PERCEPCIONES DE MUJERES MAYORES RURALES RESPECTO DE SU PROCESO DE ENVEJECIMIENTO
Perceptions of rural older women regarding your aging process
Fecha recepción: agosto de 2019 / fecha aceptación: noviembre de 2019
Patricia Castañeda M.1 y María Paz Rebolledo C. 2
Cómo citar este artículo:
Castañeda, P. y Rebolledo, M. (2019) Percepción de mujeres mayores rurales respecto de su proceso de envejecimiento. Revista Pensamiento y Acción Interdisciplinaria, 5(2), 39-54. DOI: http://doi.org/10.29035/pai.5.2.39
Resumen
El artículo presenta los resultados de una investigación que tiene por objetivo analizar las percepciones de mujeres mayores rurales respecto de su proceso de envejecimiento. Se propuso un diseño cualitativo de tipo descriptivo basado en relatos de vida focalizados en la experiencia de envejecimiento femenino en un marco de ruralidad, La técnica de recolección de información correspondió a entrevista individual de carácter biográfico aplicada a 28 mujeres mayores del Valle de Aconcagua. Los datos recopilados se organizaron a partir de las dimensiones biológica, psicológica y social, analizando las percepciones expresadas por las mujeres participantes a través de la asignación de fragmentos ilustrativos que respaldaron la interpretación de la información. Los resultados obtenidos confirman que las percepciones respecto del proceso de envejecimiento de mujeres mayores rurales se corresponden plenamente con las dimensiones biológica, psicológica y social del concepto. Aportando factores diferenciadores rurales que enriquecen el proceso mismo, asociados a las múltiples tareas propias de la vida rural, que amplifican sus desempeños desde las obligaciones en la vivienda hasta el trabajo campesino en la huerta; y desde los cuidados particulares por la familia hacia la preocupación por el bienestar de la comunidad. Por oposición, las percepciones desfavorables se manifiestan desde la zona de frontera de las percepciones anteriores, siendo el deterioro físico por razones de edad el principal motivo de abandono progresivo de las tareas propias; y la precariedad de los ingresos económicos el mayor límite en las oportunidades de satisfacción plena de sus necesidades diarias. El contexto rural aporta condiciones de tranquilidad y alegría al proceso de envejecimiento y reconoce la valoración de la experiencia vital de las mujeres en su rol custodio de tradiciones y de reproducción de la cultura local.
Palabras Claves: Envejecimiento de la Población, Género, Mujeres Mayores Rurales, Proceso de envejecimiento, Ruralidad.
Abstract
The article presents the results of an investigation that aims to analyze the perceptions of rural older women regarding their aging process. A qualitative descriptive design based on life stories focused on the experience of female aging in a rural setting was proposed. The information gathering technique corresponded to an individual biographical interview applied to 28 older women in the Aconcagua Valley. The data collected was organized from the biological, psychological and social dimensions, analyzing the perceptions expressed by the participating women through the allocation of illustrative fragments that supported the interpretation of the information. The results obtained confirm that perceptions regarding the aging process of rural older women fully correspond to the biological, psychological and social dimensions of the concept providing rural differentiating factors that enrich the process itself, associated with the multiple tasks of rural life, which amplify their performances from obligations in housing to peasant work in the orchard; and from the particular care of the family towards the concern for the welfare of the community. On the contrary, unfavorable perceptions are manifested from the frontier zone of previous perceptions, with physical deterioration due to age being the main reason for the progressive abandonment of one’s own tasks; and the precariousness of the economic income the greater limit in the opportunities of full satisfaction of its daily necessities. The rural context brings conditions of tranquility and joy to the aging process and recognizes the assessment of the vital experience of women in their role as custodian of traditions and reproduction of local culture.
Keywords: Population Aging. Gender. Rural Older Women. Aging Process. Rurality.
Antecedentes generales
El envejecimiento es caracterizado por la Organización Mundial de la Salud como un proceso de cambios biológicos, mentales y sociales, influidos por el comportamiento individual y por el entorno social, que se expresa a través de modificaciones en los roles y en las posiciones sociales de las personas mayores; las que deben enfrentarse a eventuales pérdidas en sus capacidades cognitivas y funcionales junto con la vivencia de duelos significativos en su red de relaciones estrechas (OMS, 2015). Para la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, el envejecimiento es “un proceso gradual, que se desarrolla durante el curso de la vida y que conlleva cambios biológicos, psicológicos, psicosociales y funcionales de variadas consecuencias, las cuales se asocian con interacciones dinámicas y permanentes entre el sujeto y su medio” (OEA, 2015, p.4).
