REFLEXIONES SOBRE DISEÑO DE ENTREVISTAS PARA ANÁLISIS DEL ENVEJECIMIENTO EN LA ACADEMIA

Reflections about design of interviews for analysis of aging in academy

fecha recepción: 06 de marzo de 2023 / fecha aceptación: 11 de junio de 2023


Felipe Roboam Vázquez Palacios1, Laureano Reyes Gómez2 y Angélica Rodríguez Abad3

 


Cómo citar este artículo:

Vázquez Palacios, F. R., Reyes Gómez, L. y Rodríguez Abad, A. (2023). Reflexiones sobre diseño de entrevistas para análisis del envejecimiento en la academia. Revista Pensamiento y Acción Interdisciplinaria, 9(1), 78-93. https://doi.org/10.29035/pai.9.1.78

 

 

Resumen

El objetivo es recoger información empírica, relatos, experiencias y sentires de académicos miembros del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) que se encuentran activos con más de 30 años de servicio y han entrado en un proceso de envejecimiento, con edades mayores de 60 años. Los profesores/investigadores son de alto nivel académico con perfil de doctor que desarrollan actividades de docencia, investigación científica, difusión de resultados, formación de recursos humanos que implican una serie de compromisos para la generación y difusión del conocimiento. El interés de la entrevista es detectar posibles condiciones de salud como discapacidades, la creación de dependencia funcional en las actividades básicas de la vida diaria y funciones instrumentales, así como la autonomía que les permita desarrollar sus actividades académicas. El tema del autocuidado en la salud del investigador tiene un papel central en la formulación de la entrevista; información que permitirá comprender las estrategias que utiliza el investigador para cuidar y procurar su salud en edades avanzadas y mantener el nivel de producción científica que lo ubica como líder en el campo de conocimiento de su especialidad.

Palabras clave: diseño, guía de entrevista, investigadores, metodología, vejez

 

Abstract

The objective is to recover empirical information, stories, experiences and feelings of academic members of the National System of Researchers of the National Council of Science and Technology (CONACYT), who are active with more than 30 years of service and have entered into an aging process, at ages over 60 years. The professors/researchers are of a high academic level with a doctorate profile who develop teaching activities, scientific research, dissemination of results, training of human resources that imply a series of commitments for the generation and dissemination of knowledge. The interest of the interview is to detect possible health conditions such as disabilities, the creation of functional dependence on basic activities of daily living and instrumental functions, as well as autonomy that allows them to develop their academic activities. The issue of self-care in the researcher’s health has a central role in the formulation of the interview; information that will allow us to understand the strategies used by the researcher to care for and procure her health in advanced ages and to maintain the level of scientific production that places him as a leader in the field of knowledge of his specialty.

Keywords: design, interview guide, researchers, methodology, aging

Introducción

El artículo pone énfasis en el diseño de la guía de entrevista como instrumento de acopio de información desde una perspectiva cualitativa, cuyo objetivo de investigación es recuperar información empírica, relatos, experiencias y sentires de académicos, adscritos a tres universidades públicas estatales (Universidad Autónoma de Tlaxcala, Universidad Autónoma de Chiapas y Universidad Veracruzana), que se encuentran activos, con más de 30 años de servicio y han entrado en un proceso de envejecimiento en edades superiores a los 60 años. Se trata de académicos líderes en su ramo, con perfil de doctorado que desarrollan, por un lado, actividades de docencia, además de tareas de investigación científica, difusión de resultados, formación de recursos humanos, entre otras funciones; compromisos que implican una serie de acciones para la generación y difusión del conocimiento, desarrollo e implementación de ciencia y tecnología de alto nivel en diversas áreas del conocimiento (Físico-Matemáticas y Ciencias de la Tierra; Biología y Química; Medicina y Ciencias de la Salud; Humanidades y Ciencias de la Conducta; Ciencias Sociales; Biotecnología y Ciencias Agropecuarias e Ingenierías). Por otro lado, el interés de la entrevista, en función de la edad avanzada4, está en detectar posibles afecciones en la salud como la aparición de discapacidades, creación de las actividades básicas de la vida diaria instrumentales, o la autonomía que le permiten el desarrollo de sus actividades académicas funcionales sin mayores interferencias tanto físicas como mentales5. El autocuidado en la salud del investigador juega un papel central en la entrevista, información que nos permite entender las estrategias a que recurre él para cuidar y procurar su salud en edad avanzada y mantener el nivel de producción científica que lo coloca como líder en el campo de conocimiento de su especialidad.

