactos del cambio climático sobre el envejecimiento demográfico, así como la comprensión de la relación entre los ambientes expuestos y las capacidades de adaptación de las personas mayores vulnerables a los desastres socionaturales (Chávez-Alvarado y Sánchez-González, 2016; Sandoval-Díaz y Cuadra-Martinez, 2020).

Bajo el siglo en curso, se prevé un gran aumento del envejecimiento poblacional, principalmente en las ciudades de América Latina y el Caribe, esto en paralelo ante la creciente intensificación de riesgos naturales y eventos extremos, tales como inundaciones y olas de calor (Chávez-Alvarado y Sánchez-González, 2016); repercutiendo no solo en que la capacidad de agencia de los gobiernos se vea limitada en su accionar, sino también en nuevas configuraciones de riesgo multinivel para este grupo etario.

En función de esta problemática climática en curso, la gerontología ambiental surge como una “especialidad encaminada a conocer, analizar, modificar y optimizar la relación entre la persona que envejece y su entorno físico-social, que tiene aportaciones de disciplinas como la psicología, la medicina, la arquitectura, la geografía, la sociología y la antropología” (García-Valdez et al., 2019, pág. 104); demandando la generación de nuevo y mayor conocimiento de los heterogéneos entornos del envejecimiento, especialmente de aquellos que presentan un peligro social o ambiental de gran riesgo (Sánchez González y Chávez Alvarado, 2016). Por tanto, se torna necesario examinar los desafíos y las necesidades particulares de las personas mayores para hacer frente a los emergentes riesgos ambientales emergentes (Haq y Gutman, 2014).

Actualmente, las personas mayores se consideran uno de los grupos con mayor susceptibilidad a los riesgos naturales (Chávez-Alvarado y Sánchez-González, 2016), en particular aquellas con enfermedades preexistentes y viven en circunstancias socioeconómicas precarias, habitan entornos rurales o ciudades con gran densidad poblacional (Loughnan et al., 2014). Asimismo, algunos trabajos destacan la limitada capacidad de supervivencia de las personas mayores ante el impacto de desastres socionaturales, lo que es producto de los aumentos en los problemas de salud, la movilidad reducida, los mayores índices de aislamiento y, por consiguiente, mayor exclusión social y problemas de acceso a servicios sociales y de salud (Brockie y Miller, 2017; Chávez-Alvarado y Sánchez-González, 2016; Malak et al., 2020).

En consecuencia, las personas mayores requieren diversas capacidades para prevenir, responder y luego recuperarse de los desastres socionaturales (Sandoval-Díaz y Cuadra-Martínez, 2020; Sandoval-Díaz et al., 2022b). Entre los recursos necesarios se pueden considerar: A nivel i) individual, el rango de ingresos, escolaridad y la existencia o no de morbilidades; A nivel ii) social, la cercanía a la familia, amigos, contactos sociales y redes de apoyo; A nivel de iii) políticas gubernamentales de protección, se puede considerar los beneficios y/o apoyos dados desde las políticas de seguridad existentes, la asistencia sanitaria y los servicios sociales, por mencionar solo algunos (Haq y Gutman, 2014).

Actualmente, la falta de apoyo institucional y de políticas públicas hacia las personas mayores implica que exista una dificultad en mantener el abastecimiento de los equipamientos y la calidad de los servicios. A esto se suma el distanciamiento entre quienes gobiernan y este grupo etario, mermando la participación, su inclusión social y obstaculizando el desarrollo del envejecimiento activo (Sánchez González y Chávez Alvarado, 2016). Por lo tanto, es fundamental proporcionar seguridad a través de la creación de nuevas políticas, acercando la creación de estas mismas a las personas mayores, siendo esta la clave principal para fomentar las estrategias de afrontamiento y el bienestar a través de las capacidades físicas y psicológicas adecuadas para lograr una adaptación eficaz ante el cambio climático.

En línea con lo señalado, el presente trabajo tiene como propósito identificar el rol que cumple el apoyo social como estrategia de afrontamiento de las personas mayores ante el cambio climático, aspecto relevado en la literatura académica reciente (Almazan et al., 2019; Eady et al., 2020; Rich et al., 2018). Pese a esta importancia, aún hay escasa información en español de las características que debe poseer el apoyo social para considerarse un factor protector en la literatura latinoamericana. De igual modo, se busca acortar la brecha de desigualdad en los estudios de personas mayores en comparación con otros grupos etarios, más aún cuando se habla de la vulnerabilidad ante el cambio climático (Mora y Palacios, 2021; Vásquez et al., 2018).