Según la Organización de Naciones Unidas (2015) una población envejece cuando el número de personas mayores crece, hay una reducción proporcional de menores de 15 años y en la disminución de la fuerza laboral. Esta situación demográfica refleja los cambios en el comportamiento de la fertilidad y la mortalidad, asociados a las condiciones de desarrollo económico, sanitario, tecnológico y social de los diversos países y regiones del mundo. En Chile, el proceso de envejecimiento poblacional se refleja en los resultados del último Censo de Población y Vivienda (INE,2018) que indican que en el año 2018 la población de personas mayores de 64 años alcanza a 12% de la población nacional, proyectando para el año 2050 una duplicación de la cifra que sube al 25%. Según esta proyección, se espera que en el año 2031 la proporción de personas mayores supere la proporción de la población menor de 15 años, en una relación de 102 personas mayores por cada 100 menores de 15 años, alcanzando el año 2050 a 177 personas mayores por cada 100 menores de 15 años. Este fenómeno nacional es consistente con las tendencias internacionales, que señalan un promedio consolidado para el año 2015 que también alcanza el 12% para todas las regiones del mundo (ONU, 2015).
Para Dornell (2015, p.137) “el envejecimiento es un cambio de estado a través del paso del tiempo, por lo tanto, puede ser concebido como un trayecto biográfico sociocultural que trasciende la biología humana”. Sus representaciones, sus manifestaciones y su institucionalización en la realidad social expresan momentos socio-históricos determinados, que responden a cada persona en particular desde su singularidad. Yuni y Urbano (2008) aportan importantes diferencias entre los procesos de envejecimiento de hombres y mujeres, a partir de la revisión de enfoques sociológicos críticos que cuestionan el carácter androcéntrico con que se caracteriza el ciclo vital humano, debido a la fuerte influencia positivista aportada por la concepción biomédica de la gerontología tradicional. Así entonces, desde el enfoque crítico se contrapropone un proceso de envejecimiento en que el ciclo vital femenino se concibe relacionado principalmente con acontecimientos familiares y con los cambios de roles en el ámbito doméstico privado; y un ciclo vital masculino cuyos roles sociales públicos asociados a trabajo, participación social y recreación se constituyen en los marcadores de cada etapa evolutiva. Estos referenciales específicos permitirían construir los significados sociales distintivos del proceso de envejecimiento femenino y masculino, los que aportarían renovadas categorías mentales y esquemas de percepción y de apreciación de la condición de persona mayor según género.
En ese mismo sentido Freixas (1997) plantea la necesidad de conceptualizar el envejecimiento como un proceso diferente entre hombres y mujeres, en la medida que las experiencias vitales determinan situaciones personales y vitales diametralmente opuestas desde el género. En el caso de la mujer, el envejecimiento enfatiza la menopausia y el nido vacío como sus principales hitos, reduciendo el proceso a un tema de reproducción, sexo y maternidad, asignaciones de roles tradicionales y profundamente patriarcales. Los planteamientos revisados reconocen la importancia de desarrollar procesos comprensivos respecto de los modos específicos de concebir, afrontar y significar el envejecimiento, a través de la superación de la concepción predominante de la vejez como un fenómeno humano universal. Avanzando en la visibilización de los diversos modos en que se expresa y en las disímiles manifestaciones que asume en cada género, cultura, sociedad y grupo social.
Específicamente, en el proceso de envejecimiento femenino se reconocen los aportes de Beauvoir (1970), autora que analiza la vejez de la mujer a través de la decadencia biológica y cognitiva que afecta directamente al cuerpo femenino, siendo la menopausia su principal rito de paso. El envejecimiento desvaloriza el cuerpo femenino, profundizando el poderío masculino respecto de su posición femenina subyugada. Freixas (1991) identifica como características femeninas distintivas del envejecimiento desde el género la pérdida de cualidades físicas y el incremento de los recursos personales emocionales y psicológicos correspondientes a madurez, experiencia, equilibrio y reflexión. Esta ampliación de recursos le permite dominar con prestancia las contingencias y quiebres presentes en su vida cotidiana, especialmente en los eventos vitales críticos asociados a menopausia, separación conyugal, viudez e independencia de sus hijos (as). Los principales temores corresponden a dependencia física o económica, inseguridad económica y soledad.
En la medida que avanza su edad y su experiencia, las mujeres mayores tienden a ser reconocidas por asumir un papel clave en el mantenimiento y reproducción cultural de su grupo social. Salgado y Wong (2003) y Barrantes (2006) consideran al género como una variable clave para estudiar enfermedad, salud y calidad de vida en el envejecimiento de las mujeres, debido a la influencia de los eventos asociados a embarazos, partos, lactancia, eventuales abortos, condiciones laborales desventajosas, ausencia de protección social o episodios de violencia doméstica, factores que afectan diferenciadamente la calidad del proceso de envejecimiento femenino. Meléndez y colaboradores (2011) visibilizan la condición de mayor esperanza de vida de las mujeres, lo que las enfrenta a mayores probabilidades de limitaciones y pérdidas funcionales que los hombres.