Las trayectorias académicas y de investigación de los científicos son un referente crucial en la ciencia ante su contribución significativa en la construcción del conocimiento y tecnologías. Actualmente, las universidades e institutos de investigación se encuentran en un proceso de trabajo colectivo, colaborativo e intergeneracional; la presencia de jóvenes investigadores co-construyen junto al investigador de larga trayectoria nuevas preguntas, con enfoques, paradigmas, teorías, conceptos y aportes actuales para la investigación. Sin embargo, una de las realidades que en este siglo ha tomado interés por ser estudiada se refiere a las condiciones en el que los académicos han envejecido. Por tanto, no solo se ha tratado por conocer sus contribuciones, sino también los devenires del proceso del envejecimiento académico. Desde este panorama, han surgido preguntas que intentan dar cuenta acerca de las implicaciones que el envejecimiento celular, orgánico, sistémico, estructural, funcional, biológico e inclusive sociocultural y psicológico han permeado en la decisión de jubilarse o no. A partir de ello, en este artículo se intenta construir un diseño de entrevista que recupere las narrativas de los académicos mayores de sesenta años, a fin de superar las visiones negativas o positivas en torno a la vejez y la academia6.

En el diseño de la arquitectura de la entrevista que se aplicará con nuestros pares académicos queremos especialmente centrarnos en la efectividad de cada una de las preguntas que componen la guía de entrevista, todo ello en pos de mejorar la calidad de la información y el desarrollo de la charla en un ambiente lo más cálido posible y de mutuo respeto.

El Sistema Nacional de Investigadores (SNI) es un organismo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) que tiene el objetivo de reconocer la calidad e innovación de la investigación científica y tecnológica producida en México y otorgar reconocimientos e incrementar los salarios a los investigadores/as (Reyes y Surinach, 2015). Ser miembros del SNI es contar con una distinción académica que lo acredita como perteneciente a un grupo de élite y que ha sido evaluado en forma positiva por pares. Sin embargo, el ingreso y la permanencia en el SNI se traduce en una serie de requisitos que deben cumplirse a lo largo de toda su trayectoria, es decir, a través de una secuencia de experiencias y logros que un académico acumula a lo largo de su carrera, incluyendo su educación formal, participación en investigaciones, publicaciones, presentaciones, colaboraciones y reconocimientos obtenidos en la comunidad académica (Fetterman, 2010).

Es menester señalar que no solo se trata de ingresar al sistema (candidato), sino permanecer y transitar en los diferentes niveles (I, II, III y emérito). En cada nivel el grado de exigencia y comprobación de trabajo implica una serie de compromisos no solo personales, ya que, si bien las publicaciones de autoría propia son trascendentales, el trabajo en grupos y redes de investigación con diferentes instituciones académicas contribuyen significativamente al reconocimiento, rendimiento, productividad e impacto en el SNI.

Por tanto, si queremos saber de los miembros del SNI debemos de situar nuestras preguntas en la trayectoria académica y de investigación que ha seguido el investigador. Pero también en las dificultades que implica no solo la productividad, sino lo que existe detrás de todo ello: tiempo destinado, horas sin descanso, priorizar el trabajo antes que la salud-enfermedad, ansiedad, depresión e, inclusive, la dependencia de algún fármaco para controlar los niveles de estrés. Participar cada tres/cuatro años en la convocatoria para permanecer y/o transitar hacia otros niveles implica mantener actualizada la plataforma del SNI, demostrar productividad de altos estándares. De tal manera que todo ello impacte en ser aprobado para su permanencia en el sistema. Aunada a la investigación habría que sumar el tiempo destinado a la docencia, tutorías, asesorías, asistencia a congresos nacionales e internacionales, entrevistas, lo administrativo y un largo etcétera.

Al abordar el tema del envejecimiento en la academia de investigadores/as pertenecientes al SNI teníamos que reflexionar acerca de sus trayectorias, de reconocer los entramados detrás del reconocimiento, de la productividad y de la docencia a fin de problematizar los desafíos que enfrenta este colectivo en su proceso de envejecimiento. Para ello nos centramos en tres aspectos esenciales. A saber:

Desde estas tres esferas nos planteamos la formulación de preguntas y problematizar los retos que las y los investigadores se enfrentan al pertenecer al SNI, además de sumar a la preocupación que existe en torno a la investigación debido a que gran parte de sus investigadores/as han envejecido, y han superado en mucho la edad de jubilación marcada por la Ley. Seguir activo después de los 85 años de edad es todo un reto en varios aspectos.

Con base en estas consideraciones enmarcadas en el proyecto 501219 de Ciencia de Frontera del CONACYT8, nos propusimos formular una entrevista donde el objetivo fuera analizar el proceso de envejecimiento del personal de alto nivel académico, cuidando de entrevistar en igual número tanto a hombres como mujeres con trayectorias académicas superiores a las exigidas para el retiro de la actividad laboral.