Marco referencial

Poblaciones vulnerables y cambio climático

A partir de este marco referencial, se comprenderá que las poblaciones más vulnerables ante el cambio climático son los/as niños/as, adolescentes, mujeres y personas mayores, esto debido a las características particulares de cada grupo, por tanto la vulnerabilidad de una población ante un desastre socionatural es definida según la “capacidad de una población para anticipar, hacer frente, resistir y recuperarse del impacto de un peligro socionatural” (Burton et al., 2016, pág. 240).

Por lo tanto, a partir de esta vulnerabilidad, es importante que la capacidad adaptativa de las personas mayores disminuya su nivel de riesgo ante los desastres, entendiendo esta adaptación como la “capacidad de un sistema para ajustarse al cambio climático, moderar los daños potenciales, tomar ventaja de las oportunidades y enfrentar las consecuencias” (Magrin, 2015, pág. 5).

En concordancia, una población que logra su adaptación sin mayores dificultades ante los desastres socionaturales, anticipándose y/o recuperándose con escasa asistencia de agentes externos, es considerada menos vulnerable a los impactos generados, y, por consiguiente, se le denomina una población resiliente comunitariamente (Sandoval-Díaz, 2020). Sin embargo, al hablar de personas mayores se deben considerar otros factores socioestructurales que incrementan la vulnerabilidad, entre ellos los socioeconómicos, demográficos y multimorbilidades.

Además, para lograr esta resiliencia, es importante el despliegue de distintas estrategias de afrontamiento, las que pueden ser a nivel individual y colectivo, siendo la primera considerada como como un “conjunto de capacidades para hacer frente a una situación estresante, transformándose en un factor estabilizador de respuesta ante y durante la crisis” (Sandoval-Díaz et al., 2022a, pág.3), y la segunda distinguida como las estrategias realizadas a partir de la evaluación y las acciones para resolver un problema, producidas dentro del contexto social, siendo fundamental la movilización de las relaciones y circunstancia en que las personas deberán compartir responsabilidades, actuando colectivamente para hacer frente a la situación estresante (Villagrán et al., 2014).

Entre los distintos recursos y estrategias de afrontamiento que han sido estudiados para lograr reducir la vulnerabilidad ante desastres, los investigadores se han concentrado en el factor social de la persona mayor, separando el capital social en tres tipos principales: i) vínculos, referido a las conexiones cercanas entre personas similares, como familiares, amigos y vecinos, ii) puentes, enfatizando las relaciones entre personas que difieren en clase, geografía o edad, que a menudo se desarrollan a partir de la participación en organizaciones cívicas, políticas y deportivas o de interés y, por último, iii) vincular, referenciando las relaciones con instituciones que tienen un poder relativo en la toma de decisiones gubernamentales (Brockie y Miller, 2017). Por lo tanto, el bajo capital social se encuentra como un factor en la configuración de la vulnerabilidad de los grupos poblacionales excluidos, por ejemplo, del acceso a los recursos o de la toma de decisiones (Sandoval Díaz et al., 2022b; Wolf et al., 2010).

Metodología

Procedimiento y estrategias de búsqueda

Se realizó una revisión sistemática de la literatura siguiendo los lineamientos y recomendaciones de la declaración de Ítems Preferidos de Reporte para Revisiones Sistemáticas y Metaanálisis [PRISMA] (Liberati et al., 2009; Urrutia y Bonfill, 2010). Con esto, se exploraron artículos publicados entre los años 2010 y 2021 en cuatro bases de datos —Web of Science, Scopus, EBSCO host y Scielo—. La búsqueda se limitó a artículos empíricos realizados en español, inglés y/o portugués que incluyeran las palabras clave “adaptive capacity”, “climate change”, “elderly”, “coping” y/o “resilience”, utilizando el operador booleano AND y OR con el símbolo + y comillas.