A partir de los planteamientos revisados, se considera necesario reconocer la diversidad de percepciones de los envejecimientos posibles de analizar desde el género, considerando que la situación de la mujer posee ventajas en términos biológicos que se traducen en una mayor esperanza de vida, pero también posee desventajas en términos económicos y sociales que afectan la calidad en que se desarrolla su proceso. Particularmente, resulta de interés para la presente investigación revisar las percepciones de las mujeres rurales respecto del proceso de envejecimiento que atraviesan actualmente, dado que la información disponible tiende a situarlas en una doble invisibilización. Por una parte, invisibilizadas en su condición de mujeres, en atención a que la concepción homogeneizadora del proceso de envejecimiento declara características únicas para ambos sexos; y, por otra parte, invisibilizadas en su condición rural, dado que los procesos de problematización, recolección de información y análisis del proceso de envejecimiento de la población se realizan preferentemente en zonas urbanas, en atención a la alta cobertura poblacional y la permanente demanda por servicios sanitarios que concentran las ciudades, desplazando del foco de interés a las zonas rurales, debido a su baja densidad poblacional y las características de accesibilidad directa a sus servicios de salud primarios.
En ese sentido, debe declararse que en el marco de la presente investigación, el actual contexto de ruralidad chileno es definido a partir de los territorios que poseen importante disposición de recursos naturales en los que se instalan nuevas estructuras de producción diversificadas según las orientaciones entregadas por desarrollo económico regido por el mercado, en donde es posible encontrar grandes empresas altamente industrializadas vinculadas a la exportación y a los sistemas agroalimentarios internacionales; grandes unidades de producción medianamente modernizadas y orientadas principalmente al mercado nacional y la agroindustria; y pequeños productores familiares campesinos orientados al consumo directo al mercado local, en rubros de baja rentabilidad, que presentan situación de pobreza debido a su posición asimétrica con cadenas productivas y de comercialización (Pezo, 2007). Esta actual configuración se encuentra presente al interior del Valle de Aconcagua y ha sido heredada del proceso de Contrarreforma Agraria, evento histórico político de carácter estructural que permitió el acceso a la propiedad de la tierra a importantes conglomerados económicos que modernizaron la producción agraria e incorporaron las condiciones de contratación temporal de mano de obra, especialmente femenina campesina, en cadenas productivas asociadas a la floricultura, horticultura y fruticultura de exportación, las que constituyen la base del capitalismo agroexportador nacional (Castañeda, 2017).
Específicamente, la investigación se realiza en el Valle de Aconcagua, territorio que comprende las 10 comunas que constituyen las Provincias de Los Andes y San Felipe, las que en conjunto suman un total de 265.320 personas. Del total, el 78% de la población se concentra en las zonas urbanas del Valle y el 22% en zonas rurales. La población rural alcanza a 49.678 personas, siendo mujeres mayores de 60 años un total de 5.103 personas, representando el 10 % del total de la población rural del Valle y el 49% del total de la población mayor de 60 años (INE, 2018). En este contexto, la población femenina rural asociada a producción familiar campesina representa un importante sujeto de investigación, en la medida que su proceso de envejecimiento se ha realizado en los entornos rurales del valle central chileno, siendo el rescate de sus experiencias un valioso aporte que contribuye a superar la situación de doble invisibilización que les afecta, en el marco de las acciones sanitarias de promoción y educación en salud orientadas a mujeres rurales.
Envejecimiento, Género y Mujeres Rurales
El proceso de envejecimiento es natural e inevitable. No obstante, el cómo se envejece y los significados asociados se construyen socialmente y varían entre culturas y grupos sociales (Rojas, 2017), siendo influido por el momento histórico, la organización social, la situación geográfica y la historia de la comunidad en la que se envejece (Ramírez y cols. 2016). En ese marco, el Plan de Acción Internacional sobre Envejecimiento formulado por las Naciones Unidas en el año 2002 relevó la importancia de reconocer los efectos diferenciadores del proceso de envejecimiento entre hombres y mujeres “para lograr plena igualdad (…) y formular medidas eficaces y eficientes para hacer frente al problema” (ONU, 2002, p.27). Asimismo, declaró en forma específica respecto de las mujeres de las zonas rurales que “son particularmente vulnerables desde el punto de vista económico, especialmente cuando su función se limita a la realización de tareas no remuneradas de atención de la familia, y su propia supervivencia depende del apoyo que reciban de otros” (2002, p.39).