En el diseño del instrumento de acopio de información, bajo una metodología cualitativa, fue fundamental darnos cuenta de la necesidad de plantearnos preguntas a lo largo del curso de vida de nuestros entrevistados; cada entrevistado ha vivido distintas trayectorias y puntos de inflexión que los han llevado a la situación actual.

Primero, el inicio de su historia académica en sus expectativas de vida; solo así podríamos construir las preguntas que nos darían una idea más o menos completa del investigador entrevistado y aproximarnos a la reflexión de su percepción de su curso de vida. En este proceso nos percatamos de la necesidad de saber qué no y qué sí podíamos preguntar en función de cada caso particular. También vimos que no se puede concebir un cuestionario metodológicamente bien construido de una vez y para siempre, ya que hay que estar constantemente enriqueciéndolo conforme avanza el proceso de investigación. Las preguntas clave en el diseño de la guía de entrevista fueron: ¿Cómo nos sitúan las preguntas en el proceso de investigación? ¿En qué posición nos colocan? ¿En qué forma la teoría y conceptos nos hacen decidirnos por una u otra pregunta? ¿Qué implica formular una pregunta sobre una situación probable y/o futura?

Con lo anterior, solo queremos dejar claro que el tratar de conocer la relación entre la vejez de los académicos, la dependencia en cuidados y atenciones y autonomía en el desarrollo de sus actividades, implicaba conocer las trayectorias académicas de los investigadores –¿cómo se insertaron al ámbito de la investigación?–; rastrear esos puntos de inflexión desde sus orígenes familiares y culturales en la academia, pero también desde la capacidad de agencia, las redes, los capitales, los desafíos y obstáculos y sus percepciones y logros para permanecer en el SNI. Todo ello, sin romantizar el envejecimiento de los investigadores. Lo que deseamos en pocas palabras, al construir cada pregunta, era conocer cómo se vive la vejez en los académicos y los planes a corto, mediano y largo plazo de jubilación. En fin, consideramos que el diseño de la entrevista, y más específicamente el hacer buenas preguntas para la recolección de datos es una tarea central que requiere conocer la pertinencia, límites, alcance y flexibilidad que tienen las preguntas para ser redefinidas a partir de su aplicación. El entrevistador, por su parte, juega un papel preponderante al entrevistar a un par académico, y debe hacer uso de la herramienta del rapport (Norfolk, et al., 2009), buscando lograr una conexión de empatía con su entrevistado y obtener una comunicación exitosa.

 

Breve estado del arte

El envejecimiento en la planta académica constituye uno de los retos fundamentales en torno a su presencia, productividad y permanencia en las universidades públicas de México. Recientemente, diversas investigaciones han pugnado hacia el cuestionamiento en torno a los profesores que han superado los sesenta años de edad, que desde perspectivas negativas han desvalorizado sus trayectorias académicas, asociando a este grupo de edad como un referente caracterizado por el deterioro físico, mental y social (Zavala et al., 2019). Desde esta connotación se ha justificado el relevo y renovación de la planta académica a fin de que aquellos académicos envejecidos puedan ser sustituidos por investigadores jóvenes. Esta postura ha generado controversias y debates en torno a una visión edadista, discriminatoria y acoso sobre los y las académicas envejecidas, bajo argumentos que señalan que el desarrollo de investigaciones, innovaciones y productividad va en declive.

Sin embargo, el problema va más allá de estas percepciones negativas. Y es que una de las grandes preocupaciones en torno a la jubilación de la planta académica va en función de las precarias condiciones económicas que ofrecen los sistemas de pensiones y jubilaciones por parte del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Esto es previsible en torno a los ingresos que un académico percibiría si optara por la jubilación; tal es así que, ante las reformas sobre el número de años de trabajo, los académicos deciden aceptar o postergar su retiro, debido a que es mayor su percepción económica si continúan vigentes y activos en la planta docente (Rodríguez, et al., 2009). Y es un hecho, si se obtienen mayores ingresos económicos, además del reconocimiento por sus instituciones y otras afines por su larga trayectoria académica, el resultado es continuar y no pensar en el retiro. Por otro lado, si optan por la jubilación, pierden en automático el estímulo económico que perciben por ser miembros del SNI. Además, se cree que esto desencadenaría otras condicionantes como la soledad, la depresión e, inclusive, la pérdida de su identidad ante tantos años de actividad intelectual y social.

Rodríguez et al. (2009) señalan que, en el caso de la planta docente de las instituciones de educación superior en los Estados Unidos, han implementado estrategias de acompañamiento para que los académicas de manera paulatina vayan transitando de la actividad laboral a la cesantía, de manera que su salida no sea tan drástica y repentina, sino más bien permitiéndoles continuar acudiendo a las instalaciones universitarias, brindando asesorías, cursos e, inclusive, concursando para la obtención de fondos para la investigación. A partir de este ejemplo, podemos referir en la importancia de que el fin de un ciclo laboral y académico de una persona debería ser paulatino, a fin de que la toma de decisión no afecte su propio proceso de retiro y, más bien, sea como una experiencia que favorezca una transición a una nueva etapa de la vida. Bajo estas opciones, habría un reconocimiento a un líder en una línea de investigación a fin de evitar sumergirlo en el olvido y el silencio.

