REPERTORIOS DE LA RESISTENCIA

Repertoires of the Resistence

Fecha recepción: 6 de octubre de 2021 / fecha aceptación: 10 de noviembre de 2021

Nicolás Molina Vera1

 


Cómo citar este artículo:

Molina Vera, N. (2021). Repertorios de la Resistencia. Revista Pensamiento y Acción Interdisciplinaria, 7(2), 64-85. https://doi.org/10.29035/pai.7.2.64

 

 

 

Resumen

Lo que comenzó con acciones de evasión masivas al Metro de Santiago por parte de estudiantes secundarios devino en el ciclo de protestas más relevante de la historia reciente de Chile. La denominada Revuelta Popular ha traído, durante su desarrollo, maneras de movilización novedosas para la realidad chilena, comenzando a visualizar en las calles del país formas de acción colectiva propios de este ciclo de protesta, que para efecto de esta investigación serán denominados como “repertorios de la resistencia”. A partir de un estudio descriptivo-exploratorio, el presente artículo tiene como objetivo conocer –desde fotografías– estas nuevas formas de acción colectiva como método de protesta. Para lograr este objetivo comenzaremos por describir y reflexionar desde lo visto y fotografiado por el investigador durante el desarrollo de la revuelta, señalando primeramente que estos repertorios surgen de manera espontánea como una táctica de autodefensa y de resistencia de masas ante la represión ejercida por las fuerzas de orden y seguridad en su premura de resguardar el orden público. Indicando, además, que estas acciones colectivas con el transcurrir del tiempo se han ritualizado bajo diversas formas, alcanzando algunas de ellas un carácter de heroísmo popular.

Palabras clave: acción colectiva, autodefensa, material fotográfico, repertorios de movilización, revuelta popular.

 

Abstract

What began with massive evasion actions in the Santiago Subway System by high school students became the most relevant cycle of protests in the recent Chilean history. During its development, the so-called Popular Revolt has brought new forms of mobilization for the Chilean reality, beginning to visualize in the streets of the country forms of collective action repertoires of mobilization typical of this cycle of protest, that for the purpose of this investigation will be called as “repertoires of resistance.” Based on a descriptive-exploratory study, this article aims to learn -from photographs- these new forms of collective action as a method of protest. To achieve this objective, we will begin by describing and reflecting from what the researcher saw and photographed during the development of the revolt, noting firstly that these repertoires arise spontaneously as a tactic of self-defense and mass resistance to the repression exerted by the forces of order and security in their urgency to protect the public order, also indicating that these collective actions over time have been ritualized under various performances, some of them reaching a character of popular heroism.

Keywords: Collective action, self-defense, photographic material, mobilization repertoires, popular revolt

 

Introducción

Desde mediados de octubre del 2019, en Chile se comienza a desarrollar el ciclo de protestas más significativas (tanto por su envergadura, transversalidad, como por su contenido refundacional) de todo el periodo posdictatorial. Las movilizaciones lograron, como señala Garcés, “poner en jaque al gobierno” (2020, p. 5). Todo comenzó desde las convocatorias a jornadas de evasión masiva al Metro de Santiago por el alza del valor del pasaje de dicho transporte. Estas convocatorias fueron impulsadas por estudiantes secundarios, repertorio de protesta que con el pasar de los días fue sumando adhesiones ciudadanas. De este modo, desde el mediodía del 18 de octubre la protesta se toma las calles del gran Santiago sumando a miles de ciudadanos que manifiestan su rabia, emergiendo públicamente un malestar social que por décadas se había ido germinando en la sociedad chilena. De allí que surgiera la consigna “no son los 30 pesos, son 30 años” que dice relación con el desarrollo económico, social y político en que fue encauzado el proceso transicional por las elites políticas y económicas (Garcés, 2020; Paredes, 2021).

En los días posteriores al 18 de octubre, las grandes convocatorias se concentraron en el centro de Santiago, en la principal calle de la capital, la Alameda y, en especial, en el perímetro que va desde el palacio presidencial hasta la plaza Italia, (rebautizada por aquellos días como plaza de la Dignidad), transformándolo en un espacio simbólico de disputa entre manifestantes y las fuerzas policiales-militares. Es en este contexto que tanto los actores sociales como los repertorios de movilización y acción colectiva se multiplicaron. Así, lo que comenzó como un estallido social se transformó –a nuestro juicio– en una revuelta popular que se extendió por gran parte de la nación, al punto que se vieron en las calles del país repertorios de movilización propios de este ciclo de protesta.

Nuevos repertorios de movilización que para esta investigación son nombrados “de la resistencia”, ya que, sostenemos, se desarrollan de manera novedosa y espontánea. Primero actúan como táctica, como medio de autodefensa ante la represión ejercida por la fuerza policial. En particular, esta indagación trabajará con los repertorios de la resistencia que se dieron en las calles cercanas a “Plaza de la Dignidad” en la ciudad de Santiago. Desde un análisis descriptivo-exploratorio nos proponemos como objetivo conocer estos repertorios de resistencia en el Chile contemporáneo. Para lograr este objetivo partiremos describiéndolos y reflexionando desde lo visto y fotografiado durante el desarrollo de la revuelta. Por ello, el estudio emplea la técnica de observación participante como herramienta metodológica, donde el uso de las fotografías tomadas en terreno actuará como la fuente de datos, junto con anotaciones de campo realizadas por el investigador. En concreto, se trabajará desde el análisis situacional (Tamayo, 2016).

 

Marco referencial

Desde los primeros días de evasiones masivas al Metro, por la respuesta gubernamental que, vía efectivos de Fuerzas Especiales de Carabineros resguardó las estaciones del tren metropolitano durante aquella semana, se vislumbró un escenario violento. “Así, para la mañana del viernes 18, las estaciones del centro de Santiago contaban con piquetes de Carabineros apostados por estación. En varias de ellas los efectivos policiales vestían de fuerzas especiales” (Lin, 2019, p. 303).

