EL ESTUDIO DE LOS HOMBRES MAYORES. APUNTES PARA SU ANÁLISIS COMO SUJETOS GENÉRICOS
The study of older men. Notes for their analysis as generic subjects
Fecha de recepción: 18 de septiembre de 2024 / fecha de aceptación: 13 de enero de 2025
Francisco Javier González Cordero1 y María Alejandra Salguero Velázquez2
González Cordero F. J. y Salguero Velázquez M. A. (2024). El estudio de los hombres mayores. Apuntes para su análisis como sujetos genéricos. Revista Pensamiento y Acción Interdisciplinaria, 10(2), 32-52. https://doi.org/10.29035/pai.10.2.32
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Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar las líneas de investigación existentes en torno a los hombres envejecidos, identificando cuatro vertientes de análisis: 1) cambios en la vida tras el fin o la reducción de la vida laboral; 2) las transformaciones corporales asociadas al proceso de envejecimiento, así como los cambios en la salud; 3) las relaciones familiares y la participación en redes de apoyo; y 4) la participación en actividades comunitarias. Para el análisis se emplean los aportes teóricos de los estudios sobre masculinidades, así como el enfoque de curso de vida para examinar los cambios a lo largo de la vida y el impacto de las transformaciones sociohistóricas del siglo XX que institucionalizaron al trabajo asalariado como eje principal de la existencia de los hombres.
A lo largo de la revisión, se observan los malestares que los varones presentan al no cumplir con los mandatos de género asociados al trabajo, así como la fuerza y resistencia física. Sin embargo, estos elementos no son permanentes ni determinan su vejez. Por el contrario, se identifica la resignificación de las identidades de género, incorporando elementos relacionados con el cuidado, el acompañamiento y la participación colectiva.
Palabras clave: envejecimiento, identidad de género, hombres, masculinidad, vejez
Abstract
The objective of this work is to analyze the existing lines of research regarding older men, identifying four areas of analysis: 1) life changes following the end or reduction of labor life; 2) body changes associated with the aging process, as well as changes in health; 3) family relationships and participation in support networks; and 4) participation in community activities.
The analysis uses theoretical contributions from men’s studies, as well as the life course perspective to examine changes throughout life and the impact of the socio-historical transformations of the 20th century that institutionalized wage labor as the main axis of men’s existence.
Throughout the review, the discomforts that men experience when they fail to comply with the gender mandates associated with work, as well as physical strength and resistance, are observed. However, these elements are not permanent, nor do they determine their old age. By contrast, the redefinition of gender identities is observed, incorporating elements related to care, accompaniment, and collective participation.
Keywords: aging, gender identity, men, masculinity, old age
Introducción
Los estudios de género enfocados en los hombres han experimentado un crecimiento constante durante las últimas tres décadas, abordando las prácticas, significados y problemáticas que experimentan diversos colectivos de varones (Núñez, 2017). Estas investigaciones han diversificado los temas de análisis vinculados a la masculinidad, ampliando simultáneamente los grupos de varones estudiados y los contextos de los que proceden. La evidencia permite comprender cómo estos hombres se construyen como sujetos genéricos al ser socializados en relación con modelos hegemónicos de masculinidad, desde los cuales establecen sus relaciones sociales y significan el mundo a partir de la experiencia de ser varón (Núñez, 2004; Connell, 2015).
Una línea de investigación interesante, aunque menos desarrollada, es el estudio de los hombres mayores. El interés en investigarlos radica en visibilizar sus especificidades en comparación con otros colectivos de varones, dado que al tener una mayor edad enfrentan experiencias de mayor complejidad frente a los mandatos masculinos (González, 2021a). Aunque dentro de esta área existe una pequeña sublínea dedicada a los hombres homosexuales, que presenta características particulares, el presente trabajo se centra específicamente en los hombres heterosexuales que viven su vejez.
Existen diversas problemáticas que han limitado el desarrollo de investigaciones sobre las experiencias de los hombres mayores. Socialmente, se les considera un colectivo inmóvil, asociado al statu quo y a tendencias machistas (Wentzel, 2013). Desde la academia, han sido invisibilizados; en los estudios sobre envejecimiento se tiende a asumir que sus experiencias carecen de detalles ricos para ser analizados en profundidad. Por otro lado, en los estudios de género, existe una suerte de edadismo que minimiza la importancia de investigarlos (Spector-Mersel, 2006; Saxton y Cole, 2012). Según Salguero (2018), esta situación ha generado una percepción de los hombres mayores como individuos que existen en este mundo, pero que no son relevantes dentro del mismo, es decir, son in/existentes.
A pesar de lo anterior, durante las últimas tres décadas han persistido grupos académicos comprometidos en romper con la idea de que los hombres mayores no son agentes valiosos para la construcción del conocimiento científico. Estos grupos han generado líneas de investigación que profundizan en las distintas dimensiones de la vida de los varones envejecidos. En este contexto, el objetivo del presente ensayo es analizar las líneas de investigación existentes sobre los hombres envejecidos, resaltando las condiciones cotidianas y las problemáticas recurrentes que enfrentan.