Selección de los estudios

Se realizó una selección por etapas. Primero, se compilaron todos los 50 artículos recolectados; segundo, se leyeron los títulos y se eliminaron los duplicados; tercero, se realizó la lectura de títulos, resúmenes, palabras clave e instrumentos utilizados, eliminando aquellos que no cumplían con los criterios de inclusión; y, cuarto, se llevó a cabo una lectura a texto completo, eliminando los estudios teóricos, instrumentales o que no centraban sus resultados en las palabras claves. Finalizada la selección, se realizó una síntesis con el fin de comparar los diferentes estudios.

Resultados y discusión

El rol del apoyo social ante el cambio climático

Actualmente las investigaciones se han concentrado en buscar estrategias que fomenten la capacidad adaptativa, siendo el capital social una de las áreas más importantes al relevar el rol del apoyo social, así como también de las redes de apoyo. Sin embargo, del capital social muy pocos estudios se han encargado de sistematizar alguna conceptualización que permita reconocerla sin confundirla con sus derivados, es decir, realizar una diferenciación con respecto a las nociones de contacto social, contactos sociales, redes de apoyo, de unión y, por último, del apoyo social.

De este modo, a través de la Figura 1 presentamos un flujo deductivo de las conceptualizaciones de las investigaciones revisadas, las que van desde el capital social, siendo un concepto amplio, hacia los contactos sociales y luego el contacto social, donde se observa una simetría entre las redes de apoyo y las redes de unión hasta llegar al apoyo social, siendo este último un concepto más específico dentro de la temática.

 

Figura 1

Flujo de la conceptualización de apoyo social

Flujo de la conceptualización de apoyo social

 

En primer lugar, las investigaciones han manifestado una comprensión del capital social como la “capacidad para movilizar recursos en función de sus relaciones sociales y su posición dentro de la estructura social” (Brockie y Miller, 2017, pág. 73), observando que las comunidades con un capital social consolidado eran más eficaces en la difusión de información, así como en la facilitación de asistencia económica y física, además de fomentar una recuperación general más exitosa para las personas que forman parte de estas comunidades.

A su vez, otros estudios realizan una distinción entre la conceptualización de contactos sociales y de contacto social, siendo la primera entendida como “aquellas personas que brindaron apoyo diario, es decir, personas que brindan actividades de atención anticipatoria, preventiva y de supervisión” (Wolf et al., 2010, pág. 46) y la segunda comprendida como la “persona identificada por el participante anciano como disponible para brindar apoyo, consejo o asistencia (incluso recíprocamente entre cónyuges)” (Wolf et al., 2010, pág. 46).

En cuanto a las redes de apoyo y las redes de unión no se logra reconocer grandes diferencias; sin embargo, en la literatura continúan mencionándolas como conceptos distintos, pese a no realizar distinciones explícitas de cada una. De este modo, lo que se logra comprender es que las redes de apoyo están conformadas por la participación de las personas mayores en actividades, favoreciendo la cohesión social y la proactividad (Chávez-Alvarado y Sánchez-González, 2016); en cambio, las redes de unión se basan en los vínculos de apoyo entre personas con identidades compartidas (Wolf et al., 2010).

Finalmente, a través de estos conceptos se da paso al apoyo social, concepto que es nombrado en diversos estudios como una de las áreas más específicas del componente social. Sin embargo, ninguna de estas investigaciones se ha encargado de concretar o aproximar alguna definición que permita conceptualizar ni generalizar empíricamente su concepción (Astill y Miller, 2018; Burton et al., 2016). Por lo tanto, hasta ahora solo se han realizado aproximaciones de sus beneficios potenciales, entre ellos: menor exposición a riesgos productos del cambio climático (Gamble et al., 2013; Lou et al., 2021), apoyo en la toma de decisiones (Marvuglia et al., 2020) y en la atención de salud (Oven et al., 2012).

A partir de estas aproximaciones será fundamental identificar cuáles son las principales características que debe poseer quien cumplirá el rol de apoyo social en las personas mayores, reconociendo la importancia de este en los procesos adaptativos frente al cambio climático.

 

Características del apoyo social para personas mayores

Al considerar el apoyo social como un factor protector, es importante considerar las características que este debe poseer, resumiéndolas en cuatro niveles: instrumental, informativo, cultural-personal y emocional (ver Tabla 1).