Desde el mediodía del viernes 18 de octubre se dan movilizaciones generalizadas en diferentes sectores de la Región Metropolitana, que terminan en incidentes y enfrentamientos –con diferentes grados de violencia–, tanto de los manifestantes como de las policías. Durante aquella jornada, la rabia social se incrementa tras la decisión del directorio de la empresa Metro de suspender el servicio en su totalidad, lo que desencadenó que muchos transeúntes se volvieran espontáneamente en manifestantes, llegando la protesta a su punto más álgido durante aquella noche, con la quema de estaciones del tren metropolitano. Paralelamente comienzan saqueos a farmacias y a supermercados como forma de demostrar el descontento. Ante este escenario, el gobierno y una parte del Parlamento apostaron por una respuesta dura, criminalizando la protesta, declarando estado de emergencia, militarizando el conflicto con la asignación de las fuerzas armadas en labores de resguardo del orden público, imponiendo además el toque de queda, medida que no regía en Santiago desde 1986 (Ruiz, 2020). El presidente Piñera cierra el primer fin de semana del incipiente “estallido” con su célebre:

Declaración de guerra al vandalismo, la delincuencia y a la supuesta “operación organizada y planificada” de los violentistas. La declaración de guerra fue en cierto modo la “guinda de la torta” de la estrategia represiva, ya que inevitablemente se entendió que estaba en guerra con los ciudadanos movilizados. (Garcés, 2020, pp. 32-33)

El establecimiento del estado de emergencia por el gobierno condujo a la militarización del conflicto, pues las FFAA asumen tareas de resguardo del orden público, ya que carabineros y la policía de Investigaciones fueron sobrepasados por la ciudadanía movilizada. No obstante la militarización del conflicto, las protestas y movilizaciones se extendieron por varias comunas de Santiago, incluso el conflicto se exporta a varias ciudades y provincias a lo largo y ancho del país.

La militarización del conflicto fue rechazada por la ciudadanía. A la represión del gobierno se sumaron múltiples denuncias de violaciones a los derechos humanos por parte de efectivos policiales y militares. Por esta respuesta del Estado es que sostenemos que la represión contra los manifestantes abrió lo que la literatura cataloga como una Estructura de Oportunidades Políticas (EOP) dentro del proceso político. Algunos autores sostienen que esta situación pasó de ser una respuesta ante las movilizaciones a configurarse en otro combustible, por la furia y el rechazo ciudadano hacia la policía y el Gobierno (Ganter y Zarzuri, 2020; Garcés, 2020, Goicovic, 2021).

Desde el enfoque analítico de la EOP la represión actúa como estímulo para movilizarse (Almeida, 2020), pues puede contribuir a la escala de acción colectiva. Al respecto Donatella Della Porta (1999) indica que la represión policial de la protesta es una variable que tiene un efecto directo sobre la forma de actuar de los movimientos de protesta. A raíz de la represión desatada por las fuerzas de orden, los manifestantes comienzan a gestar repertorios de acción colectiva novedosos para la realidad chilena, ya que, tal como lo indica Tarrow (1999), los grupos de protesta pueden incrementar sus oportunidades incluyendo formas nuevas de acción en su repertorio. Añadiendo que “cada nueva forma de acción colectiva pilla desprevenidas a las autoridades, y el tiempo que tardan en reaccionar puede ser utilizado por el grupo de protesta para preparar una escalada de sus formas de acción colectiva” (McAdam, 1983, citado por Tarrow, 1999, p. 96). De este acercamiento se destaca la noción de “repertorios de acción”, que hace referencia a las formas de actuar colectivamente y a las transformaciones que sufren esas formas en el tiempo (Castro, 2018, p. 41). Desde la categoría de “repertorios de acción”, proponemos la noción de estrategias de movilización, entendida “como los procesos de atribución de sentido articulados con repertorios de acción para justificar el movimiento” (Castro, 2018, p. 41).

Como hemos indicado, durante el desarrollo de este proceso contencioso se comenzó a ver en las calles repertorios de acción colectiva que podemos definir como novedosos para la realidad chilena. Los repertorios a los que hacemos alusión son: la denominada “primera línea”, que es el conjunto de manifestantes que se agrupan con escudos, cascos y otros elementos, encabezando los enfrentamientos con la policía. Su accionar representa una forma de protección para los demás manifestantes frente a la represión policial. Luego, están los “pirquineros”, encargados de romper la infraestructura pública y vial para obtener proyectiles con los cuales intentan resistir el avance de la policía militarizada. Junto a ellos actúa personal voluntario que presta servicios de primeros auxilios a los manifestantes heridos y ahogados por el efecto de los gases pimienta, el gas lacrimógeno o con el agua con mezcla química que lanza el carro lanzaaguas, llegando estos manifestantes con el paso del tiempo a la formación de brigadas de salud. Por último, están los denominados “bomberos” o “apaga lacris”, quienes son los encargados de apagar los cartuchos de bombas lacrimógenas lanzadas por la policía: algunas eran disparadas con carabinas, otras lanzadas manualmente vía granadas de mano. Se debe dejar en claro que en todos estos repertorios no existe distinción de género, actuando indistintamente mujeres, hombres y disidencias, por esto en el transcurso de este escrito hablaremos de manifestantes de manera genérica.

En algunos estudios, la primera línea engloba a todos los repertorios de acción colectiva que se gestaron durante la revuelta. No obstante, acá trabajaremos de manera singular cada repertorio de movilización. Así, primeramente caracterizaremos a la primera línea como los manifestantes que se enfrentan cuerpo a cuerpo vía acción directa con la policía. Analizaremos cada repertorio por separado porque cada uno conlleva una performance particular para su desenvolvimiento, teniendo su especificidad que le da una característica propia.