Para lograr este análisis, se han identificado cuatro vertientes de trabajo:
1. Las transformaciones en la vida tras el cese o reducción de las trayectorias laborales.
2. Las transformaciones corporales asociadas al proceso de envejecimiento, así como los cambios en la salud.
3. Las relaciones familiares y la participación en redes de apoyo.
4. La participación en actividades comunitarias.
Marco referencial
Desde la década de 1990 han crecido los esfuerzos por documentar la diversidad de experiencias en torno a la vida de los varones, tomando como base teórica a los estudios de género (Connell, 2015; Núñez, 2017). Dichos estudios son herederos del feminismo académico surgido en la segunda mitad del siglo XX, el cual visibilizó las relaciones de dominación y desigualdad existentes entre hombres y mujeres, haciendo evidente el peso de los modelos hegemónicos masculinos en las relaciones de dominación y explotación necesarias para preservar el sistema de producción capitalista (Amorós, 1991).
Núñez (2017) sostiene que las investigaciones sobre masculinidades permitieron cuestionar aspectos de la vida de los hombres que socialmente se consideraban inmutables o innatos. Al analizarlos como sujetos genéricos, fue posible desarmar discursos biologicistas y psicologistas que impedían atribuirles dimensiones sociales, históricas y culturales. Estas investigaciones documentaron aspectos pocas veces abordados, como su relación con los mandatos de paternidad y proveeduría económica, los riesgos en salud, los malestares emocionales asociados al ser varón y la violencia que reciben cotidianamente, entre otros (Salguero, 2008).
Dentro de este contexto, la producción de estudios sobre hombres mayores ha sido limitada, aunque existen trabajos tempranos que delinearon puntos clave para futuros análisis, como las compilaciones de Thompson (1994) y el trabajo de Hearn (1995). Estas obras presentaron reflexiones iniciales sobre las contradicciones de ser un varón envejecido, la importancia del empleo y el retiro, las diferencias culturales y los significados asociados al cuerpo envejecido. Un segundo impulso en esta línea de investigación surgió a mediados de la década de 2000, cuando se comenzaron a resaltar tres aspectos que especifican la condición de los hombres mayores:
1. Edad y negociación de género: Presentan una mayor edad que otros hombres, lo que implica más experiencia en la negociación de mandatos de género, así como en la adaptación a las transformaciones históricas del siglo XX y XXI, las cuales han modificado sus identidades genéricas (González, 2021a).
2. Efectos del envejecimiento: Enfrentan desigualdades sociales acumuladas a lo largo de la vida, además de los efectos propios del proceso de envejecimiento (Holman y Walker, 2021).
3. Relación paradójica con los mandatos masculinos: En la vejez, se encuentran excluidos o marginados de ciertos contextos masculinos que antes ocupaban, los cuales daban sentido a sus vidas (Spector-Mersel, 2006).
Surgen, entonces, cuestionamientos sobre cómo integrar su condición de personas envejecidas con otros condicionantes sociales, como clase social3, ubicación geográfica o raza/etnia. Además, resulta vital comprender el impacto de las transformaciones sociales en la vida de los hombres mayores. Para ello, es necesario articular los estudios de género de los varones con la perspectiva del curso de vida, que permite analizar a los hombres en un marco histórico definido y a lo largo de sus trayectorias vitales.
En primer lugar, es fundamental entender cómo los hombres mayores se han vinculado con los modelos hegemónicos de masculinidad y cómo han construido sus identidades masculinas a lo largo de sus vidas (Sarricolea, 2017). La mayoría de estos hombres vivieron procesos de socialización de género rígidos y, en ocasiones, violentos, basados en el dominio sobre otros, la competencia y la obligación de cumplir con mandatos de género (Seidler, 2005). Dichos procesos requieren contextualización histórica y cultural para comprender sus raíces y alcance.
Compartimos las reflexiones de Seidler (1995, 1997) quien considera que los modelos hegemónicos de masculinidad son herederos del pensamiento moderno, donde los varones burgueses consolidaron ideas sobre la explotación de la naturaleza y la dominación de otros seres humanos, posicionándose como el centro del mundo. Estas ideas se arraigaron en las sociedades occidentales, organizando los contenidos de lo que se considera masculino y moldeando la vida de los hombres. Sin embargo, estos modelos experimentaron transformaciones a lo largo del siglo XX, cuando las sociedades pasaron de economías agrícolas y locales a economías industrializadas e internacionales.
Kohli (1986) sugiere que los modelos de género se ajustaron para que los varones sirvieran al nuevo sistema de producción industrial. Surgieron normatividades institucionales que regulaban cuándo y cómo debían trabajar, estructurando la vida masculina en tres momentos: infancia, adultez y vejez, con el empleo como eje central (Guillemard, 2007).
Kohli (2007) propone que el primer momento, asociado con la infancia, se centra en preparar a los hombres para el mundo laboral mediante la educación y el aprendizaje de habilidades. El segundo momento corresponde a la adultez, etapa en la que los varones se integran plenamente a la cadena productiva y, simultáneamente, se espera que desarrollen una familia mientras mantienen un empleo. El tercer y último momento se vincula con la vejez, cuyo objetivo principal es el retiro laboral acompañado de una pensión que asegura el descanso de los hombres y la renovación generacional de los trabajadores. Las mujeres, por su parte, eran excluidas de los centros de trabajo salvo en situaciones de emergencia, como la incapacidad de los hombres para cumplir con sus obligaciones de proveeduría o ante crisis económicas que precarizaban los salarios (Guillemard, 2007).