Las investigaciones sobre el envejecimiento de las mujeres campesinas en zonas rurales identifican componentes distintivos asociados a la continuidad en el desempeño de los roles tradicionales de cuidado familiar, tareas domésticas y trabajo campesino de pequeña producción destinado preferentemente al autoconsumo familiar y a la comercialización ocasional de sus excedentes, situación que impide el despliegue total de la noción de vejez, retiro productivo o jubilación. Para Esquivel y Sánchez (1997) el envejecimiento femenino rural se expresa en relativa disminución de las obligaciones domésticas campesinas diarias por efectos del deterioro funcional parcial o total, junto con el estrechamiento del rango de toma de decisiones relevantes en torno a asuntos personales y familiares, dado que la mayoría de ellas relacionadas con su proyecto vital ya se encuentra resueltas. Las condiciones de tenencia de la tierra y de la vivienda rural en las que se inserta son fundamentales para la continuidad de los roles productivos y reproductivos desempeñados a lo largo de la vida, y aportan la base económica y social que dota de estabilidad, seguridad, sentido de pertenencia e identidad a la mujer rural.
Treviño-Siller y cols. (2006) plantean que si bien el envejecimiento femenino en las zonas rurales se expresa en un natural desgaste físico y deterioro de la salud, el proceso posee condiciones de estabilidad que le permiten mantener vigentes los roles tradicionales por los que recibe reconocimiento y valoración de su entorno familiar y comunitario; a diferencia del envejecimiento masculino que se expresa con mayor frustración y tristeza debido a la pérdida del rol de proveedor principal de la familia a partir de la merma en el vigor físico requerido para realizar tareas agrícolas y por el traspaso desde un sueldo de trabajador activo por una pensión de menor cuantía en calidad de pasivo. Huinao y cols. (2015) realizan un análisis de la vida ocupacional de las personas mayores en contextos de ruralidad de la zona centro sur del país y analizan su influencia en la percepción del proceso de envejecimiento. Los resultados obtenidos indican que la vivencia rural no se encuentra relacionada a la edad, sino que a la percepción subjetiva del paulatino abandono de las tareas campesinas desempeñadas regularmente en su rutina diaria a lo largo de su vida, debido a la aparición de patologías propias de la vejez. En ese contexto, la mayor percepción de abandono progresivo es expresada por los hombres rurales por sobre las mujeres, las que se continúan reconociendo activas en sus tareas tradicionales familiares, domésticas y de trabajo campesino femenino. Complementariamente, la participación social y la sociabilidad entre mujeres rurales mayores contribuye “a una vejez femenina activa y a un enfrentamiento positivo del proceso de envejecimiento” (Caro, 2017ª, p.135), matizando las complejidades vinculadas a problemas de salud o de disponibilidad de recursos.
Asimismo, los resultados de investigaciones realizadas en la zona rural del Chile central (Valdés y Rebolledo, 2015; Caro 2017b) coinciden en señalar que las mujeres campesinas mayores enfrentan el envejecimiento en condiciones de desigualdad económica, debido a que han recibido menos ingresos durante su vida laboral, ocasionando desventajas económicas y sociales durante la vejez. Dado que su esperanza de vida supera en promedio a la de los hombres, enfrentan mayoritariamente su envejecimiento en condiciones de viudez y sin desarrollar nuevos vínculo de pareja en forma posterior a la muerte del cónyuge. Desempeñan un importante rol de cuidado de sus nietos(as), parientes enfermos (as) o familiares en situación de discapacidad, pudiendo ser la principal, sino la única, fuente familiar de provisión de cuidados. Se definen desde una identidad histórica centrada en la maternidad, y por el desempeño de oficios femeninos que expresan la cultura campesina tradicional y la experiencia en empleos agrícolas temporales, que se realizan en lógica de aporte complementario al hogar. La participación social en organizaciones de pares representa una fuente de gratificación personal y de refuerzo de su identidad de género en el marco de su biografía rural.