A nivel instrumental3, se espera que quien cumpla el rol de apoyo social pueda contar con recursos financieros para brindar asistencia, mejorar las viviendas y/o reparar algunas de las consecuencias materiales de los inmuebles luego de un desastre socionatural (Burton et al., 2016; Gamble et al., 2013). Otra de las características es que esta persona y/o institución pueda brindar asistencia y asesoramiento en torno a lo que la persona puede necesitar (Gamble et al., 2013; Kaluarachchi, 2013), así como el contar con acceso al apoyo institucional o, en efecto, acompañar a la persona mayor para la obtención de este apoyo (Mucke y Litvinovitch, 2020).

A nivel informativo, se espera que este apoyo social actúe con datos certeros de lo que está ocurriendo (Gamble et al., 2013; Rhoades et al., 2019), ya sea ante una inundación, ola de calor u otro evento extremo, con la finalidad de reconocer cómo actuar ante estos riesgos en conjunto y/o hacia las personas mayores. Por consiguiente, se espera que quien cumpla este rol sea un promotor de la salud (Arnberger et al., 2017), fomentando que este grupo etario acceda a prestaciones de salud e intente aminorar las consecuencias producto de los desastres (Rich et al., 2018). Por último, se releva la importancia de que en base al apoyo social se pueda identificar previamente los lugares más cercanos que se encuentran habilitados como refugios para las personas mayores (Al-Rousan et al., 2015; Sánchez González y Chávez Alvarado, 2016), ya sea para mitigar el impacto de las olas de calor u obtener un albergue de forma temporal en caso de ciclones, inundaciones, entre otros.

A nivel tanto cultural como personal existe una mayor diversidad de características esperadas; sin embargo, se destaca que este apoyo social se encuentre libre de estigmatizaciones y que, por lo tanto, tenga una valoración positiva sobre la etapa de envejecimiento, considerando a la persona mayor como capaz y con poder de agencia para transformarse y ser resiliente (Kan y Lejano, 2021). Además, la percepción de riesgo de quien apoya socialmente debe ser atingente a las circunstancias y contexto, a modo de identificar el potencial peligro (Kemen et al., 2021); por lo tanto, es fundamental que este apoyo social cuente con las estrategias de apoyo adecuadas para lograr una adaptación a los riesgos climatológicos (Tran et al., 2020). En consecuencia, si se busca que las personas mayores se adapten, lo esperado es que este apoyo sea dado por una persona y/o institución que ya reconozca cómo adaptarse, contando, además, con la habilidad comunicativa para expresar los riesgos y sus formas de afrontamiento (Park et al., 2021).

Por último, a nivel emocional, se espera que este apoyo social tenga la preparación necesaria para sostener y contener psicosocialmente frente a sucesos traumáticos (Almazan et al., 2019; Seebauer y Winkler, 2020) y que también pueda aliviar la ansiedad de las personas mayores ante evacuaciones (White-Newsome et al., 2011), considerando el gran apego que posee este grupo etario a su lugar de origen y/o residencia (Seebauer y Winkler, 2020).

 

Tabla 1

Características esperadas del apoyo social según nivel

Nivel de apoyo social

Características esperadas

Instrumental*

Recursos financieros

Brindar asistencia y asesoramiento

Acceso al apoyo institucional

 

Informativo*

 

Información certera de lo ocurrido

Promoción de salud

Conocimiento de refugios cercanos

 

Cultural/Personal

 

Libre de estigmatizaciones

Respeto al envejecimiento

Percepción de riesgo

Estrategias de afrontamiento

Capacidad para adaptarse a los cambios

Habilidad comunicativa

 

Emocional*

 

Contener frente a sucesos traumáticos

Aliviar la ansiedad en evacuaciones

 

*Niveles propuestos por Sampson et al. (2013).Fuente: Elaboración propia

 

Apoyo social ante desastres socionaturales

A través de las investigaciones se ha sugerido que no necesariamente todas las redes y el apoyo social que ha sido fundado a través de la confianza mutua sirven para los intereses de las personas mayores, en especial frente a la prevención, respuesta y recuperación ante desastres socionaturales (Wolf et al., 2010). Por lo tanto, quien cumpla este rol, entre menos simétrica establezca la relación con quien necesite apoyo, mayor será la capacidad para crear cambios que logren fomentar las estrategias de afrontamiento ante los desastres en las personas mayores.