La división tripartita de la vida se adoptó rápidamente, generando variaciones regionales al fusionarse con las culturas locales. En muchos contextos, no fue posible garantizar educación ni pensiones dignas (Lynch, 2017). Los empleos también se especializaron, aumentando la brecha entre las clases trabajadoras y las clases medias y altas. Muchos hombres quedaron al margen o completamente excluidos del empleo formal asalariado y de las instituciones que lo regulaban. Sin embargo, en el imaginario social persistía la idea de preparar a los hombres para trabajar. Este es el contexto histórico en el que los hombres envejecidos nacieron y vivieron, especialmente durante la primera mitad del siglo XX, enfrentando socializaciones primarias de género rígidas y estrictas orientadas a obtener habilidades y conocimientos que les permitieran incorporarse rápidamente al mundo laboral (Arreseigor y Martínez, 2023). Estas socializaciones a menudo ocurrieron en condiciones de pobreza y violencia, además de estar limitadas por cortos periodos de educación formal debido a la falta de infraestructura o recursos económicos.
Los varones envejecidos han construido sus identidades de género en relación con estos modelos hegemónicos masculinos, que sustentan la división tripartita de la vida. Desde estos modelos surgieron mandatos sociales que los dirigían a convertirse en trabajadores y proveedores (González, 2021a). Asimismo, se promovieron imaginarios para que los hombres desearan encarnar y reproducir estos mandatos sociales, consolidando el ideal de hombre-trabajador-proveedor. Este ideal establecía que los hombres alcanzaban reconocimiento social al asumir roles de trabajadores y proveedores a tiempo completo, siendo catalogados como “completos”, “responsables” o “exitosos”.
Para alcanzar este ideal, se enseñaron contenidos clave. En primer lugar, los hombres debían afirmarse como heterosexuales y opuestos a las mujeres, fundamentando su identidad en valores como el honor, la fuerza, el poder y la violencia (Connell, 2015). Como trabajadores, aprendieron que el mundo laboral era el espacio masculino por excelencia, en el que el cuerpo funcionaba como una máquina al servicio de la productividad, suprimiendo expresiones de cansancio o dolor (Salguero, 2008). Finalmente, como proveedores, asumieron la responsabilidad de unirse a una mujer bajo roles tradicionales de género, con la expectativa de formar una familia a la cual debían proveer (Rojas, 2006).
Es incorrecto suponer que los hombres mayores incorporaron estos contenidos de forma uniforme. Por el contrario, existen múltiples configuraciones de la experiencia y los significados asociados al ser varón. La perspectiva del curso de vida permite analizar cómo los varones desarrollaron sus identidades de género bajo el ideal de hombre-trabajador-proveedor, desde sus primeras experiencias de vida hasta su vejez. Este enfoque se caracteriza por integrar el tiempo histórico en el que habitan los hombres con su tiempo biográfico, utilizando tres herramientas teórico-metodológicas: trayectorias, transiciones y puntos de inflexión (Elder et al., 2003).
Las trayectorias organizan las experiencias de vida y se consideran como caminos que se extienden a lo largo del tiempo. Aunque no siguen una secuencia predeterminada, existen probabilidades de experimentar distintas trayectorias como estudiar, casarse o trabajar (Blanco, 2011). Las transiciones refieren cambios de estado dentro de una o varias trayectorias, ya sea fomentando su inicio o marcando su final, con ciertas probabilidades de ocurrencia, vinculación y secuenciación (Lalive d’Epinay et al., 2011). Por último, los puntos de inflexión son eventos que provocan cambios sustanciales en la vida, generando impactos positivos o negativos según el contexto (Elder et al., 2003).
Desde esta perspectiva, bajo el ideal de hombre-trabajador-proveedor, se espera que los varones desarrollen una trayectoria laboral larga, estable y ascendente, acompañada de una trayectoria como esposo y padre proveedor. Las transiciones o puntos de inflexión que obstaculicen o interrumpan esta trayectoria laboral (como la precariedad, el desempleo, la subcontratación o la incapacidad) son percibidos como altamente confrontantes debido a la presión social por cumplir con estos mandatos (Tena, 2014). También se espera que la transición al retiro se sincronice con la transición a la vejez, asignando a los hombres un nuevo lugar social opuesto a la productividad laboral (Arroyo, 2011).
Sin embargo, este modelo de vida presenta contradicciones evidentes. Por ejemplo, no todos los hombres desean retirarse del mundo laboral ni cuentan con una pensión que los respalde. Además, el retiro no siempre equivale a descanso, ya que muchos hombres continúan trabajando, y no todos tienen claridad sobre lo que implica ser “retirados”.
Metodología
El análisis crítico realizado se fundamentó en revisiones teóricas y metodológicas sobre investigaciones relacionadas con varones envejecidos (Rother, 2007). La identificación de la literatura consideró publicaciones en español e inglés entre los años 2000 y 2024, incluyendo tanto trabajos pioneros como avances recientes en el estudio de hombres mayores. Cabe destacar que esta revisión no pretende ser un estado del arte exhaustivo, sino una reflexión teórico-metodológica enfocada en las temáticas más relevantes identificadas dentro de las investigaciones consultadas.
La organización de las líneas de investigación presentadas surge como una propuesta de los autores basada en los estudios revisados. Para su agrupación, se parte del supuesto de que la llegada de la vejez constituye una transición que transforma, de forma paulatina o abrupta, la vida de los varones (González, 2021b). En este contexto, se proponen cuatro dimensiones de análisis en las cuales se agrupan las investigaciones consultadas:
1. Fin o reducción de la trayectoria laboral: Esta dimensión explora cómo la llegada de la vejez sincroniza con el cese o disminución de la vida laboral. Este cambio se interpreta como una experiencia multifacética que puede generar múltiples significados y abrir la posibilidad de transformar la vida de los varones.