Metodología
La presente investigación tiene por objetivo general analizar las percepciones de mujeres mayores rurales del Valle de Aconcagua respecto de su proceso de envejecimiento. El territorio ha sido definido a partir de su condición de representatividad de las condiciones actuales de la ruralidad chilena, siendo el Valle de Aconcagua una zona agrícola que reúne la totalidad de las modalidades económicas y productivas vigentes, abarcando desde las cadenas agroindustriales orientadas a la exportación hasta la producción a escala familiar. Se propuso un diseño cualitativo de tipo descriptivo basado en relatos de vida focalizados en la experiencia de envejecimiento femenino en un marco de ruralidad. Los criterios de muestreo teórico correspondientes a sujeto, contexto y categorías conceptuales asociadas a la investigación permitieron definir a las participantes en su calidad de mujeres de 60 o más años de edad que desarrollaron su proyecto de vida personal y familiar en zonas rurales ligadas a actividades agrícolas y que en la actualidad continúan habitando en dichas zonas. Todas las mujeres manifestaron su voluntad de participar en el estudio en forma libre y voluntaria. Se aplicaron un total de 28 entrevistas en el colectivo de investigación, conforme disponibilidad e interés declarado explícitamente por las mujeres mayores. El número de contactos fue definido en forma dinámica a través de la técnica de bola de nieve (snowball) hasta alcanzar el umbral de saturación teórica. La técnica de recolección de información correspondió a entrevista individual de carácter biográfico. Para efectos de análisis se utilizó como referente a Rodríguez (2011) que permitió definir operativamente las dimensiones biológica, psicológica y social del proceso de envejecimiento. Así entonces, la dimensión biológica del envejecimiento fue definida como la disminución de la capacidad funcional y deterioro orgánico por razones de edad. La dimensión psicológica del envejecimiento fue conceptualizada como el declive relativo de las funciones cognitivas y de control emocional, en un marco regulado por los niveles de satisfacción personal que las mujeres campesinas poseen en relación a los logros alcanzados a lo largo de su proyecto vital. La dimensión social se definió como la calidad de los vínculos familiares, comunitarios y de pares que las mujeres mayores habían construido a lo largo de su vida y que poseían a la fecha, junto con aquellos nuevos vínculos creados recientemente a través de instancias de participación social comunitarias, reconociendo que en esta etapa dichos vínculos se encuentran amenazados por eventuales duelos y pérdidas. También comprende las condiciones de materialidad habitacional y coberturas previsionales a las que tienen acceso. Los datos recopilados permitieron analizar las percepciones expresadas por las mujeres participantes a través de la asignación de fragmentos ilustrativos que respaldaron la interpretación de la información. Los resultados fueron validados a través de los criterios de rigor de transferibilidad y credibilidad, a través de los procedimientos saturación temática e interanálisis.
Resultados
A partir de la información analizada, puede afirmarse que la dimensión biológica del envejecimiento femenino en las mujeres participantes del estudio es percibida negativamente a partir del desgaste físico por razones de edad, que ocasiona un progresivo deterioro en las condiciones de salud. “Las enfermedades en la vejez llegan y se quedan. No se van. Uno no se mejora. Puede enfermarse de la cabeza, que no le funcione. Que no pueda caminar. Que tenga Parkinson. O que tenga la pierna con artrosis” (Mujer mayor, 69 años). En consecuencia, el desarrollo de sus actividades cotidianas se mantiene acorde a los rangos que permite su nivel de funcionalidad, manifestando una percepción favorable cuando se asocia a la mantención de la vigencia funcional en el desempeño de las tareas tradicionales definidas bajo su responsabilidad. “A esta edad ya no debería estar trabajando, porque me duelen mis huesos. Pero igual trabajo en la huerta y hago todo lo de la casa. Aquí riego las flores y el pastito en la tarde. También tengo unas gallinitas para tener huevitos frescos” (Mujer mayor, 73 años).
El deterioro funcional total o parcial de la mujer rural trae como efecto la disminución de las obligaciones domésticas diarias. La información recopilada muestra que si las limitaciones funcionales con base en los componentes biológicos del proceso de envejecimiento se expresan en deterioro o disminución significativa de la autonomía personal, se produce un progresivo abandono de las tareas domésticas directamente relacionadas con el problema de salud, como acción preventiva para evitar nuevas afecciones o complicaciones. “Yo tengo artrosis. Por eso, lo único que no hago es lavar la ropa, porque es mucha la humedad, mucho el frío y pasaría enferma con el dolor en los huesos. Todas las demás cosas de la casa las hago yo. Hasta el pancito todavía lo hago yo” (Mujer mayor, 71 años). Por lo tanto, mantenerse en plena actividad es percibido como una referencia que da cuenta del nivel de funcionalidad vigente y proyecta sus potenciales mermas a partir de las dificultades de salud que vayan apareciendo en el tiempo. “Hay que moverse y hacer las cosas. Hay que ganarle a las enfermedades. Porque si yo me quedo sentada y cruzada de brazos en la casa, porque estoy enferma, porque me siento enferma, me voy a quedar tullida y no voy a poder hacer ni siquiera las cosas de mi casa. No me voy a querer mover. Y cuando quiera moverme, ya va a ser tarde” (Mujer mayor, 68 años).