 

La fotografía como herramienta metodológica

Las manifestaciones sociales han sido una importante fuente de datos para el trabajo visual. Desde comienzos del siglo XX los diversos procesos sociales son documentados vía fotografías, transformándose esta técnica en fuente de credibilidad hacia los fenómenos sociales en desarrollo. Tal como plantea Hugo Suárez: “cuando el mundo atraviesa la Primera Guerra Mundial y grandes revoluciones como la mexicana y la rusa, la fotografía empieza a develar otra naturaleza y se convierte en un eficaz medio de comunicación” (Suarez, 2008, p. 18), dándole a los hechos un carácter fidedigno, pues “la palabra escrita es abstracta, pero la imagen es el reflejo concreto del mundo” (Freund, 2006, p. 96).

Para Marcus Banks (2010), en las ciencias sociales hay dos corrientes de investigación visual:

La primera gira en torno a la creación de imágenes por el investigador social (típicamente, fotografías, películas y cintas de video, pero también dibujos y diagramas) para documentar o analizar posteriormente aspectos de la vida y la interacción sociales. En un contexto de campo, estos métodos implican la creación de imágenes por el investigador social, independientemente de que los sujetos de la investigación tengan noticia de esas imágenes, las comprendan o incluso les importen. La segunda línea de investigación visual gira en torno a la recogida y el estudio de imágenes producidas o consumidas por los sujetos de la investigación. Aquí el foco del proyecto de investigación es obviamente más visual y los sujetos de investigación tienen claramente una relación social y personal con las imágenes. (Banks, 2010, pp. 24-25)

En concreto, asumiendo la segunda alternativa, el análisis de las fotografías se entiende explícitamente y se practica como una forma de análisis textual, es decir, aquí se estudian fotografías “cuya calidad textual en el sentido de la investigación social puede individualizarse finalmente por un procedimiento programático de contar historias gramaticalmente correctas cuyo significado sea adecuado y modelen el marco contextual de la imagen” (Haupert, 1994, citado por Flick, 2007, p. 167).

Las fotografías, en resumen, aportan a la comprensión de las jornadas de movilización más intensas. Los registros permiten un acercamiento práctico a las corrientes teóricas de la protesta política; además, contribuyen a comprender las diversas subjetividades expresadas, en este caso, en los repertorios de resistencia que se gestaron contra la represión estatal. Utilizaremos el material fotográfico a partir del análisis situacional que nos permite describir a detalle, conversar con participantes, narrar los registros observables; además, a diferencia de la etnografía clásica, no requiere pasar tiempos extensos en terreno (Tamayo, 2016).

 

Análisis en torno de la primera línea

La discusión y análisis en torno de la primera línea ha sido diversa, incluyendo juicios de valor públicos que criminalizaron estos repertorios de acción colectiva. Así, los manifestantes que participaban en alguno de estos repertorios fueron tildados de “delincuentes”, “vándalos” “lumpen” “antisociales” “violentistas”, “anarcos” (Andonie, 2020). Paralelamente, para las ciencias sociales estos repertorios se transformaron en un objeto de estudio. Si bien la violencia política callejera ha sido una constante en los ciclos de movilización en Chile, estos repertorios se vuelven novedosos por su despliegue y performatividad, partiendo de manera espontánea o artesanal pasando durante la revuelta a la profesionalización. A nuestro juicio, los repertorios de resistencia responden a la realidad específica en la que se dieron, en palabras de Goicovic:

Las experiencias actuales a propósito de la configuración de estas diferentes Líneas de Configuración de quienes protestan es quizás una de las expresiones o manifestaciones más notables, en cuanto a la capacidad del pueblo y de sus organizaciones, para darse las formas de estructuración que se requieren, al objeto de preservar el espacio liberado y para preservar la integridad y la vida de quienes están luchando. (2021, pp. 64-65)

Este tipo de acciones son comprendidas por los manifestantes como formas de autodefensa y de resistencia ante la represión impuesta por el Ejecutivo. Entonces, la violencia política callejera que conlleva el actuar de la primera línea de los combatientes, los ‘pirquineros’ y ‘apaga lacris’ son respuestas ante la represión, que alcanzaron validación y legitimización social como formas de lucha legitimas.

Si bien el tema de la violencia política callejera fue relevante durante la revuelta, describirla y analizarla cabalmente escapa al objetivo de este trabajo, pues no existe una única forma de acercarse a tal fenómeno social. Por ello, entenderemos violencias políticas como aquellas que ocurren en el marco de acciones dirigidas a preservar, modificar, sustituir o destruir el modelo de Estado o de sociedad vigente (CINEP & Justicia y Paz, 1996; citados por Jorquera y Piper, 2018). Estas autoras indican que existen tres tipos de violencias políticas: las violencias del Estado, las violencias de resistencia política y los efectos que la violencia política tiene en personas, grupos y sociedades que la viven (Jorquera y Piper, 2018, p.4). Específicamente, los repertorios de resistencia que describimos en este trabajo operan bajo la categoría de “violencia de resistencia política”, que para las autoras agrupa desde los movimientos armados que actuaron en América Latina desde los años sesenta a los noventa, pasando por la violencia no estatal formulada como formas de terrorismo no gubernamental, llegando a incluir acciones del mundo popular contra dictaduras, como también a acciones ciudadanas de desobediencia civil y de no violencia (Jorquera y Piper, 2018).