2. Transformaciones corporales y cambios en la salud: Durante la vejez, los hombres experimentan transformaciones corporales asociadas al proceso de envejecimiento, así como la aparición de cambios significativos en su salud. Estos elementos resultan profundamente confrontantes para los varones envejecidos, dado su vínculo con los ideales masculinos de fuerza y resistencia física.
3. Resignificación del rol familiar: El “retiro laboral” facilita una reconfiguración del papel de los hombres mayores dentro de sus familias, especialmente a través del desarrollo de prácticas de cuidado y acompañamiento, que pueden ser consideradas como elementos transformadores de su identidad masculina.
4. Participación en actividades comunitarias: El “retiro laboral” también abre oportunidades para que los hombres mayores participen en actividades colectivas que promueven un sentido de comunidad y contribuyen a su bienestar personal y social.
Los primeros dos puntos se encuentran estrechamente vinculados con los ideales masculinos relacionados con el trabajo y la resistencia física, lo que permite su análisis conjunto. Por otro lado, las dos últimas dimensiones resaltan la capacidad de los hombres mayores para desarrollar actividades colectivas que fomenten el bienestar individual y comunitario.
En cada punto de análisis se integran elementos transversales como la discriminación y la violencia por motivos de edad, así como la negociación constante que los hombres mayores mantienen con los mandatos del género masculino. Es importante destacar que algunos trabajos revisados abordan más de un punto de análisis debido a su alcance temático y metodológico.
Resultados
El trabajo y el retiro, el cuerpo y la salud.
Como se señaló previamente, los modelos hegemónicos de masculinidad imponen a los hombres la creación de una trayectoria laboral que les proporcione recursos económicos, independencia y estatus, dependiendo de las actividades realizadas o del liderazgo ejercido (Salguero, 2008). Debido a la carga económica y simbólica asociada, el retiro puede ser considerado una transición que afecta otras dimensiones de la vida, ya sea porque marca el fin de la principal trayectoria de los varones o porque reduce significativamente su participación en el ámbito laboral. En algunos casos, este evento se convierte en un punto de inflexión que transforma radicalmente sus vidas, con efectos tanto positivos como negativos.
La primera línea de investigación aborda los efectos del retiro laboral en hombres mayores, analizando no solo los significados asociados a este evento, sino también sus impactos a corto y mediano plazo.
Diversas investigaciones han explorado los efectos del retiro en contextos donde predominan los modelos de vida tripartitos y la jubilación, visibilizando las experiencias de los hombres mayores durante este momento crucial. Por ejemplo, Pietilä et al. (2017) destacan experiencias contrastantes entre obreros siderúrgicos e ingenieros finlandeses, donde la clase social influye en cómo los hombres enfrentan el retiro, además de determinar los recursos a su disposición.
Por su parte, González (2021b) analizó las trayectorias laborales de dos generaciones de hombres mexicanos de clase trabajadora, señalando que la forma en que estos hombres significan el retiro está condicionada por factores como el acceso a una pensión, la decisión voluntaria o forzada de retirarse, y el momento de vida en que se produce esta transición.
Finalmente, Arreseigor y Martínez (2023) examinaron las experiencias de varones uruguayos, evidenciando que el retiro se vive de manera paradójica: mientras que representa una oportunidad para explorar nuevas posibilidades de vida, también se percibe como una pérdida irreparable, dado que el trabajo constituía uno de los principales pilares estructurales de sus vidas.
Las investigaciones revisadas destacan el peso que los imaginarios sociales tienen sobre el retiro, frecuentemente asociado con escenarios negativos y tormentosos: la ausencia de una pensión digna, problemas de salud que limitan la independencia, aislamiento de las redes de apoyo y la falta de capacidad para ejercer agencia y transformar la situación. Sin embargo, la mayoría de los casos muestra que los hombres atraviesan un período de transición que, aunque emocionalmente desafiante, les permite redefinir prácticas y significados asociados al trabajo masculino. Este proceso implica una desvinculación del enfoque puramente económico para centrarse en aspectos relacionados con el apoyo colectivo y el cuidado, como se analizará más adelante.
Un caso particular es el estudio de Brown (2014), quien documenta la experiencia de “Phil,” un hombre indígena australiano despedido injustamente poco antes de su retiro. Este evento, reflejo de un sistema laboral marcado por el edadismo, empujó a Phil a una espiral de conductas de riesgo y afectaciones emocionales mientras buscaba sentido a la abrupta conclusión de su trayectoria laboral
Desde otra perspectiva, se encuentran estudios sobre la postura de los varones frente al retiro en contextos rurales, donde el cuerpo y la actividad física son elementos sumamente relevantes. Nilsson et al. (2013) desarrollaron una investigación con hombres suecos, destacando cómo estos encuentran sentido al ideal de hombre-trabajador-proveedor al continuar realizando actividades cotidianas y considerar su cuerpo como una prueba fehaciente de su valía. Rodríguez (2022) también contribuye al análisis de la vida de varones campesinos en Morelos, México, resaltando los límites del retiro como elemento organizador de la vida, ya que esta población busca extender el trabajo hasta el final de su existencia, siendo la actividad agrícola el principal componente que constituye sus identidades. Finalmente, la investigación de Sarricolea (2017) aborda a varones mayores de Zacatecas, México, con experiencia migratoria indocumentada. Entre estos hombres, también persiste el vínculo entre el cuerpo y la tierra, realizando actividades según sus posibilidades y utilizando el espacio público como una manera de ser parte de la comunidad.