Sin embargo, en contraste con la visión negativa en torno a la presencia de académicos envejecidos, otras investigaciones refieren que, a partir de los 50 años de edad cronológica, los profesores tienen mayor claridad sobre sus metas, prioridades e intereses de investigación, lo que respaldaría su productividad (Bland y Bergquist, 1997). Esto respaldaría la visión de que los académicos mayores se caracterizan por el desarrollo de una carrera como catedráticos y en la maduración de una línea de investigación (Coronel et al., 2013), al ser líderes en su campo de especialización, que además de la experiencia en la productividad y conformación de recursos humanos destaca la notoriedad de sus aportes en la generación y aplicación del conocimiento.

La edad de los 50 años es considerada como la etapa en el que se hace evidente un declive en la productividad de las y los académicos. No obstante, esta postura dista mucho de ser acertada e, inclusive, comprobada. Debido a que, tal y como refieren Rodríguez et al. (2009, p.597) “no hay certeza para fijar una edad en la que disminuyan las capacidades de los académicos”. Por tanto, las y los académicos que han participado en otras investigaciones han referido que la edad no es un referente para disminuir la productividad académica sino, más bien, se encuentran en un periodo de consolidación de sus capacidades físicas e intelectuales para continuar produciendo (Zavala et al., 2019).

Otro de los supuestos que rodea el envejecimiento de la planta docente va en función al tema de la discapacidad física y merma de la actividad intelectual, como base que limita la continuidad en la labor investigativa en torno a un padecimiento progresivo, crónico y discapacitante. No obstante, desde esta lógica ha sido posible identificar que, si bien las enfermedades crónicas y degenerativas, tales como la diabetes, el cáncer, las demencias, el párkinson o el alzhéimer se hacen presentes especialmente en grupos de edad mayores de 60 años, esta no es una constante que caracterice a la población académica. Pese a que los tiempos destinados al trabajo colegiado, de docencia e investigación imperan en condiciones de jornadas de trabajo extenuantes, sí existe una mirada hacia el cuidado de sí mismos, ante los exámenes médicos para la detección oportuna de enfermedades, pero también la importancia del deporte (no siempre de alto impacto, mayoritariamente prefieren el yoga), del descanso y espacios para liberar el estrés y la ansiedad. Por tanto, generalizar una condicionante como si se tratara un grupo homogéneo que presentaría estos dilemas de salud-enfermedad estaría trayendo consigo una serie de supuestos sin fundamentos en torno a las y los académicos de alto rendimiento.

Para el caso de este artículo y en función con el objetivo del proyecto eje, “Prospectivas y escenarios sexenales sobre el envejecimiento demográfico en relación a la salud y cuidados personales, como problemas críticos de interés nacional”, se pretende conocer otras aristas sobre el envejecimiento de la planta académica, entrevistando en profundidad a profesores-investigadores pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores a fin de dialogar acerca de sus trayectorias académicas, especialmente en la edad avanzada.

Por tanto, el artículo busca hacer un ejercicio de reflexión para describir el trayecto metodológico para la construcción de una guía de entrevista, con la intención de vislumbrar áreas, experiencias y relatos no nombrados por otras investigaciones. Sino, más bien, de situar al investigador en la vejez como un agente que ha sabido identificar condiciones del cuidado de su salud, del sostenimiento de las redes familiares y sociales, y la maduración de una o varias líneas de investigación que se demuestra no solo en su consolidación, sino en las vastas publicaciones y participación en eventos académicos. Todo ello para transitar desde aquella mirada del envejecimiento académico bajo un posicionamiento encarecido en un enfoque de “decadencia” hacia, más bien, de posicionar la importancia de académicos mayores que son los referentes principales tras sus destacadas trayectorias profesionales. Es decir, reconocer cómo la experiencia de la vejez permite a los académicos madurar su conocimiento y reformular sus teorías y avanzar en el conocimiento a través de propuestas novedosas.

En pocas palabras, es evitar sostener la relación entre académico envejecido y cesantía; cuando se trata de propiciar una presencia activa de personas mayores que como profesores-investigadores han destacado en sus campos de acción, de reconocerles y brindarles las condiciones para continuar con su carrera como catedráticos y como investigadores. Desde una metodología cualitativa, es plausible la recuperación de narrativas que brinden experiencias y significados de ser académicos de alto rendimiento, más allá de datos duros que invisibilizan los rostros y las voces de quienes experimentan su labor científica.