Respecto a los estudios sobre la “Primera Línea”, un incipiente trabajo que contribuye a su comprensión lo realiza la antropóloga Magdalena Claude, quien sostiene que la primera línea se organiza en clanes, sin líderes ni coordinación centralizada, pues se identifican como un movimiento autoconvocado cuya primera tarea es defender la marcha de la arremetida policial (Claude, 2020). Agrega que dentro de cada “clan” existen roles variados, que se refieren fundamentalmente a las tareas defensivas y ofensivas que desempeñan en la Primera Línea de la marcha, donde hay escuderos/as; peñasqueros/as; antigases o ‘apagalacris’; honderos/as; punteros/as; hidratadores y mineros/as o pirquineros/as (Claude, 2020). Nuestra observación en terreno nos permite diferir de la última afirmación de la autora, ya que cada una de estas formas de acción que ella encauza en un conjunto, es por sí solo un repertorio de resistencia que realizan los manifestantes de forma espontánea, primero como respuesta y luego como táctica. Una táctica de acción en contra de la represión policial, como también de autodefensa y autoprotección de masas, ya que estas se visualizan en asimetría técnica con las fuerzas represivas, las que cuentan con un aparataje tecnológico de punta, además de la venia estatal. Además, no todos quienes se manifestaron forman parte de un grupo, muchos manifestantes fueron individualidades que unidas a otras configuraron los repertorios de movilización acá estudiados.

Para efectos de nuestra conceptualización, la primera línea son los manifestantes que se enfrentan directamente con la fuerza policial. Este enfrentamiento tiene un doble sentido: uno defensivo y otro ofensivo, el primero tiene como objetivo contener las arremetidas de las fuerzas policiales con el fin de proteger a la masa manifestante y, para lograr la acción de contener a la policía, los “combatientes” utilizan lo que tengan a su alcance, con el fin de fabricar escudos y trincheras artesanales, como se observa en la fotografía número uno. Por otro lado, en concomitancia con el primero, se encuentran otros combatientes que tienen el objetivo de atacar a los órganos de seguridad que arremeten contra los manifestantes. Con estos ataques los manifestantes buscan impedir el avance policial. A raíz de esta acción dual es que Goicovic (2021) define a esta primera línea como la de los combatientes. A su vez, para Fernández la primera línea es:

El espacio donde manifestantes de distinto tipo, hombres, mujeres, disidencias sexuales, jóvenes y no tan jóvenes, se enfrentan a carabineros haciendo barricadas y lanzando piedras, principalmente para impedir el acceso hacia el sector donde se encuentran congregados el resto de los manifestantes, lo cual en el caso de Santiago ocurre en la Plaza de la Dignidad (ex Plaza Baquedano) y sus alrededores. (Fernández, 2020)

Para el politólogo A. Joignant no existe una primera línea, sino varias, las que se ordenan en un eje defensivo/ofensivo (Joignant, 2020). Desde lo planteado por Joignant, existe cierto consenso entre quienes han estudiado estas formas de acción colectiva en señalar que no se dio solo el fenómeno de la “primera línea”, sino que existen –en palabras Goicovic– “una Segunda Línea que son quienes apoyan la logística de quienes combaten; hay una Tercera Línea que dice relación con los apoyos sanitarios, que son fundamentales para preservar la vida y la integridad física de quienes están en la calle” (Goicovic, 2021, p. 61).

Por su parte, Tai Lin (2019) señala que la primera línea se trata del grupo de manifestantes que se especializó en la autodefensa y protección de los activistas en los enfrentamientos con la policía o en los momentos de represión, enfrentándose a carabineros directamente; se la ha observado con hondas y piedras.

El sociólogo J. P. Paredes (2021) plantea que, además de la primera línea de combate, se configura:

“La primera línea de cuidados”, llamadas brigadas de salud, cumplieron las tareas de atención a manifestantes heridos, golpeados o afectados por la represión policial, fomentando el autocuidado. Ambas primeras líneas definieron sus funciones y estaban equipadas adecuadamente para ellas. Máscaras antigases y mascarillas, antiparras, utensilios de primeros auxilios, bicarbonato para el efecto de las bombas lacrimógenas y de escudos improvisados, hondas, en el caso de la primera línea de defensa. (Paredes, 2021, p. 38)

Por su parte, la politóloga Camila Araya (2021) complementa que la primera línea en su mayoría responde a un accionar espontáneo, señalando que han adquirido una mística que proviene de su conformación poblacional, joven y popular, la que ha alcanzado un potencial simbólico, que permite alejarse de los discursos de criminalización de la protesta, los que siempre han sido la respuesta de los gobiernos de turno. Esta mística que adquirió la primera línea como forma simbólica los transformó en los héroes de la lucha callejera del Octubre.

En resumen, en los estudios que hacen alusión a estos repertorios de acción colectiva existe cierto consenso en indicar que no solo existe una primera línea, la de los combatientes que con escudos y elementos contundentes en mano contienen el avance de las fuerzas represivas. Dentro de esta dinámica de resistencia se dan otros repertorios que no han tenido la visualización con la que sí contó la primera línea de los combatientes. Al respecto, Fernández reflexiona en que las “otras líneas”, que tienen menor visibilidad, constituyen una parte esencial del movimiento social, donde se ponen en práctica acciones y valores ligados a la solidaridad, el apoyo mutuo, la autogestión y el cuidado colectivo (Fernández, 2020).

Para efecto de este análisis, los otros repertorios de resistencia empleados por los manifestantes tienen el mismo valor, ya que en ellos encontramos otras formas de acción colectiva que buscan la cooperación entre los distintos manifestantes, ya sea apagando las bombas lacrimógenas, rompiendo infraestructura vial o pública con el fin de conseguir insumos para repeler las embestidas policiales, o atendiendo a los manifestantes heridos, y/o ahogados por efecto de fuerza policial. En este contexto, la participación rompe los cánones del individualismo neoliberal que primó en una gran parte del Chile posdictatorial, ampliando los márgenes de lo que una parte de la literatura señala como formas de participación y, como indica Pasquino (2014), en referencia al cambio de paradigma dentro de las formas no convencionales de participación política, la ciudadanía participa no solo con el fin de tomar parte, sino en algunos casos especialmente para sentirse parte.