En consecuencia, observamos las variables que pueden verse influenciadas por el apoyo social en distintos niveles del ciclo de gestión de riesgo (ver Tabla 2). Por un lado, se puede observar que el apoyo social favorece, i) una mayor percepción del riesgo ante el cambio climático, ii) la planificación comunitaria de recuperación, iii) el reconocimiento de estar en una zona de riesgo, y iv) la reubicación de viviendas en zonas no expuestas a riesgos. Por otro lado, se pudo dilucidar que el no contar con apoyo social influye en una, i) mayor percepción de soledad al no poder acudir con alguien luego de un evento riesgoso, también se observa,
ii) mayor sensación de autosuficiencia al considerarse personas independientes,
iii) existe mayor estrés económico, debido a que no siempre cuentan con los recursos necesarios para lograr reparar y/o modificar la vivienda. Además, no se percibe que exista una diferencia en cuanto al reconocimiento de necesidades con o sin presencia de apoyo social. Por último, tanto la preparación de desastres como la percepción de vulnerabilidad cuando no se cuenta con apoyo social dependen del nivel de exposición al riesgo (Hoehne et al., 2018; Mucke y Litvinovitch, 2020; Rhoades et al., 2018).

 

Tabla 2

Variables existentes de acuerdo con la literatura en los ciclos de gestión del riesgo según la presencia o ausencia de apoyo social

Prevención: Etapa previa a la ocurrencia de un evento o incidente adverso, a fin de evitarlo o suprimirlo, y de no ser posible, reducir al máximo los efectos o impactos negativos.

Preparación de desastres

Sí/No*

Acceso a información preventiva

Reconocimiento de necesidades

No

No

Percepción del cambio climático

No

Percepción de vulnerabilidad

 

No

Sí/No*

Respuesta: Etapa propia de atención y control de un evento o incidente destructivo actual.

Resiliencia

Percepción de riesgo

 

Recuperación: Etapa destinada a recuperar, tanto las condiciones básicas de vida, como también, el volver al estado de desarrollo previo y, si es posible, superar ese nivel.

Planificación comunitaria

No

Percepción de soledad

No

Sensación de autosuficiencia

No

Reconocimiento de zona de riesgo

No

Estrés económico

No

Reubicación de vivienda

 

No

Ciclo de gestión del riesgo

Variables existentes

Con apoyo social

Sin apoyo social

*Depende del nivel de exposición del riesgo de la persona mayor (Hoehne et al., 2018; Mucke y Litvinovitch, 2020; Rhoades et al., 2018).

Fuente: Elaboración propia basado en ciclo de gestión de riesgo del Ministerio de Educación (s.f.).

 

Los estudios han observado que las redes que tienen vínculos horizontales con agentes o personas externas y que comparten identidades sociales suelen ser señaladas como fuentes de conflictos potenciales (Wolf et al., 2010). Esto se debe a que, en muchas ocasiones, estas redes de apoyo suelen carecer de los recursos necesarios para fomentar el desarrollo de estrategias de afrontamiento, sobre todo frente a riesgos naturales, puesto que estas relaciones horizontales poseen puntos de vista similares, impidiendo obtener una mirada alternativa de lo que ocurre.

Del mismo modo, se ha observado que quien pretende apoyar en varias ocasiones carece de una percepción real del riesgo al que se ven enfrentados, intentando limitar la capacidad de agencia de las personas e, inclusive, cayendo en estereotipos de la vejez, mermando el valor de la autonomía de la persona mayor (Chávez-Alvarado y Sánchez-González, 2016; Kaluarachchi, 2013). Una explicación alternativa para esta disonancia en la percepción de riesgo podría estar relacionada con que la naturaleza de estas relaciones no fomenta las capacidades y la independencia de las personas mayores (Brockie y Miller, 2017; Nunes, 2018), sino que, más bien, perpetúa las limitaciones, siendo importante contar siempre con una mirada problemática de las situaciones que acontece a la persona mayor.

En cuanto al apoyo entre personas mayores, actualmente hay mucha literatura que apoya las afirmaciones sobre las ventajas y beneficios del apoyo social ante el cambio climático, sobre todo frente a cuestiones de salud. Sin embargo, las mismas redes de unión que se logran en grupos con identidades compartidas suelen ser espacios muy poco probables que se desafíen a realizar un cambio entre sí de acuerdo con sus creencias, siendo este un riesgo (Wolf et al., 2010). En otras palabras, ante estas situaciones, ya no sería únicamente una persona mayor en peligro, sino que también toda la comunidad que se le relaciona y que ha formado un vínculo de apoyo en común con él/ella.