 

Pensando desde dos perspectivas

Es útil mencionar que consideramos en la elaboración de las preguntas la relación especial que el entrevistador-entrevistado iba a tener, pues esta era una relación entre pares, es decir, se da en un status de reciprocidad, son dos personas que se conocen, que saben el oficio, por lo tanto el diálogo que se establece entre ellos no es asimétrico ni desconocido. Las dos partes (entrevistador-entrevistado) conocen las reglas, las formas lingüísticas apropiadas para expresarse, la dinámica misma de una entrevista, ambos son sujetos empoderados, con conocimientos y capacidades semejantes, tienen una misma lógica. Y aquí es interesante reflexionar que el proceso de identificación y reconocimiento a partir de la interacción con el otro debería darse naturalmente, al reconocer a nuestro interlocutor como un igual (al menos en lo esencial) ya que interactuamos con ellos y/o compartimos trayectorias laborales, preocupaciones, planes, proyectos, modos de vida y cultura. Todo ello permitiría un canal de comunicación más provechoso e, incluso, íntimo en un nivel difícil de describir, pero cuya intensidad es evidente. Entonces nos preguntamos:

¿Se hace “más ciencia” distanciándose o acercándose al entrevistado?, ¿es mejor reconocerse como uno de tantos o como el otro diferente?, ¿realmente impacta el lugar donde nos posicionamos en el conocimiento y análisis de la realidad o la forma en que se nos representa?

Son preguntas con las que los científicos sociales y, específicamente, quienes hacemos estudios cualitativos nos enfrentamos todos los días, porque nos miramos a nosotros mismos a partir de la experiencia de otros. Reconocemos que trabajamos con personas que comparten significados y experiencias de vida con nosotros, lo que implica mantener un equilibrio entre formalidad e informalidad, objetividad e identificación, así como distanciamiento y confianza, afrontando las dificultades encontradas en el camino que imposibilitan, revierten o redirigen los objetivos planteados en el inicio de un proyecto.

En este sentido, podría parecer más fácil la comunicación, pero también tener intromisiones o efectos no deseables en el proceso de cómo llevar el control de la entrevista y recargarla de datos que no necesariamente requiere el entrevistador.

Siguiendo este hilo de reflexión, pudimos observar en la elaboración de las preguntas nuestra vulnerabilidad como investigadores, nuestros procesos como académicos, vernos en un espejo y proyectarnos en las respuestas. Esta experiencia intersubjetiva entre entrevistador-entrevistado marcó un tono intenso en el diseño de la guía de entrevista y la forma en que debíamos de proceder en nuestras conversaciones al aplicar el instrumento de acopio de información. Lo anterior nos llevó a reconocer el posicionamiento que como investigadores íbamos a tener frente a nuestras/os entrevistados.

Este ejercicio reflexivo en la formulación de las preguntas fue detonante para reconocer la propia espontaneidad, ambigüedad, curiosidad y miedo que implica estudiar al otro y mirarse a uno mismo en el proceso.

Aquí nos dimos cuenta también sobre los elementos que requieren las “buenas preguntas de investigación”, además de conocer las diferentes percepciones y experiencias para definir los intereses a investigar (Admiraal y Wubbels, 2005).

Tal como sugiere Sánchez (2003), desde que se definen las preguntas y objetivos de investigación el investigador es quien decide qué voces irán en el trabajo, cómo aparecerán, cuál es su propia voz y de qué manera se relacionará con la de los entrevistados.

Tanta es la importancia del investigador dentro de lo investigado, que:

Los datos no están ahí para ser descubiertos, sino que sean construidos por nosotros a través del uso de determinadas herramientas y, no menos importante, el marco teórico desde el cual le asignamos el valor de datos que refiere a un determinado fenómeno. (Nocetti y Paulín, 2011, p.145)

A través de la revisión, el análisis y la agrupación de datos conformamos categorizaciones teóricas y empíricas a través de nuestra capacidad de asombro ante la diversidad de las vivencias humanas, nos permiten alcanzar nuevos horizontes de interpretación cercanos a nuestra vivencia y la de los demás.

Con este posicionamiento interno y externo se reflexionó sobre la formulación de las preguntas y los capitales académicos y sociales que acumularon en sus primeros años de vida los entrevistados, pensando en como estos aportaron a su desarrollo personal y profesional. Un área que es sumamente interesante tiene que ver con el tema de los estilos de vida y los cuidados de la salud física y mental. Estos temas contribuyeron a pensar preguntas sobre lo que pasa con el aspecto íntimo de la vida de las personas.