Como indicó Araya (2021), la primera línea de los combatientes adquirió cierta mística por la audacia en su accionar, transformando en el imaginario social la visión que caía sobre los “Capuchas”, figura que hasta antes de la revuelta era rechazada y criminalizada en casi todas las manifestaciones en las que se hacían presentes. El capucha era hasta octubre de 2019 el invitado de piedra de las conmemoraciones del primero de mayo y en romerías al cementerio general cada once de septiembre. Pasan, durante la revuelta, a ser valorizados y en algunas ocasiones aclamados popularmente como parte sustancial de la “primera línea combatiente”, junto a los pirquineros, los ‘apaga lacris’, las brigadas de salud, convirtiéndose, así, la capucha en uno de los baluartes e iconos performativos que nos deja este ciclo de protesta.

 

Repertorios de Resistencia

Como se dijo anteriormente, la primera semana de movilizaciones fue violenta, con una fuerte represión que desplegó el Ejecutivo, al punto que abrió una ventana de Estructuras de Oportunidades Políticas (EOP). El movimiento se organizó de manera espontánea y horizontalmente, mayoritariamente desde llamados vía redes sociales, sin coordinación previa, ni bajo el alero de alguna organización política o social, siendo a nuestro juicio –a partir de la observación de campo– una respuesta a la violencia estatal desatada en las calles. Desde esta respuesta espontánea, durante la primera semana de movilización se comienzan a visualizar nuevos repertorios de acción colectiva que emplean los manifestantes como forma de resistencia y autodefensa ante las arremetidas policiales. Nuevos repertorios en tanto su evolución va desde la espontaneidad a una profesionalización callejera, como respuesta a la realidad del contexto represivo en el que se movieron los manifestantes. Con la salvedad de que estos nuevos repertorios se entrelazan con experiencias y formas de lucha ya utilizadas en otros momentos históricos (Bravo, 2019). Análisis similar realiza Goicovic (2021), al señalar que “la acción colectiva y sus repertorios se vinculan con experiencias históricas, es decir, con las tradiciones sobre las cuales históricamente se construyó la protesta, pero otros son fenómenos nuevos, que se están constituyendo” (p. 61).

Como se indicó anteriormente, algunos de estos repertorios surgen espontáneamente como respuesta y forma de seguridad y autodefensa ante las arremetidas policiales, como lo es la utilización de planchas de lata o tablones recuperados de construcciones aledañas a los lugares donde se daban los enfrentamientos, formando en ocasiones una especie de trinchera para resguardarse, a la vez que todo elemento que sirviera para cubrirse de alguna manera era utilizado como escudos hechizos, ya fueran patinetas, señales de tránsito, mochilas, guitarras, trozos de madera, techos de paraderos de locomoción colectiva, entre otros elementos, eran empleados con el fin de resguardar la integridad física de los manifestantes, tal como se ve reflejado en las siguientes fotografías. Luego los manifestantes pasaron a confeccionar escudos con algo más de sofisticación. Sobre la elaboración de elementos de protección, Claude indica que los primeros escudos están fabricados de forma artesanal con antenas satelitales, barriles, tablas, señaléticas o techumbres y están personalizados con frases o símbolos que los representan (Claude, 2020).

 

Figura 1

Manifestantes construyen trincheras para protegerse de los balines disparados por carabineros.

Manifestantes construyen trincheras para protegerse de los balines disparados por carabineros. 

Av. Ramón Corvalán (costado parque Bustamante). 23 octubre 2019.

 

 

Figura 2

Manifestantes se protegen de las arremetidas policiales con escudos improvisados.

Manifestantes se protegen de las arremetidas policiales con escudos improvisados. 

Av. Vicuña Mackenna altura del 30. 24 octubre 2019.

 

Figura 3

Manifestantes utilizan como escudos trozos de metal conseguidas en una construcción aledaña al lugar de enfrentamientos.

Manifestantes utilizan como escudos trozos de metal conseguidas en una construcción aledaña al lugar de enfrentamientos.  

Av. Vicuña Mackenna altura del 30. 22 octubre 2019.

 

Figura 4

Manifestantes utilizan mobiliario público como implementos para construir escudos improvisados.

Manifestantes utilizan mobiliario público como implementos para construir escudos improvisados. 

Av. Vicuña Mackenna esquina calle carabineros de Chile. 22 octubre 2019.

 

Como se esbozó anteriormente, con el paso de los días la espontaneidad de este repertorio dio paso a acciones con un mayor desarrollo logístico y performativo, apareciendo en las calles manifestantes con escudos previamente elaborados para repeler y contener el accionar represivo de Carabineros: así se ven escudos con miras, otros personalizados con pinturas, espejos. Son escudos fabricados de una diversidad de materiales, “reminiscencia de los escudos utilizados en la Grecia antigua, particularmente espartanos y troyanos, los cuales visten de un collage de frases, símbolos e imágenes combinando los mundos del cómic con la vida cotidiana” (Zarzuri y Henríquez, 2020; citados por Zarzuri, 2021). Con estos “utensilios” de seguridad, los manifestantes de la primera línea se enfrentan bajo las lógicas de la acción directa a las fuerzas policiales, poniendo su integridad física y psíquica al servicio de la causa.

Desde este repertorio en particular, surge lo que fue denominado públicamente como la “primera línea”, concretamente este espacio de resistencia toma relevancia el viernes 25 de octubre, cuando más de un millón y medio de personas se congregan en el perímetro cercano a la ex Plaza Italia. Fue en esta megaconvocatoria donde los grupos de manifestantes con escudos toman la misión de proteger a los otros manifestantes, pues mientras la primera línea resiste a las fuerzas especiales alrededor de la ex Plaza Italia, el pueblo se puede manifestar pacíficamente en el centro de ella (Araya, 2021, p. 89 ).