 

Importancia de la comunicación en emergencia

Actualmente, las personas mayores carentes de apoyo social y con una capacidad limitada para usar tecnologías de comunicación podrían correr un riesgo aún mayor, al momento de no recibir advertencias oportunas del proceso de riesgo de desastre, más aún cuando no cuentan con la preparación adecuada para enfrentarlos (Rhoades et al., 2018; Yang y Yoon, 2021).

En suma, la dificultad de prepararse y recuperarse de un desastre puede ser más común en aquellas personas mayores que se encuentran viudas y que actualmente se encuentran viviendo sin compañía, incluyendo la limitada experiencia para obtener asistencia, puesto que antes quienes solían realizar estas labores eran sus parejas (Dyer et al., 2008). De este modo, la capacidad de adaptación no dependería únicamente de los recursos disponibles, sino también de una comunicación de riesgos que sea eficaz y oportuna entre las distintas relaciones y comunidades (Gamble et al., 2013).

Es importante potenciar la capacidad de agencia de las personas mayores en la creación de estrategias que sean más adaptativas a la hora de enfrentar el cambio climático, por lo tanto, crear consultas comunitarias con este grupo etario, sumado a la participación horizontal de los/las investigadores/as, se vuelven herramientas vitales para la gestión de comunicación y conocimiento de los riesgos (Eady et al., 2020). En este contexto, la gerontología ambiental, al establecer un enfoque relacional de la comunicación de riesgos entre este grupo etario, permite que sean las propias personas mayores quienes pueden ayudar a identificar, gestionar y comunicar el conocimiento de la vulnerabilidad, disminuyendo la susceptibilidad actual que hay frente a la percepción de riesgo (Kan y Lejano, 2021) y, a su vez, permitiría reducir sustancialmente la mortalidad y la morbilidad de este grupo frente al cambio climático (Petkova et al., 2015).

Por consiguiente, el uso de un lenguaje que sea relevante, accesible y atractivo para las personas mayores es fundamental para la captación de información, evitando un lenguaje que sea técnico, científico y alejado de los sentidos comunes poblacionales. Además, es primordial que el lenguaje esté basado en las fortalezas y no en debilidades que puedan caer en la estigmatización social (Eady et al., 2020), fomentando la independencia y la capacidad de agencia de las personas mayores. En este sentido, es importante que esta comunicación sea transmitida a través de los medios a los que suele acceder mayormente este grupo etario, es decir: televisión, periódicos y radio (Farbotko y Waitt, 2011).

 

Rol de los gobiernos

En la actualidad, las personas mayores requieren mayor atención por parte de las organizaciones, ya sean gubernamentales o de voluntariado, principalmente debido a su baja participación social, más aún cuando son comparadas con poblaciones más jóvenes, en donde se destaca el menor acceso a recursos económicos, físicos y de esparcimiento, lo que las hace un grupo etario especialmente vulnerable ante el cambio climático (Malak et al., 2020).

Las acciones gubernamentales que han sido implementadas han dejado al descubierto el desconocimiento sobre cómo gestionar el riesgo ante una sociedad que envejece en un contexto de cambio climático (Chávez-Alvarado y Sánchez-González, 2016), más aún ante la respuesta a la intensificación de eventos extremos, por lo tanto, es vital que las instituciones puedan generar los cambios estructurales necesarios para fortalecer la adaptación.

En general, tanto las instituciones como los gobiernos nacionales y locales, incluidas las autoridades de salud pública y de asistencia social, deben trabajar junto con otras organizaciones, incluidas las de índole comunitario y de voluntariado, para desarrollar medidas que puedan garantizar el bienestar de este grupo etario; sin embargo, estas nuevas prioridades deben ser creadas desde y hacia las personas mayores, conformando un enfoque integrado (Kan y Lejano, 2021).

Estas organizaciones e instituciones podrían tener como objetivo trabajar juntas en el examen de aspectos y características particulares de las personas mayores en su cotidianidad, identificando aquellas fundamentales para responder a los riesgos, implementando medidas para: i) mejorar la salud y disminuir la incidencia de multimorbilidades; ii) fortalecer las estrategias adaptativas para que este grupo reconozca qué hacer en caso de algún evento, fomentando la proactividad; iii) mejorar la percepción de riesgo y los impactos de este en las personas; iv) mejorar las redes de apoyo en torno al individuo y la incorporación de las personas mayores a nuevas actividades recreativas; v) reducir el costo de asistencias médicas, y vi) de mejoramiento en la calidad de vivienda (Nunes, 2018).