Respecto a la formulación de preguntas sobre educación, ocupación y el ingreso al SNI, pensamos en el peso simbólico que esto tiene en la vida del personal académico, porque este eje articula la trayectoria en la que han invertido más tiempo y esfuerzo. Lo que nos hizo repensar, desde nuestras experiencias particulares, acerca de qué nos gustaría preguntarnos que otro no nos haya preguntado; pero también de qué manera preguntarle al otro sin que se sienta acosado. Fue así como las preguntas se fueron construyendo de manera que dieran el crédito a su carrera profesional, los logros más significativos y las satisfacciones que le ha otorgado el reconocimiento, los principales aportes científicos como investigador SNI que ha hecho a la ciencia y lo posiciona como líder del campo de conocimiento.

Un tema que se agregó al cuestionario fue la cercanía a la muerte. Resulta interesante identificar que, desde el curso de vida, existen estudios sobre la percepción de la muerte que invitan a comprender sus significados en diferentes etapas de la biografía de la persona a partir de los puntos de inflexión ante la pérdida de un ser querido (padre, madre, esposo, hijo) y cómo esto afecta a aquellos que se relacionan con quien muere (Vázquez, 2008; Lynch y Oddone, 2017).

Este cuidado para la construcción de la guía de entrevista implicó revisar con detalle cada una de las preguntas, cuestionándonos a nosotros mismos sobre qué responderíamos si nos hicieran la entrevista, lo que fue una aportación metodológica importante, ya que se da por tácito el hecho de que pocas veces, a pesar de ser investigadores, nos posicionamos desde lo interpretativo, sin ponernos en el lugar del entrevistado.

 

Reflexiones finales

Sin duda, uno de los problemas esenciales a los que se enfrenta el investigador en el proceso de la selección de los temas y formulación de las preguntas es cruzar distintas experiencias con situaciones y, a la vez, definirlas. Desde estas aristas de estudio, el tema del envejecimiento de la planta académica es una invitación abierta para preguntarse acerca de sus vidas, reconocer las particularidades y situar escenarios sobre los estilos de vida, autocuidado, salud mental y física, es desafiarnos a plantearnos preguntas que nos permitan saltar de las conversaciones guiadas a las espontáneas, para sistematizarlas tras una nueva mirada en la que somos ajenos y propios a la vez.

Y aquí, una cuestión que saltó a nuestra cabeza es que deberíamos pensar en lo que a nuestros actores sociales les preocupa, lo que a ellos como investigadores les inquieta como problema cotidiano, pues no siempre somos conscientes de estos procesos. Quisiéramos insistir en la falta de profundización de una sociología del conocimiento que nos ayude a comprender cómo construimos conocimiento de estos actores sociales con los cuales trabajamos y que muchas veces somos nosotros mismos, totalmente o en parte; una sociología epistemológica que nos permita ver cómo, a partir de nuestras preguntas, reconstruimos el campo de conocimiento requerido.

Salta a la vista también que el conocimiento que tenemos o creemos tener de estos actores sociales es ambiguo, por lo que cabe cuestionarse hasta qué punto impacta que pertenezcan al SNI o si debemos analizarlos de una manera especial olvidándonos de que, probablemente, en mayor o menor medida todas las personas hacen un ejercicio de reflexión, comprensión, reconocimiento y conceptualización de su realidad. En otras palabras, hay que tener en consideración si el análisis en cuestión sería diferente si fuera realizado por personas que no pertenecen al SNI y que pueden tener conductas o percepciones distantes o, incluso, antipáticas y que, aun cuando la ciencia intenta mantener una postura neutral, no estamos exentos de mantener, como seres humanos que somos, una carga valorativa que determina, muchas veces, la jerarquía de temas o el grado de importancia de los mismos en cada análisis que realizamos.

Con este ejercicio reflexivo nos dimos cuenta que nos suscribimos o adoptamos temas, preguntas y teorías y nos subimos al vagón de un tren que nos lleva a una dirección, lo que nos pone en alerta para ser muy cautos, ninguna pregunta es ingenua o neutral. Con las preguntas nosotros vemos hacia dónde queremos mirar, hacia dónde queremos ir, cómo le queremos hacer metodológicamente hablando: si queremos partir de lo inductivo a lo deductivo o viceversa, si esto es realmente lo ideal en nuestra investigación.

Muchas veces, por estar a la moda, nos dejamos influenciar por modelos de encuestas o guías de entrevistas que todo mundo está citando, por los planteamientos y herramientas que tal autor de prestigio está utilizando o por las ya formuladas o impuestas desde el escritorio por las instituciones oficiales, las cuales quieren que nos apeguemos a sus directrices de manera acrítica. Durante mucho tiempo, por ejemplo, la guía de Murdock (1940) fue un canon que había que seguir en los estudios antropológicos, pese a no amoldarse a las situaciones particulares de las áreas o contextos de estudio.9