 

Figura 5

Manifestantes de primera línea se cubren y protegen con escudos construidos con antenas de televisión por cable.

Manifestantes de primera línea se cubren y protegen con escudos construidos con antenas de televisión por cable.  

Av. Alameda frontis plaza de carabineros de Chile. Noviembre 2019.

 

Figura 6

Primera línea repele accionar de carro lanzaagua con escudos fabricados con antenas de tv, se observa como la elaboración de estos se volvió una manera performática de manifestación en comparación con los primeros “escudos” improvisados.

Primera línea repele accionar de carro lanzaagua con escudos fabricados con antenas de tv, se observa como la elaboración de estos se volvió una manera performática de manifestación en comparación con los primeros “escudos” improvisados. 

Av. Alameda frontis casa central PUC. Noviembre 2020.

 

Respecto de la evolución que tuvo este repertorio de acción colectiva, sostenemos que se inscriben primero como una táctica desplegada por los manifestantes a manera de protegerse, así como de proteger a otros. Así, socialmente este tipo de violencia política y resistencia fue ganando aprobación popular, ya que en el imaginario colectivo este repertorio actúa desde la lógica de la autodefensa y la protección de manifestantes que se expresan pacíficamente.

Este repertorio es dual. Por un lado, actúa en algunos momentos desde la contención de las arremetidas policiales, evitando el avance de estas y, paralelamente, se da la táctica del ataque hacia las fuerzas policiales. De esta interacción avanzan los escudos cubriendo la carga de los manifestantes que atacan con todo tipo de objetos contundentes que les son proporcionados por otro grupo de manifestantes, quienes tienen como repertorio de acción colectiva el picar y arrancar diferentes elementos de la infraestructura pública y/o privada con el fin de dotar de “insumos” al grupo de avanzada; estos manifestantes fueron llamados indistintamente piqueteros, mineros, rompe-suelos, abastecedores, picapedreros, entre otras denominaciones.

Específicamente el repertorio de los piqueteros consiste en generar proyectiles en base a trozos de infraestructura, principalmente de la cercanía a los lugares de enfrentamiento. Para ello, quienes realizan esta acción pican principalmente veredas, adoquines, soleras, paraderos de locomoción colectiva, recogiendo todo elemento que pueda ser empleado como proyectil. Para realizar esta acción, los “piqueteros” emplean herramientas hechizas, como pueden ser trozos de fierros sacados desde la misma infraestructura, algunos otros portan en sus mochilas combos, martillos, diablos, cinceles, entre otros instrumentos.

Esta acción tiene otra función: el trasladar la infraestructura devenida en proyectiles artesanales a los lugares de los enfrentamientos. Así, dichas piezas de concreto u otros materiales resignificados en insumos de lucha popular son trasladadas hacia los espacios donde se encuentran los manifestantes que cumplen el papel de lanzadores, estos últimos los recopilan y apilan para su utilización. Este traslado se realiza en sacos, bolsas, cajas, trozos de tela, banderas, mochilas, escudos, es decir, en cualquier soporte material que ayude y aguante el peso de los improvisados proyectiles. Sobre la utilización de este tipo de recursos que provienen del entorno, Goicovic indica que “la protesta popular en general tiende a utilizar de manera más recurrente o frecuente, los elementos contundentes: piedras, palos, fierros, adoquines, etc.” (Goicovic, 2021, p.63).

 

Figura 7

Pirquinero recolecta trozos de concreto para abastecer a primera línea.

Pirquinero recolecta trozos de concreto para abastecer a primera línea.  

Av. Merced con calle Irene Morales (rebautizada por los manifestantes como Mauricio Fredes). Noviembre 2019.

 

Figura 8

Pirquinero rompe acera con cincel y martillo para obtener proyectiles.

Pirquinero rompe acera con cincel y martillo para obtener proyectiles.  

Av. Alameda sector plaza de la Dignidad. Diciembre 2019.

 

Figura 9

Manifestantes sacan adoquines para utilizarlos como proyectiles.

Manifestantes sacan adoquines para utilizarlos como proyectiles. 

Av. Vicuña Mackenna n°10. Noviembre 2019.

 

 

Figura 10

Abastecimiento a la “primera línea de los combatientes”.

Abastecimiento a la “primera línea de los combatientes”. 

Luego de quebrar la acera con el propósito de conseguir proyectiles, los agrupan, rompen en trozos más pequeños para ser trasladados en sacos, o mochilas a las inmediaciones de los lugares de enfrentamiento con la policía. De esta manera se abastece de materiales a la “primera línea de los combatientes”. Av. Alameda, frente calle Namur. Diciembre 2019.

 

En Chile este repertorio no es nuevo, en muchas otras movilizaciones se pudo ver a manifestantes buscando y creando proyectiles desde la infraestructura pública. Goicovic (2021) nos dice que esta práctica de utilizar los recursos que provee el medio es inveterada, es decir, está en lo que podríamos denominar el ADN social y cultural de la Protesta Popular Urbana. Dentro de los recursos que dota el entorno a los manifestantes, la piedra tiene un rol preponderante como arma popular, siendo su utilización parte sustancial en la trayectoria de la protesta social chilena como defensa contra el despojo, la injusticia y la opresión (Bravo, 2019).

Al igual que lo sucedido con la transformación performática de la utilización de los escudos, en el ámbito sanitario se dio igualmente un proceso de evolución durante la revuelta. Pues desde las primeras jornadas de manifestaciones se comenzó a “ver un ejército de rociadores de agua con bicarbonato para contrarrestar los efectos de los gases” (Lin, 2019, p. 309). Con el paso de los días y el incremento de la represión, la utilización de gases lacrimógenos sumó al poco conocido, hasta ese entonces, gas pimienta. Por la utilización indiscriminada de estos gases los manifestantes que portaban botellas con agua bicarbonatada se multiplicaron y ampliaron la oferta, sumando agua de laurel y leche de magnesio para enfrentar el gas pimienta. Estos líquidos eran ofrecidos a mano alzada a todo quien sintiera los efectos de los gases lanzados por la policía, añadiendo esta acción de autocuidado a los repertorios propios de este ciclo de protesta.