Conclusiones

Es fundamental que no olvidemos que las respuestas a cómo enfrentar el cambio climático ante un envejecimiento sostenido de la población no vendrá únicamente a través del avance científico (ya sea entornos inteligentes, soluciones basadas en la naturaleza, nuevas propuestas de movilidad y productos tecnológicos, entre otros), sino, sobre todo, de la toma de conciencia pública sobre el fenómeno del envejecimiento y la importancia de construir entornos que sean amigables y que refuercen los lazos afectivos con la comunidad (Malak et al., 2020).

Los cambios en las políticas de gestión de riesgo de desastre (en pro de la autosuficiencia y las fuentes más formalizadas de capital social) resaltan la necesidad de construir comunidades fuertes y saludables que puedan acceder a información efectiva, guiándose a que sean capaces de recuperarse adaptativamente de los riesgos naturales. En definitiva, los resultados de esta revisión enfatizan la importancia del apoyo social como medida de mejora de la cohesión social, la confianza y las estrategias de afrontamiento dentro de las comunidades (Brockie y Miller, 2017). Sin embargo, se debe considerar que no por el mero hecho de que exista apoyo social significa que la persona mayor será más resiliente, en comparación con otras que no posean este apoyo social, puesto que también se deberán contemplar otros factores tales como la capacidad para efectuar planes realistas y seguir los pasos necesarios para realizarlos, el mantener una visión positiva de sí mismos y mayor confianza en sus fortalezas y habilidades, así como en sus destrezas en la comunicación y en la resolución de problemas y, por último, la capacidad para controlar sus emociones y sentimientos (American Psychological Association, 2011; Sandoval-Díaz et al., 2022b).

Por último, será primordial que se fomente el empoderamiento de las personas mayores en la agencia de su propio desarrollo, traspasando el poder de las instituciones a este grupo etario, reconociéndolos como actores informados, hábiles e ingeniosos ante el proceso de riesgo de desastre (Sandoval-Díaz et al., 2022b), enfatizando la importancia de co-contruir un apoyo social basado en las características necesarias de este, es decir, facilitar los procesos adaptativos y resilientes, bajo la intervención de procesos colectivos de implicación, participación y empoderamiento al interior de las comunidades expuestas-susceptibles ante los desastres socionaturales (Enarson et al., 2018; Sandoval-Díaz et al., 2022a).

A nivel de limitaciones, observamos que aún no existe un acuerdo en la literatura sobre las conceptualizaciones de capital social y sus derivados, por lo que se desconoce si en los resultados de los estudios actuales se encuentran alineados teóricamente y, en consecuencia, obstaculizan el diseñar propuestas aplicadas y prácticas de intervenciones coherentes con las necesidades de este grupo.

Además, actualmente existe una baja disponibilidad de estudios empíricos e interdisciplinarios, por lo que el alcance del análisis se ve mermado, siendo importante abordar otros aspectos psicosociales vinculados a la salud mental y al afrontamiento del riesgo, tales como la depresión, ansiedad y estrés en las personas mayores, siendo estos factores los que incrementan el confinamiento de este grupo etario frente a riesgos naturales, impactando en su calidad de vida (Carter et al., 2016; Williams et al., 2019).

Referencias bibliográficas

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Agradecimientos

Se reconoce el apoyo del proyecto FONDECYT N° 11200683 “Riesgos socionaturales intensificados por el cambio climático: Análisis de la vulnerabilidad-resiliencia social a escala local”

 

Dirección de correspondencia:

Camila Navarrete Valladares

Contacto: cpnavarrete@ubiobio.cl

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1  Chilena, Psicóloga, Licenciada en Psicología, Universidad del Bío Bío, Chillán, Chile, ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5879-5761. Correo electrónico: cpnavarrete@ubiobio.cl.

 

2  Chilena, Psicólogo, Doctor en Psicología, Director del Centro de Estudios Ñuble, Universidad del Bío Bío, Chillán, Chile, ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7247-7113. Correo electrónico: jsandoval@ubiobio.cl.

 

3 Comprendiéndose como el comportamiento orientado a la prestación de ayuda directa o de servicios.