Coincidente con las expectativas diferenciadas de esperanza de vida entre hombres y mujeres, la viudez se presenta con frecuencia en la biografía de las mujeres mayores, proyectando años de sobrevida que las enfrenta a la soledad, percibida como parte de un destino ineludible. “Yo soy viuda. Mi marido falleció hace como 9 años. Vivo sola en mi casa. Mis hijos quieren que me vaya a vivir con ellos, pero yo no quiero irme. Mi marido está enterrado aquí. ¿Cómo me voy a ir? ¿Cómo voy a venir a verlo después?” (Mujer mayor, 70 años).
La red de atención primaria municipal es la principal receptora de las necesidades de salud de las mujeres mayores rurales, a la que acceden a través de estaciones médico rurales, postas rurales, centros comunitarios de salud familiar o centros de salud familiar, conforme la dotación que ofrece cada comuna. Dado que la atención de las personas mayores posee carácter preferencial en la política sanitaria, las mujeres mayores son destinatarias prioritarias de atenciones y beneficios entregados por la red de salud, por lo que poseen una percepción favorable a la calidad y oportunidad de la atención primaria. “Yo me controlo la hipertensión en el consultorio. Todas las señoritas son muy amables y el doctor también atiende altiro. A mí me dan la leche, la sopita de los adultos mayores y los remedios” (Mujer mayor, 75 años). Sin embargo, la atención de salud de mayor complejidad en los niveles secundario y terciario es percibida con mayores dificultades en sus condiciones de acceso, oportunidad y cobertura. “Para que a uno lo atiendan en el hospital hay que esperar que den la hora y se demoran mucho. A veces hay gente que se ha muerto esperando una hora del especialista o una hora para operarse. Y en Urgencia hay que esperar muchas horas para la atención. Y en invierno hace mucho frío y hay que seguir esperando”(Mujer mayor 81 años)
Respecto a la dimensión psicológica del proceso de envejecimiento femenino rural, los datos recopilados permiten constatar emociones contrapuestas sobre el proceso de envejecimiento por el que atraviesan las mujeres mayores. Por una parte, se presentan emociones negativas vinculadas a la soledad y abandono. “La vecina pasa sola. Sus hijos ya se casaron todos y se fueron. No viven aquí. Por eso ella no tiene nadie que la acompañe. Pasa todo el día solita. Pasa llorando. Y se aburre sola” (Mujer mayor, 72 años). Por contraparte, también se encuentran presentes emociones positivas respecto del proceso, asociadas a la alegría y la tranquilidad de envejecer en zonas rurales “En el campo se envejece con alegría. Y no falta quehacer. Yo cuido a mis hijos, a mis nietos, veo el jardín, amaso el pan y limpio una huerta chiquitita que tengo. En el verano me entretengo haciendo conservas. También veo mis gallinitas. Entonces no hay tiempo para enfermarse” (Mujer mayor, 76 años). “En la ciudad hay muchos robos, asaltos. Se ve mucha violencia. En cambio aquí, todos los días son tranquilos” (Mujer mayor, 68 años).
La percepción que cada mujer tenga respecto del cumplimiento de los roles de esposa, madre, abuela y vecina que ha realizado a lo largo de su vida, junto con la valoración que realiza su entorno respecto a dichos roles, constituyen componentes centrales en la satisfacción vital que se alcanza en la etapa de la vejez. “Yo estoy conforme (…) Yo acompañé a mi marido hasta el final. Cuidé a mis hijos y ahora cuido mis nietos. Y nunca he tenido problemas con mis vecinos. Sí. Yo vivo tranquila aquí en mi casa” (Mujer mayor, 65 años)
En la dimensión social del proceso de envejecimiento femenino rural, es posible identificar percepciones favorables asociadas a la existencia de vínculos significativos con pares en dos aspectos. Por una parte, los vínculos se han mantenido a lo largo del tiempo en lógicas de vecindad. “Hace muchos años que vivo aquí. Es muy bueno, es muy tranquilo. Toda la gente es buena, es amable. Yo no tengo problemas con ningún vecino” (Mujer mayor, 71 años). “Aquí la gente se preocupa mucho de los vecinos, de los que están enfermos o de los que están solos. Las personas están pendientes que no les vaya a pasar nada” (Mujer mayor, 72 años). Por otra parte, se revitalizan vínculos o se generan nuevas redes en las instancias de participación voluntaria a las que pertenecen, en modalidades de clubes de personas mayores, juntas de vecinos, centro de madres o agrupaciones de iglesia. “A mí me gusta ir al club. Lo pasamos muy bien. Todos son muy alegres. Es una cosa muy bonita la que se forma en el club” (Mujer mayor, 69 años) “Me gustan las actividades del club. Nos enseñan a hacer ejercicios con las manos, jugar con la pelota. Bailar para que se muevan las manos, las rodillas, las articulaciones. Hacemos juegos para ejercitar la mente y uno se siente bien, se siente contenta” (Mujer mayor, 73 años)