Paralelamente, los métodos que comenzó a utilizar la policía para contener la protesta escalaron en violencia: ya no solo fueron la utilización de gases, golpizas y agua con químicos del carro lanzaagua, se incluyó la utilización de balines de plomo recubiertos de caucho. Por causa de esta escalada represiva se hizo necesario, conjuntamente al accionar de las individualidades que aportaba con agua bicarbonatada y otras mezclas, contar con asistencia de primeros auxilios en las cercanías de los lugares de enfrentamiento, ampliándose este repertorio de acción colectiva a la creación de grupos o brigadas de salud.

 

Figura 11

Manifestante rocía líquido que inhibe efecto lacrimógeno en rostro de otro manifestante afectado por el gas.

Manifestante rocía líquido que inhibe efecto lacrimógeno en rostro de otro manifestante afectado por el gas. 

Av. Alameda. Noviembre 2019.

 

 

Figura 12

Voluntarios de salud atienden a manifestante herido por balín de acero disparado por carabineros.

Voluntarios de salud atienden a manifestante herido por balín de acero disparado por carabineros. 

Calle Reñaca con Vicuña Mackenna. Noviembre 2019.

 

Figura 13

Brigadistas de salud socorren a manifestantes que presentan quemaduras por la acción del agua mezclada con químicos lanzada por el carro lanzaaguas de carabineros.

Imagen227769.JPG 

Av. Alameda frontis galería Crowne Plaza. Enero 2020.

 

 

 

Figura 14

Brigada de salud observa manifestación. Estas brigadas la mayoría de las veces se ubican en esquinas o entradas de edificios como forma de resguardo.

Brigada de salud observa manifestación. Estas brigadas la mayoría de las veces se ubican en esquinas o entradas de edificios como forma de resguardo.  

Av. Vicuña Mackenna con Alameda. Diciembre 2019.

 

La formación de brigadas de salud nace, al igual que los anteriores repertorios descritos, por una necesidad y, también, como táctica de resistencia ante la represión. Muchas de estas cuadrillas de salud fueron organizadas y conformadas voluntariamente por estudiantes y profesionales del área de la salud, quienes pusieron sus conocimientos e insumos médicos al servicio de la causa. Sumándose a ellos, otros manifestantes que, sin poseer formación en esta área, apoyaron de diversas formas, ya sea como camilleros, escuderos o conductores de improvisadas ambulancias que funcionaban en vehículos particulares.

Para realizar sus labores, los voluntarios de salud se fueron ubicando en diferentes esquinas cercanas a las zonas de enfrentamiento. También existió un punto de primeros auxilios en las instalaciones del centro cultural Cine Arte Alameda y otro en las dependencias de la feria artesanal de calle Pío Nono. Reconfigurando el espacio público y edificios privados, los transformaron en improvisados hospitales de campaña donde se atendían lesiones menores, como quemaduras menores, ahogamientos y algunas heridas superficiales productos de balines o golpes. Los casos de gravedad eran enviados rápidamente a recintos asistenciales.

Este repertorio, denominado como la primera línea de defensa y salud, simbólicamente encarnó emociones de cuidado y compromiso, actuando sus integrantes como héroes en tanto fueron capaces de realizar acciones extraordinarias en beneficio de otros (Paredes, 2021). Se volvió un pilar fundamental para el mantenimiento de la protesta callejera en un contexto donde la fuerza pública no respetaba protocolos en torno de los derechos humanos, transformándose también los voluntarios de salud en blanco de ataques sistemáticos por parte de carabineros, tal como lo indicó a Radio Universidad de Chile una voluntaria de una brigada de salud:

No solo los voluntarios y voluntarias han sido atacados mientras atienden emergencias, sino que además Carabineros se ha dedicado a gasear y disparar contra los que están en los “puntos de salud”, espacios destinados a la prestación de las primeras atenciones en favor de las víctimas de la violencia ejercida por Fuerzas Especiales. “Hemos recibido fuertes ataques dirigidos a nuestras cuadrillas y puntos de atención. Han agredido a los que se encuentran en las cercanías de la FECH, en la Casa de la Memoria Londres 38, hace poco en la sede de la Junta de Vecinos de Bellavista, donde tenemos un punto de salud, cuando los compañeros estaban atendiendo a personas heridas a bala. Hoy no estamos en guerra en Chile, pero incluso en un conflicto bélico al personal de salud se respeta. (Fuentes, 2019)

 

El otro repertorio de acción colectiva que forman los repertorios de la resistencia son los denominados “bomberos” o “apaga lacris”, quienes, premunidos de algún recipiente, casi siempre bidones con algún líquido espumoso, guantes de cuero, antiparras o máscaras antigases, tienen como objetivo inhibir la acción de las granadas de gas lacrimógeno disparadas por la policía. La idea es sacar de circulación estos dispositivos químicos para proteger a toda la masa de manifestantes de los efectos que producen dichos gases, tal como lo relata un manifestante:

Me llamo NN, soy bombero, apago las lacrimógenas con una solución de agua con bicarbonato y shampoo o cualquier cosa que haga espuma y apenas la metes tienes que estar dándole aire para que no te explote, porque vienen demasiado calientes. Yo hago esto porque la gente necesita manifestarse, nosotros somos los encargados de mantener en el límite a los carabineros, porque la represión que tiene en estos minutos no deja manifestarse, cachan que hay niños y personas mayores y esta es la forma que nosotros tenemos para combatir contra ellos, apagando las lacrimógenas, con cacerolas y piedras. Así para que toda nuestra gente tenga el derecho a manifestarse y a pedir lo que nosotros queremos. (Piensa Prensa, 7 noviembre 2019)

 

Figura 15

Bombero o apaga lacri introduce bomba lacrimógena dentro de bidón que contiene una mezcla de agua con detergente y bicarbonato.