La variabilidad de experiencias analizadas permite afirmar que es imposible mantener la narrativa en la que los hombres se retiran con una pensión, alejándose por completo de la vida pública. Por otro lado, el contexto, la clase social y la ubicación geográfica son elementos prioritarios al analizar esta dimensión de los hombres mayores, ya que su articulación encauza los significados generados frente al retiro laboral. Un detalle no menor, que a futuro merece mayor profundidad, es que parece que entre los hombres mayores de clase trabajadora, la idea del retiro se presenta como una oportunidad para desarrollar un trabajo centrado en otros miembros de su comunidad (Pietilä et al., 2017; González, 2021b).
El retiro laboral no es la única transformación que experimentan los hombres mayores al confrontar la forma en que habitan el mundo; también se presentan los cambios que experimenta su cuerpo al envejecer. Es posible identificar la fuente de dicha confrontación: socialmente, el cuerpo masculino se ha construido desde una visión basada en la productividad laboral, la presencia de fuerza y resistencia para participar en la competencia masculina, así como de vigor para iniciar una relación sexual en cualquier momento (Fuller, 2018). No obstante, los cuerpos envejecidos se han asociado con la decadencia física, la inactividad y la fragilidad, generando una visión deficitaria que niega la heterogeneidad humana y provoca miedo a envejecer (Arroyo, 2011).
En medio de estos imaginarios contradictorios, se encuentran los hombres mayores experimentando transformaciones en sus cuerpos, que pueden ir desde cambios estéticos leves a muy marcados, la aparición de lesiones y enfermedades crónicas, o cambios en la forma en que ejercen su sexualidad. Pareciera que, frente a estos cambios, la única postura consiste en el malestar, el miedo y la frustración, dado que el cuerpo que otrora se visualizaba como una máquina siempre lista para el trabajo o cualquier actividad física, ahora aparece dañado permanentemente (Jackson, 2016). Sin embargo, las investigaciones sobre el tema han documentado cambios interesantes en las prácticas y significados que los hombres asocian a esta dimensión de sus vidas, existiendo al menos dos orientaciones concretas: la primera, centrada en las transformaciones físicas a lo largo de la vejez, y la segunda, en los cambios en la sexualidad masculina.
Sanz (2015) realizó grupos de discusión con hombres españoles, identificando los malestares emocionales asociados a los cambios corporales y la incertidumbre de envejecer en un mundo que premia a la juventud. La pérdida de cabello, la aparición de canas, arrugas o flacidez son interpretadas como una pérdida de juventud, estética y potencia física. Jackson (2016) ofrece evidencia en contextos donde el cuerpo se encuentra mermado físicamente debido a enfermedades crónicas y lesiones musculoesqueléticas. En su investigación con hombres ingleses, el autor destaca el impacto que el trabajo obrero tiene en el cuerpo envejecido, visualizando los efectos de las desigualdades sociales acumuladas a lo largo de la vida. Finalmente, Moss et al. (2007) analizan a hombres de edades muy avanzadas y con fragilidad muscular que residen en casas de retiro en Filadelfia, donde el acto de alimentarse por sí mismos es considerado una expresión de agencia, ya que aún conservan la capacidad de elegir cuándo, dónde y cómo comer.
Las tres investigaciones reflejan las prácticas y significados que los hombres mayores asocian a sus cuerpos, oscilando entre el malestar emocional y la lucha por mantenerse independientes en la vida cotidiana. Asimismo, demuestran la ausencia de espacios colectivos donde los hombres mayores puedan hablar sobre las situaciones que les afectan sin temor a ser juzgados. Además, se observa que el acompañamiento familiar y comunitario es vital para afrontar los cambios que merman las capacidades físicas, ya que formar parte de una red de apoyo reduce la tristeza y la ansiedad. Aunque la relación entre salud y masculinidad ha sido ampliamente investigada en América Latina y el Caribe, persiste la ausencia de datos sobre la población envejecida (De Keijzer et al., 2023). Es prioritario realizar investigaciones sobre cómo los hombres mayores enfrentan las enfermedades crónicas y las lesiones que reducen su calidad de vida, así como sobre las medidas de cuidado personal que desarrollan.
En cuanto a los cambios en la sexualidad de los hombres mayores, se encuentran investigaciones relevantes realizadas en América Latina, donde es posible identificar el peso de los imaginarios sociales sobre la masculinidad en esta región. Resalta la investigación de Brigeiro (2002), quien analizó a varones brasileños que han redefinido su relación con la sexualidad tras experimentar cambios en la potencia física y la capacidad de erección. Estos hombres han ampliado las formas del encuentro sexual y el erotismo al incorporar el disfrute a través de la mirada, la imaginación y el sexo oral. Por su parte, Monteagudo y Treviño (2014) estudiaron las tensiones y los cambios en la sexualidad de hombres cubanos, quienes oscilan entre la competencia masculina para demostrar quién puede mantener erecciones, la búsqueda de elementos que les permitan disfrutar de su sexualidad y el enfrentarse al rechazo o la estigmatización por explorar esta dimensión a edades avanzadas.