Es conveniente recordar que al suscribir tal o cual pregunta estamos orientando la mirada a nuevas vetas de investigación, concibiendo nuevas hipótesis de campo, nuevas interrogantes que podrían ser claves para generar conjeturas; ya que la investigación es dinámica y no podemos quedarnos haciendo los mismos cuestionamientos, siempre debemos estar pensando en nuevas líneas de investigación. Este ejercicio reflexivo sobre los temas seleccionados y la formulación de las preguntas guía, hay que hacerlo de manera cada vez más profunda y frecuente para tener respuestas adecuadas e idóneas al tema de investigación. Existe el riesgo siempre de ver a las poblaciones homogéneamente y eso solo está en nuestras cabezas, pero no en las cabezas de los actores sociales con quienes trabajamos, especialmente con personas mayores, las que tienen todo un camino recorrido y una trayectoria muy particular. De hecho, la discusión entre diversidad y semejanza es relativa; al final de cuentas cada actor tiene una esencia en la que ambas cualidades (semejanzas y diferencias) se conjugan.

Una propuesta que se hace desde este texto es que hay que buscar dentro de los temas seleccionados y la formulación de preguntas en la guía de entrevista, alcanzar lo inteligible a través de lo sensible y de los juegos lingüísticos entre significados y significantes, donde justamente el investigador se encuentra en medio de la cancha, moviéndose entre la imaginación sociológica, utópica y la existencia, entre el aquí y el ahora y el futuro y el pasado. En este intercambio de estos polos el investigador y el actor social se encuentran, se ensamblan con principios, consensuando en la medida en que vayan jugando para retroalimentarse mutuamente y ejercitar aún más la investigación, ensayándola, pensándola. Siempre tratamos de movernos de esos roles en que a veces se cae de sujeto/objeto. Hay que mirar realidades desde diversas aristas. Y aquí no importan los autores, no importan las perspectivas teóricas, los sentidos comunes, a veces es necesario dejarlos suspendidos de manera flotante hasta tanto ver lo que los actores sociales lo establezcan.

Para que nuestra guía de entrevista tenga el éxito deseado es preciso interpretarla desde perspectivas comunes, entre las posibilidades que ofrece, su eficacia y las flexibilidades, utilidades y demandas concretas que exigen necesariamente su ejercicio cotidiano. Claro que habrá dificultades, pero se deben reflexionar y cruzar con los mismos actores sociales con quienes nos involucramos. En este sentido, el ejercicio de reflexión que hemos hecho invita, en primer lugar, a repensar nuestra labor científica, que siempre aparece rebasada por la realidad y comienza de una manera que delimita y constriñe nuestra visión.

La forma de preguntar nos lleva a un relato particular: el de la trayectoria de los SNI´s y sus éxitos académicos. Pero ¿qué pasaría si en vez de preguntar por éxitos, preguntásemos por fracasos, por las veces en que la agenda académica rompió con nuestros intereses particulares?, ¿tendríamos relatos de alienación, de anomia, de inconformidad laboral o insatisfacción?, ¿qué tan dispuestos estamos a confrontarnos con esos significados?, ¿es posible abordar esa realidad en su totalidad? De momento, la respuesta es no. Resulta difícil mirar adentro y afuera al mismo tiempo, es complicado ubicarnos en ambas posiciones al momento en que producimos el relato desde la silla del informante y desde la silla del investigador Y, ¡aunque lo lográsemos!, ¿cómo expresar eso a un lector que nos mira con una perspectiva más: la suya? Consideramos que, aunque comprendiéramos la realidad en su totalidad, volveríamos a vernos limitados por el lenguaje y sus usos, por el límite de palabras, por los puntos que debemos abordar, por el propio giro y estilo que tenemos. En otras palabras, la forma de comunicarnos también nos limita y aquí caemos en la contradicción de no poder comunicar lo que no sabemos ni tiene caso que sepamos o lo que no podemos comunicar ¿En qué posición o momento nos podemos colocar?, ¿cómo impactará reflexionar sobre esto no solo en nuestras investigaciones, sino en nuestras comunicaciones?, ¿cuál es la acción comunicativa? Si esto fuera un reporte o informe de investigación, nos centraríamos en las entrevistas aplicadas y ni aún mencionándolas y transcribiéndolas podríamos dar una visión clara de lo que nos transmitieron y nos enseñaron. Si mencionamos lo que reflexionamos o lo que teorizamos, es posible que no sea interesante para aquel a quien le importan los resultados y, en caso contrario, para quien importa la reflexión no tendrá caso saber cuántas entrevistas hicimos, de hecho le dará igual si hicimos una o mil. Habrá entonces que pensar en los intereses, en las necesidades de quien nos lee, de nosotros que escribimos y, sobre todo, de nuestra sociedad, a la cual debemos escuchar de manera sensible a fin de no confundir nuestras apreciaciones.