Las percepciones sociales desfavorables corresponden a las condiciones socioeconómicas con las que las mujeres mayores enfrentan la vejez, las que resultan insuficientes para cubrir sus necesidades cotidianas. “Mi pensión me alcanza apenas para los gastos de la casa. Como es pensión de viudez, se hace poca la platita. A veces me ayudan mis hijos con un poquito de plata o algo de mercadería” (Mujer mayor, 73 años). Las condiciones económicas se caracterizan por su precariedad, obligando a mantener estrategias de generación de ingresos que complementen los estipendios aportados por las pensiones o aportes subsidiarios. “La mujer ha trabajado a la par con el hombre. Y ha tenido los hijos. Deberíamos tener una buena pensión. Pero no hay nada. Hay que seguir trabajando. Porque la pensión es tan miserable que no alcanza para el mes” (Mujer mayor, 68 años). Las condiciones en que se realizan los pagos de jubilaciones y pensiones también son percibidas en forma negativa, dado que no ofrecen facilidades operativas o logísticas para realizar los respectivos trámites. “El día de pago se forman muchas filas, mucha aglomeración, la otra vez se desmayó una señora porque estaba esperando mucho rato. Y había mucha gente y pocas cajas atendiendo” (Mujer mayor, 75 años).
En el caso que la mujer tenga bajo su responsabilidad algún predio agrícola, la toma de decisiones considera la opinión de los hijos o de personas cercanas, dado que tradicionalmente la experiencia productiva en predios de mayor extensión ha sido asumida por los varones. Debe considerarse además que las mujeres no suelen poseer grandes capitales para respaldar inversiones de alta cuantía, siendo su principal patrimonio el propio predio adquirido principalmente por heredad en condición de hija o cónyuge. “Hay decisiones que no se pueden tomar sola. Si hay familia, hay que consultar. Tenemos que tener un acuerdo entre todos, para pensar bien y ver las cosas que vamos a sembrar en el campo” (Mujer mayor, 67 años).
La información disponible respecto a las dimensiones biológica, psicológica y social confirma el concepto propuesto por la OMS (2015), respecto del envejecimiento como un proceso dinámico que es influido por el comportamiento de cada persona en su entorno social particular. En esta investigación, la experiencia personal de las mujeres mayores refleja las condiciones particulares del contexto rural que habitan y que provee las características diferenciadoras de su proceso de envejecimiento. Así entonces, se constata la diversidad de tareas domésticas desempeñadas, que incluyen principalmente la alimentación familiar diaria y la conservación y guarda de productos de temporada; la mantención de la vivienda; el cuidado de la huerta y la crianza de aves y animales menores; corresponden a actividades que potencian sus niveles de funcionalidad en el largo plazo. Asimismo, se verifica el cumplimiento de diversos roles familiares y comunitarios, desarrollados principalmente a través de relaciones directas, cara a cara y con fuerte arraigo entre pares, que dotan de vigencia y funcionalidad a las tareas femeninas y aportan un carácter protector en el proceso de envejecimiento femenino rural, especialmente en sus dimensiones psicológica y social.
Congruente con los planteamientos de Dornell (2015) el envejecimiento de mujeres rurales devela un trayecto biográfico sociocultural que se expresa en forma simultánea y complementaria desde las perspectivas individual y sociocultural. Desde la perspectiva individual, cada mujer mayor refiere una biografía única y distintiva, construida desde las propias oportunidades y decisiones que ha debido asumir a lo largo de su vida y que respaldan su realidad actual, emergiendo el proyecto familiar como el principal organizador de la trayectoria vital en el largo plazo. Desde una perspectiva sociocultural, el contexto de ruralidad provee los significados que dan sentido a sus actividades cotidianas, valorizadas por su entorno directo en el aporte que representan en la preservación de las prácticas características de la economía campesina a la que pertenecen, verificando los resultados aportados por Yuni y Urbano (2008) , Valdés y Rebolledo (2015) y Caro (2017b), respecto a la concepción del proceso de envejecimiento de mujeres rurales asociado a los roles que desempeñan tradicionalmente en el ámbito doméstico privado.