Ambas investigaciones evidencian el interés de los hombres mayores por seguir ejerciendo su sexualidad, generando una negociación constante con los mandatos de género masculinos e incorporando nuevas nociones distintas a la sexualidad coital y sin erotismo con las que fueron educados. Estos datos empíricos contrastan con estudios en los que la sexualidad de los varones envejecidos se presenta como una experiencia de malestar, frustración y ansiedad (Iacub, 2016). Una línea de investigación prometedora sería analizar si los hombres mayores desarrollan procesos de Selección, Optimización y Compensación en su sexualidad, y si dichos procesos resultan satisfactorios para ellos.
Familias, cuidados y participación comunitaria
Tradicionalmente, se ha considerado que el retiro de las actividades laborales provoca que los hombres mayores pasen más tiempo dentro de su núcleo familiar. Esto tiene sentido, dado que dicha transición tiende a reducir las redes sociales predominantemente vinculadas con la dimensión laboral (Pietilä et al., 2017). Sin embargo, existe evidencia que documenta el surgimiento de problemas familiares, ya que los varones ocupan de manera repentina un espacio que durante años o décadas utilizaban únicamente para descansar. Esto genera conflictos con sus esposas, hijos e hijas, dado que ellos buscan ser contemplados en la dinámica cotidiana.
Varley y Blasco (2000) analizaron núcleos familiares en contextos mexicanos de clase trabajadora y encontraron que los hombres, tras el retiro, tienen fricciones con sus familias, sintiendo rechazo y llegando a desarrollar comportamientos violentos para mantener una dinámica familiar que los favorezca. Wentzel (2013), en un análisis sobre varones mexicanos envejecidos, señala que la rigidez de las identidades y mandatos de género dificulta que estos disfruten de sus relaciones familiares, pues están más preocupados por cumplir los mandatos de trabajo y proveeduría que por compartir tiempo con sus seres queridos. Ramos (2014) documentó relaciones familiares similares entre hombres de Lima, Perú, y afirmó que, en las familias donde los varones ejercen violencia, esto se debe más a la continuidad de relaciones violentas que han mantenido a lo largo de sus vidas, y no a un cambio asociado al envejecimiento.
Aunque estas realidades existen y siguen siendo reproducidas por algunos hombres en etapas avanzadas de su vida, no representan la única forma en que los varones se relacionan con sus familias durante la vejez. Esta perspectiva se refuerza con un creciente cuerpo de estudios que muestra cómo los hombres encuentran nuevas formas de vincularse con sus familias, adoptando prácticas de cuidado hacia aquellos miembros que lo necesitan y renegociando sus identidades de género. En particular, destacan investigaciones que abordan el cuidado a parejas enfermas y el cuidado de nietos/as.
En cuanto a los estudios sobre hombres que cuidan a sus parejas, Ribeiro et al. (2007) analizaron a varones portugueses que cuidan a esposas con dependencia física. Identificaron elementos contradictorios en la forma en que significan estas tareas de cuidado, viviéndolas como una extensión de su rol de proveedores o como una fuente de malestar personal. Calasanti y King (2007) estudiaron a varones estadounidenses que cuidan a esposas con Alzheimer, destacando diferencias basadas en la clase social. Aunque la mayoría de los participantes adopta una postura centrada en resolver tareas, minimizar las emociones y mantener el ideal de fortaleza masculina, esta experiencia transforma profundamente sus vidas. Por su parte, Miller et al. (2024) investigaron a varones canadienses que cuidan a esposas con demencia, explorando los aprendizajes, dificultades y negociaciones entre los roles de esposo (protector y proveedor) y cuidador a tiempo completo.
Estos estudios sobre el cuidado a parejas son de gran interés, ya que profundizan en cómo los hombres mayores transforman sus vidas tras un punto de inflexión como la enfermedad de sus esposas. Este evento, para el que las socializaciones de género no los prepararon, implica actividades desconocidas y desafíos emocionales significativos. A pesar de ello, los varones envejecidos asumen estas tareas desde distintas posturas, lo que merece un análisis más detallado. Destaca la ausencia de estudios en América Latina y el Caribe, siendo importante investigar a futuro cómo se modifican las prácticas de cuidado derivado del contexto cultural y la dificultad para acceder a seguridad social en gran parte de la población.
En relación con el cuidado de nietos/as, Mann (2007) identificó que los hombres mayores que ejercen su rol de abuelos pueden convertirse en un elemento clave para el bienestar de sus nietos/as. Estos hombres no solo ofrecen apoyo financiero y material, sino también acompañamiento emocional en momentos positivos y negativos. En América Latina, Navarro y Herrera (2023) analizaron a un grupo de hombres en Santiago de Chile que se describen en su rol de abuelos, participando activamente en actividades como alimentación, ocio y aprendizaje de habilidades sociales. Por su parte, Rodríguez y Salguero (2023) estudiaron narrativas de hombres en Morelos, México, quienes, tras décadas como migrantes indocumentados, regresaron a sus comunidades para involucrarse en la vida de sus nietos/as. En estos casos, los abuelos perciben su rol como una forma de compensar la ausencia y desprotección que dejaron en sus hijos/as durante sus años de migración.