Dialogar con investigadores de alto nivel, que son distinguidos como grupo de élite académica, líderes en su campo de conocimiento y que se han convertido en referentes teóricos obligados, es una tarea que demanda atención buscando conocer qué los mantiene activos, qué los motiva a continuar laborando más allá de la edad de jubilación; si planean, acaso, retirarse de la vida académica a corto, mediano o largo plazo; de los estados de salud, de la creación de dependencia en cuidados y atenciones, de las discapacidades o la búsqueda de mantener la salud a través del autocuidado, y de los planes de vida en el futuro inmediato, pero también considerar la cercanía a la muerte; de los éxitos y los fracasos, de las tareas pendientes, entre ellas la planeación testamentaria, las cuentas bancarias y, sobre todo, dejar lo más posible en orden las cosas a la hora de fenecer.

Referencias bibliográficas

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Bland, C. J. y Bergquist, W. H. (1997). The vitality of senior faculty members. Snow on the roof fire in the furnace. ASHE-ERIC Higher Education Report, 25(7). https://files.eric.ed.gov/fulltext/ED415733.pdf

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Dirección de correspondencia:

Felipe Roboam Vázquez Palacios

Contacto: fevaz@ciesas.edu.mx

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    1 Doctor en Antropología, Universidad Iberoamericana, México.

    ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3895-6887. Correo electrónico: fevaz@ciesas.edu.mx

    2 Doctor en Ciencias Sociales, El Colegio de la Frontera Norte, México.

    ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5181-060X. Correo electrónico: reylau2001@hotmail.com

    3 Doctora en Ciencias Sociales, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México.

    ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1975-6380. Correo electrónico: arodrigueza_fcdh@uatx.mx

    4 La expresión edad avanzada para estos sujetos de estudio corresponde a los/as profesores/as e investigadores/as de tiempo completo que superan los 60 años. Sin el afán de homogeneizar el envejecimiento en la academia, tomamos en cuenta las condiciones actuales que hacen presencia en la salud física e intelectual del académico/a; a partir de las tareas que se desarrollan tanto para la impartición de cátedra como la construcción del conocimiento desde sus líneas de generación y aplicación del conocimiento.

    5 El concepto de dependencia está centrado en las funciones orgánicas y de los cuidados y atenciones en la edad avanzada, especialmente porque la dependencia se asocia con la inclinación etaria y la pérdida de autonomía. Sobre el particular se dice: Dependencia es la pérdida de autonomía, gradual o accidentada, de la capacidad funcional en actividades básicas de la vida diaria y la inhabilidad en el manejo de actividades instrumentales (generalmente físicas o mentales). Cuando se pierde autonomía para el desarrollo de estas habilidades, se crea dependencia en cuidados y atenciones por parte de terceros para cubrir las necesidades funcionales de la persona. La dependencia puede ser temporal o permanente (Mecanoscrito, s/f. L. Reyes y F. Vázquez).

    6 Desde el envejecimiento en la academia se han efectuado una serie de supuestos negativos y positivos sobre la presencia de profesores-investigadores mayores de sesenta años. Sin embargo, ha marcado un parteaguas que preocupa en torno a la aceptación de comentarios edadistas, e inclusive viejistas (que se centran hacia la PM) que han contribuido al rechazo o aceptación de este grupo poblacional (Lorente et al., 2020; Martínez et al., 2022). A partir de ello, se requiere de elementos empíricos que den cuenta de la necesaria presencia de personas mayores en los diferentes espacios académicos, sin que esto represente para los imaginarios colectivos una visión estereotipada y prejuiciosa.

    7 En este trabajo se entiende la vejez como un proceso socialmente construido y culturalmente variable que implica cambios biológicos, psicológicos y sociales que influyen en la posición y el papel de los individuos mayores dentro de su comunidad y sociedad (Sokolovsky, 2009).

    8 El proyecto que nos enmarca nuestros objetivos es: “Prospectivas y escenarios sexenales sobre el envejecimiento demográfico en relación a la salud y cuidados personales, como problemas críticos de interés nacional”, cuyo coordinador es el profesor Roberto Ham-Chande.

    9 La guía de Murdock ha sido un manual de campo cuyo objetivo central ha sido pautar los elementos que es necesario relevar a la hora de realizar trabajo de campo. De esta guía se han desprendido muchas guías de entrevistas que han sido un modelo de clasificación de datos, esquemas que permiten acceder a características generales necesarias para conocer cualquier población y que, a la vez, permiten cotejar los mismos elementos en distintas sociedades. La guía aparece en México con una introducción hecha por Palerm y Palerm (1989). Quizás, el aspecto más crítico a este tipo de guías es la perspectiva del investigador la que es consignada como perspectiva válida respecto de cómo se producen tales o cuales elementos en cierta población y su aplicación mecánica en las preguntas y formulación de las mismas, sin ser estas criticadas por los investigados o algunos otros expertos.