Conclusiones
Los resultados obtenidos coinciden con los planteamientos de Treviño-Siller y cols.(2006) y Caro (2017a) autores que indican que el proceso de envejecimiento para las mujeres rurales asume manifestaciones particulares ligadas a la cultura local y al territorio en los que se desarrolla. En la presente investigación, el envejecimiento femenino en el contexto rural trasciende desde una definición estandarizada en torno a los ritos biológicos de paso y pérdida de funcionalidad como referentes centrales, hacia una redefinición que la concibe en el marco de un proceso familiar y comunitario que valoriza a la mujer rural por su contribución en la reproducción cultural de su grupo social. En consecuencia, la concepción genérica de disfuncionalidad biológica o precariedad socioeconómica propias de la vejez es resignificada por la valorización que asigna la comunidad rural a la experiencia vital de las mujeres en la alimentación, los cuidados de la maternidad, el restablecimiento de la salud de sus cercanos y en la historia y patrimonio de su territorio.
En lo referido a los aspectos socioeconómicos, la vulnerabilidad económica de las mujeres rurales advertida por la ONU (2002) queda en evidencia en el presente estudio, al constatar las precarias condiciones de protección social que poseen, traducidas en pensiones de viudez o aportes de subsidios asistenciales cuyos ingresos no cubren en forma adecuada las múltiples necesidades derivadas de las características distintivas de la etapa de la vida que enfrentan. Asimismo, se advierte que las tareas de atención a la familia o de apoyo a la comunidad que realizan frecuentemente no siempre reciben el suficiente reconocimiento pecuniario o material que garantice su desempeño en condiciones de ecuanimidad.
En lo relativo a los procesos productivos factibles de realizar en su predio, en caso de poseerlo por compra, herencia o usufructo, sus alternativas se encuentran limitadas a los recursos destinados a la inversión y al apoyo que pueda recibir de sus redes familiares o sociales. Congruente con el rol histórico de la mujer campesina en temas productivos agrícolas, no asume un rol directivo ni de liderazgo en la toma de decisiones, cediendo esas atribuciones a sus familiares directos o personas de confianza. En ocasiones, la venta o arriendo de la propiedad resuelve la tensión respecto de los recursos que son permanentemente requeridos en contextos de pagos impositivos o decisiones de producción agropecuaria. En caso de recibir aportes estatales subsidiarios o de apoyo técnico rurales, estos se concentran en actividades tradicionales ligadas a la producción y conservación de alimentos, artesanías, hierbas medicinales, viveros de pequeña escala u otras actividades que se caracterizan por constituir ámbitos de pleno dominio femenino y cuya generación de ingresos se sostiene como aporte a las estrategias de sobrevivencia de la pequeña economía familiar campesina.
La presente investigación permite concluir que las percepciones que poseen las mujeres mayores rurales respecto de su proceso de envejecimiento se corresponden plenamente con las dimensiones biológica, psicológica y social conceptualizadas, aportando el contexto de ruralidad factores diferenciadores que enriquecen el proceso mismo. Así entonces, las percepciones favorables se asocian a una mayor funcionalidad en el largo plazo, ligadas a sus múltiples tareas propias de la vida rural, que amplifican sus desempeños desde las obligaciones en la vivienda hasta el trabajo campesino en el predio; y desde los cuidados particulares por la familia hacia la preocupación por el bienestar de la comunidad. Por oposición, las percepciones desfavorables se manifiestan desde la zona de frontera de las percepciones anteriores, siendo el deterioro físico por razones de edad el principal motivo de abandono progresivo de las tareas propias; y la precariedad de los ingresos económicos los que afectan las oportunidades de satisfacción plena de las necesidades características de la vejez.
El contexto rural aporta condiciones de valoración de la experiencia vital de las mujeres, reconociendo su rol custodio de tradiciones y de reproducción de cultura local. Asimismo, se reconoce que su mayor contribución está constituida por su acervo de experiencias, las que se transfieren a las nuevas generaciones por medio del apoyo que otorga en tareas complementarias, especialmente ligadas a la crianza y el cuidado familiar. Su contexto rural le otorga mayores condiciones de tranquilidad y relaciones de calidad entre pares, sumando alegría y compañía a su vida cotidiana a través de su permanente participación en grupos y organizaciones comunitarias.
En síntesis, es posible afirmar que las principales características que asume la última transición biográfica femenina en contexto rural aportan al despliegue de un proceso de envejecimiento que representa mayores oportunidades de plenitud personal y valoración social para las mujeres mayores. Esta transición se apoya en rutinas activas fuertemente vinculadas a su medio rural y que han sido realizadas en forma permanente en las diferentes etapas de su ciclo vital, aportando bienestar en el largo plazo a través de una funcionalidad extendida y de la satisfacción psicosocial proveniente del reconocimiento de su entorno al desempeño de sus roles de reproducción social y cultural a nivel familiar y comunitario.
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Dirección de correspondencia:
Patricia Castañeda
Trabajadora Social y Licenciada en Trabajo Social. Doctora en Ciencias de la Educación.
Académica e Investigadora. Escuela de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Valparaíso. Valparaíso, Chile.
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