En los tres estudios se destaca el relajamiento de las normas que los varones envejecidos tienen con sus nietos/as en comparación con sus hijos/as. Existe consenso en que, si bien la abuelidad es una continuación de la paternidad, la postura que adoptan es distinta. Esto se debe a que ya no pesa sobre ellos la obligación de proveer económicamente, lo que genera las condiciones necesarias para disfrutar de la familia. Asimismo, los participantes desarrollan mayor vinculación emocional con sus nietos/as si comparten la misma residencia o si realizan actividades de manera cotidiana. Estas circunstancias favorecen que los abuelos se conviertan en un elemento formativo en la vida de sus nietos/as, transmitiendo valores, emociones y metas de vida.
Mantener la vinculación con los nietos/as a medida que estos crecen representa un reto para los hombres mayores. A medida que los referentes de vida de los nietos/as se amplían, los abuelos pueden sentir que su papel pierde relevancia, lo que los impulsa a buscar herramientas y desarrollar habilidades que les permitan conservar el vínculo.
Siguiendo esta lógica, encontramos los estudios centrados en la participación social y comunitaria, los cuales han visibilizado el papel que los hombres mayores desempeñan al participar en actividades colectivas de diversas formas. Esta línea de estudio ha contribuido a desmontar el imaginario que posiciona a esta población como pasiva, improductiva y emocionalmente distante (Spector-Mersel, 2006). Aunque la mayoría de las investigaciones provienen de países anglosajones, los contextos y las formas de participación son variadas. Además, existen propuestas interesantes en México, aunque su desarrollo aún es incipiente.
Una vertiente de estas investigaciones se centra en analizar la participación de los varones mayores en organizaciones sociales financiadas por el Estado o en organizaciones no gubernamentales que prestan servicios a poblaciones vulnerables. Por ejemplo, Thompson y Whearty (2004) analizaron la participación de 135 hombres en Massachusetts, encontrando que una proporción significativa, además de asistir a centros comunitarios, brindaba apoyo instrumental y acompañamiento a otros miembros cuando lo consideraban necesario. Por otro lado, Cowen, Brown y Jones (2024) exploraron el contexto de organizaciones no gubernamentales en Inglaterra y destacaron que las actividades altamente significativas y la participación en redes intergeneracionales son prioritarias para que los varones mayores se mantengan activos dentro de estas organizaciones.
Ambos estudios muestran que los varones mayores buscan mantenerse vigentes en una sociedad que tiende a segregar a las personas mayores. Esto lo logran a través de opciones institucionalizadas que les proporcionan satisfacción en las actividades realizadas, al tiempo que amplían sus redes sociales. Estas dinámicas les permiten redefinir su identidad masculina, incorporando nuevos elementos y renegociando la forma en que entienden el trabajo y la contribución masculina. Sin embargo, es importante señalar que este tipo de organizaciones han florecido principalmente en Estados Unidos y Europa, ofreciendo actividades para hombres de distintas clases sociales. Al realizar investigaciones en otros países, se deben considerar los aspectos culturales específicos de cada región.
Desde un ámbito alejado de la participación institucionalizada, Jackson (2016) identificó cómo los hombres de clase trabajadora despliegan redes de apoyo para el cuidado de sus amistades más cercanas. Los participantes de este estudio ofrecen cuidados instrumentales, como apoyo en la preparación de alimentos o en visitas al médico, así como acompañamiento emocional a sus amigos en situación de fragilidad física y soledad.
Por su parte, el estudio de González y Villar (2019) destaca la existencia de contextos culturales que fomentan la participación comunitaria de los varones desde edades tempranas hasta avanzada la vejez. Esta investigación, realizada en un pueblo originario del Valle de México, señala cómo el trabajo en favor de la comunidad constituye un elemento central tanto en las identidades de género como en la riqueza cultural transmitida a estos hombres por generaciones.
Investigar la participación social y comunitaria de los hombres mayores en contextos no institucionalizados permite documentar cómo estos buscan contribuir a la solución de problemáticas propias de sus entornos sin depender de intermediarios como el Estado o las organizaciones no gubernamentales. En este sentido, resulta crucial profundizar en los vínculos sociales que sustentan esta postura, los valores culturales que guían su participación y el uso de la agencia para mantenerse atentos a las solicitudes de apoyo y acompañamiento.
Las investigaciones que aborden esta perspectiva deben emplear metodologías lo suficientemente sensibles para identificar las formas de participación colectiva y las maneras en que los varones crean o se insertan en redes de apoyo.
Conclusiones
A lo largo de este ensayo se ha analizado la importancia de impulsar investigaciones enfocadas en los hombres mayores dentro de los estudios sobre masculinidades, reconociendo su especificidad como sujetos genéricos donde la edad, en tanto categoría social, imprime un peso particular en la forma en que construyen su existencia. Este factor los posiciona en una situación de exclusión y vulnerabilidad social (González, 2021a). Asimismo, se ha examinado cómo las socializaciones de género y los cambios históricos experimentados a lo largo del siglo XX condicionan las relaciones, prácticas y significados que estos hombres han construido, elementos valiosos que requieren mayor documentación.