Bombero o apaga lacri introduce bomba lacrimógena dentro de bidón que contiene una mezcla de agua con detergente y bicarbonato.  

Sector parque forestal, 28 de octubre 2019.

 

 

Figura 16

Bombero bate galón de pintura con bomba lacrimógena en su interior. Este movimiento se realiza para bajar la presión del gas que sale del disuasivo policial, de este modo se evita una explosión.

Bombero bate galón de pintura con bomba lacrimógena en su interior. Este movimiento se realiza para bajar la presión del gas que sale del disuasivo policial, de este modo se evita una explosión. 

Av. Alameda con Namur. Diciembre 2019.

 

Figura 17

En esta imagen se observa que los apaga lacris portan además del recipiente donde introducen la bomba lacrimógena, elementos de seguridad, máscaras de gas, y guantes de cuero, estos últimos para poder tomar la bomba, pues esta viene a alta temperatura.

En esta imagen se observa que los apaga lacris portan además del recipiente donde introducen la bomba lacrimógena, elementos de seguridad, máscaras de gas, y guantes de cuero, estos últimos para poder tomar la bomba, pues esta viene a alta temperatura.  

Av. Vicuña Mackenna con Carabineros de Chile. Octubre 2019.

 

 

Figura 18

Los denominados bomberos no solo apagan las bombas lacrimógenas, otros, como se observa en la imagen, se las devuelven a carabineros.

Los denominados bomberos no solo apagan las bombas lacrimógenas, otros, como se observa en la imagen, se las devuelven a carabineros.

Plaza de la Dignidad. Enero 2020.

 

Es así, como se configuraron los repertorios de la resistencia, combinando repertorios históricos de las protestas, como el uso de la piedra, el camote obtenido de la infraestructura pública cercana, con nuevos repertorios, como la utilización de escudos para la protección, o la utilización de bidones con líquidos para inhibir las bombas lacrimógenas disparadas por la policía. Bajo esta lógica de nuevos repertorios de acción colectiva se producen también las brigadas y/o grupos o voluntarios de salud que, con el paso de los días y la agudización de la represión, pasaron de emplear rociadores de agua bicarbonatada a construir verdaderos hospitales de campañas en las inmediaciones de la plaza de la Dignidad. La autodefensa de masas, sin lugar a dudas, ha sido un componente fundamental en el desarrollo de la Protesta Popular y en la ampliación de los espacios para ir construyendo el campo popular (Goicovic, 2021).

En el accionar de los repertorios de la resistencia descritos, los manifestantes ponen sus cuerpos al servicio de la causa, lo que ha sido agradecido por muchas de las personas que concurren periódicamente a la Plaza de la Dignidad. Les retribuyen su entrega, regalándoles insumos como, por ejemplo, guantes de cuero, antiparras, comida o bebestibles para que puedan seguir llevando adelante su accionar: Con estos agradecimientos se les reconoce el esfuerzo, valentía y compromiso al punto de poner en riesgo su propia seguridad e integridad física.

 

Consideraciones finales

En las páginas anteriores describimos algunas formas de acción colectiva que emplearon los manifestantes en la revuelta chilena. Todos estos repertorios de acción colectiva se gestaron desde la espontaneidad, de la necesidad y como táctica. Como mecanismo de resistencia y autodefensa, comenzaron con las convocatorias a las evasiones al Metro, luego con las barricadas y, finalmente, con la legitimación de la llamada primera línea de resistencia alrededor de la ex Plaza Italia (Araya, 2021, p. 88), responden a la conceptualización realizada por Sidney Tarrow para los ciclos de movilización, señalando que en cada ciclo los manifestantes recurren a sus propios repertorios de acción colectiva. Estos repertorios están condicionados histórica y culturalmente, es decir, los movimientos recurren a formas conocidas de acción, pero también pueden introducir innovaciones: “el pueblo tiende a actuar dentro de límites conocidos, a innovar en los márgenes de las formas existentes” (Tarrow citado por Garcés, 2012).

De este modo, la revuelta popular de octubre, entendida como un nuevo ciclo de protesta en el Chile posdictatorial, trajo consigo repertorios de movilización propios de este ciclo. En este trabajo hemos destacado cuatro repertorios de acción colectiva que denominamos repertorios de la resistencia, los que se configuraron en un primer momento como una respuesta, una necesidad colectiva, luego estos repertorios pasan a la ofensiva y actúan como una táctica de combate y protección en los enfrentamientos callejeros. Repertorios que con el paso del tiempo y el incremento de la represión fueron transformándose y logrando una performatividad que los llevó, por un lado, a una ritualización y hasta a cierta mistificación social y, por otro lado, a una criminalización, persecución policial y penal.

Nuestra observación nos permite señalar que la necesidad y espontaneidad de estas acciones fue resultado de la represión desatada por la fuerza policial y las autoridades de gobierno, al punto que abrió las estructuras de oportunidades políticas que toda protesta necesita para su desarrollo, gestándose en el seno del movimiento social una mística y significación que le da sentido al actuar dentro de los repertorios de la resistencia.

 

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Dirección de correspondencia:

Nicolás Molina Vera

Contacto: nicolas.molina@uacademia.cl

 

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  1. 1 Cientista político, Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Docente e investigador Escuela de Ciencia Política, Gobierno y Gestión Pública UAHC. Diplomado en Fotografía Social, Facultad de Filosofía y Letras UBA. Diplomado en Métodos Cualitativos para la Investigación Social UDP. Correo electrónico: nicolas.molina@uacademia.cl