El crecimiento de estas líneas de investigación ha permitido su agrupación y análisis, identificando al trabajo como un eje central en la vida de los hombres mayores, aunque este adquiere nuevos matices. Las investigaciones sobre retiro laboral han facilitado la identificación de las diversas formas en que los hombres enfrentan el final o la reducción significativa de sus trayectorias laborales. Por otro lado, los estudios sobre el cuerpo y la salud han mostrado cómo los mandatos de fuerza, resistencia y potencia siguen influyendo en los cuerpos de estos hombres, mientras que los discursos edadistas presentan al cuerpo envejecido como deficiente y alejado de la productividad. Finalmente, las líneas de investigación sobre su participación en redes familiares y comunitarias han visibilizado una faceta poco explorada en los varones: su implicación en las tareas de cuidados y la resignificación de sus identidades de género.
En este contexto, consideramos importante señalar algunos elementos teóricos y metodológicos relevantes para el estudio de los hombres mayores. En concreto, es importante implementar una postura de análisis longitudinal que permita documentar su desarrollo a lo largo de la vida e incorporar el enfoque de cuidados al análisis de sus prácticas dentro de sus familias y comunidades.
El análisis longitudinal responde a la necesidad de identificar los cambios y continuidades en las identidades de género de los hombres mayores, así como detectar la acumulación de desigualdades sociales y el impacto de las transformaciones sociales en la negociación de los mandatos de género masculino. Algunos ejemplos ilustrativos son el trabajo de Núñez (2013), quien analizó tres generaciones de hombres en Sonora, México, y la investigación de González (2021b), que estudió a dos generaciones de hombres mayores de un pueblo originario del Valle de México. El enfoque del curso de vida puede proporcionar elementos teóricos y metodológicos necesarios, articulándose con otras disciplinas y enfoques para realizar análisis prospectivos o retrospectivos (Blanco, 2011).
Una propuesta interesante en el contexto mexicano sería implementar análisis prospectivos que sigan a una o varias generaciones de hombres hasta sus últimos momentos de vida. Las investigaciones sobre masculinidades han identificado dimensiones clave en la vida de los varones, lo que permite diseñar estrategias para mapear el desarrollo de trayectorias laborales (incluyendo el retiro), familiares, de salud-enfermedad, y de participación social y comunitaria. Para lograrlo, sería necesario un enfoque mixto que registre eventos, transiciones y puntos de inflexión relevantes en cada trayectoria, además de recopilar datos médicos, psicológicos y socioeconómicos. Asimismo, estas estrategias deberían documentar los cambios y continuidades en las identidades de género de los participantes.
Por otro lado, con el aumento de los estudios que abordan cómo los hombres mayores ejercen su abuelidad de manera positiva y participan en organizaciones sociales o en sus comunidades, surge la necesidad de incorporar el enfoque de cuidados (Comas D’Argemir, 2014). Aunque la evidencia indica que los varones envejecidos realizan tareas de cuidado, el ámbito académico no siempre reconoce dicho esfuerzo, ya sea por omisión o por la falta de un marco conceptual que permita comprender las razones y alcances de estas prácticas. Es pertinente explorar cómo los hombres mayores incorporan las tareas de cuidado en sus identidades masculinas, así como los significados asociados al cuidado de la familia o la comunidad durante la vejez. Además, sería relevante analizar cómo los varones conciben el cuidado como una forma de trabajo masculino.
Las estrategias metodológicas deberán considerar el contexto, visibilizando si este fomenta el ejercicio del cuidado o, por el contrario, si constituye un obstáculo que los hombres deben superar.
El desarrollo de investigaciones sobre los hombres mayores tiene como objetivo posicionarlos dentro de la agenda pública, proporcionando evidencia suficiente para delinear políticas enfocadas en esta población. Por ejemplo, se podrían generar espacios colectivos donde los varones puedan expresar abiertamente sus malestares, emociones y deseos, sintiéndose libres de cuestionamientos y de miradas que los juzguen por sus pesares, errores u omisiones. Otra política podría consistir en la creación de programas que fortalezcan las iniciativas de participación y cuidado colectivo que los hombres mayores ya llevan a cabo, así como fomentar el surgimiento de estas iniciativas en contextos donde aún no existen.
Es evidente la necesidad de realizar más investigaciones para matizar propuestas centradas en las prácticas de cuidado que los hombres mayores realizan. Cualquier política pública enfocada en esta población tendrá un impacto positivo en los hombres de generaciones más jóvenes, ya que sentará las bases para que puedan envejecer con dignidad y calidad de vida.
Agradecimientos
Este artículo se realizó gracias al apoyo otorgado por el Programa de Becas Posdoctorales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Proyecto de Investigación Posdoctoral “Género, cuidados, familias, paternidades y comunidades. Análisis de trayectorias en varones envejecidos” (Año 2024).
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Dirección de correspondencia:
Francisco Javier González Cordero
Contacto: fcojaviergonzalezc@gmail.com
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Reconocimiento-No Comercial-Compartir Igual 4.0 Internacional
1 Licenciado y Doctor en Psicología por la UNAM, Investigador Posdoctoral en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala-UNAM bajo el asesoramiento de la Dra. María Alejandra Salguero Velázquez, Becario del Programa de Becas Posdoctorales de la UNAM, Tlalnepantla-Estado de México.
Autor para correspondencia. Correo electrónico: fcojaviergonzalezc@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5435-0239
2 Licenciada y Maestra en Psicología por la UNAM, Doctora en Sociología por la UNAM, Profesora-Investigadora en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM, Tlalnepantla-Estado de México.
Correo electrónico: alevs@unam.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8610-3726
3 Utilizamos la categoría clase para señalar el tipo de trabajo que los hombres realizan, su nivel educativo y los ingresos recibidos.